12 12 2020 LA DESOLADA IMAGEN DE LA ESTACIÓN
Si hay un tema sobre el que tengo una profunda simpatía, alimentada durante muchos años, es el que tiene que ver con el ferrocarril en general y especialmente con esa variante que venimos denominando el convencional, o sea, el de toda la vida, el que va renqueante y con tropezones (rara es la semana que no se produce alguna avería), marchando a paso de tortuga y pasando por delante de lugares donde hubo (y ya no hay) estaciones, mientras espera que en algunos de esos puntos suba o baje alguno de los pocos pasajeros que aún lo siguen utilizando. Por esa simpatía innata en mí y por un rescoldo que aún me queda de afición por las causas perdidas, me conmueve que de vez en cuanto se alce una voz reivindicando el que fue importante servicio público, condenado a desaparecer mediante un acto voluntario, consciente y premeditado, de quienes debieran haber hecho todo lo posible por mantenerlo activo. La verdad, no creo que ya sea posible. Viví en una casa situada justo sobre el pa