16 05 2024 EL RECINTO FERIAL QUE CUENCA NECESITA
La mansa vida en que se desenvuelve de manera cotidiana la ciudad de Cuenca, inmersa siempre en una placidez ambiental que suele actuar como adormidera, se ha visto alterada, de forma inesperada, por el singular conflicto surgido a cuenta de las desavenencias entre los responsable de la Balompédica Conquense y el Ayuntamiento, con activa participación (en forma de comentarios, más o menos originales) de quienes creen que el césped de La Fuensanta debería ser considerado intocable y quienes opinan justamente lo contrario, impulsando, estos últimos, la idea de que el estadio, como propiedad pública que es, nos pertenece a todos y no hay motivo alguno para que sea prioridad absoluta del equipo de fútbol, cuyos simpatizantes entienden otra cosa y más ahora, después de los fastos celebrados tras el ascenso blanquinegro a la segunda categoría federativa.
La controversia, como sin duda conoce
todo el mundo, ha surgido cuando la autoridad municipal, en contra de lo que
había anunciado apenas unos días antes (autocontradecirse es una costumbre que ya
forma parte del habitual comportamiento de los responsables de la cosa pública)
ha vuelto a autorizar que sobre el delicado césped de La Fuensanta se
despliegue toda la parafernalia propia de los conciertos veraniegos lo que
derivará, como demuestra la experiencia, en un considerable daño sobre esa
delicada mata verde y ello ocurrirá en vísperas de que empiece la Liga,
obligando, de paso, al propio Ayuntamiento, a un notable despliegue de medios
técnicos y económicos para corregir el desaguisado. La cosa, dicha así, tiene
evidentemente unos ingredientes que nos llevan hacia el absurdo. Para completar
la estrambótica situación, la directiva blanquinegra ha salido por peteneras,
adjudicándose un papel de soberbia subida que sin duda no le corresponde, pues
en estas polémicas es mejor actuar con sentido común y espíritu conciliador, no
dejándose llevar por la calentura del momento y menos como, según parece y
cuentan, hay algunos trapos sucios internos que conviene lavar antes de ponerse
exquisitos. En ese ambiente, la amenaza de no inscribir al equipo para que
juegue en la nueva categoría se parece mucho al chantaje que suelen aplicar los
grupos independentistas catalanes para conseguir llevar adelante sus
caprichosas exigencias que, como sabemos, nunca tendrán fin.
Es curioso que en el ruido provocado
por este doméstico suceso no se ha planteado (o, al menos, yo no lo he oído ni
leído) lo que a mi juicio debería ser un elemento sustancial en la problemática
que estamos comentando, a saber, la inexistencia en Cuenca de un recinto ferial
en condiciones, tal y como existe en la mayor parte de las prósperas ciudades
de este país e incluso en una buena cantidad de pueblos de cierta importancia.
Y ello es tanto más sorprendente si tenemos en cuenta que realmente el proyecto
existió e incluso se dieron los primeros (y desgraciados) pasos. Como resultado
de aquel intento nos queda, bien visible a la vista de todos, el extraño
mamotreto acristalado conocido coloquialmente como Bosque de Acero y que no es
sino la única e ínfima parte construida de lo que debería ser un recinto feral
en condiciones. El
proyecto fue presentado en 2004 como obra del arquitecto Rafael Moneo, aunque
realmente no lo firmó él, sino su hija Belén; las obras se iniciaron en 2007
sobre una superficie de
Lo extraordinario, desde mi punto de
vista, es que después de veinte años desde que se inició aquella aventura, la
ciudad de Cuenca se encuentra en el mismo sitio o sea, con la misma necesidad,
sin que en todo este tiempo a la autoridad municipal (y van ya seis
corporaciones desde aquella) se le haya ocurrido poner en marcha un mecanismo
alternativo para construir un recinto ferial en condiciones, incluyendo la
buena dotación de servicios necesarios entre los que debería figurar ese
espacio abierto susceptible de ser utilizado para la celebración de actos
multitudinarios. Con lo que llego por mi cuenta a la conclusión de que lo
conveniente para resolver este problema, si no de forma inmediata, sí para el
futuro, es que quienes tienen la capacidad de pensar, planear y proyectar, se
pongan manos a la obra para dotar a Cuenca de una instalación de este tipo.
Y así, de paso, incluso es posible que
se de alguna utilidad, aunque sea de carácter simbólico, a ese inútil edificio,
el Bosque de Acero, inapropiado para cualquier utilidad práctica, como lo
demuestran las sucesivas ideas que en él se han intentado, con la consecuencia de que ninguno de los promotores de
tales iniciativas ha tenido ganas de volver a repetirlas, tras constatar cada
uno de ellos la inadecuación de semejante espacio.
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