CUANDO CARRETERÍA ERA UN BARRIZAL

 


Termina el año sin que se haya producido la esperada noticia que debería haber desvelado el misterio sobre el destino que espera a Carretería. Imagino que alguien sabe lo que se está preparando o se quiere hacer, pero por ahora se mantiene oculto, como si fuera un preciado tesoro conveniente de guardar en secreto. Digo yo que en algún momento habrá que sacarlo a la luz. El año que ahora acaba hubiera sido propicio, porque hace ahora justamente cien años, en 1925, se dio a Carretería el aspecto que anda por ahí multiplicado en docenas de fotos que sirven para alimentar recuerdos y añoranzas.

Hasta esa intervención, la que ya era la principal calle de Cuenca ofrecía un aspecto lamentable, un auténtico lodazal de polvo en tiempo seco y de barro cuando llovía. Se puede hacer toda una antología de comentarios periodísticos, como este que se puede leer en El Mundo del 16-06-1911: “Ayer tarde, la Carretería, nuestra única arteria medio presentable, ofrecía el aspecto más lastimoso que puede imaginarse. Nubes de polvo, cual si acabase de desfilar un escuadrón de lanceros, hacían irrespirable la atmósfera, ensuciando la ropa y envenenando los pulmones". Diez años después, El Tío Corujo lo decía con gracejo a través de sus ripios: “Cuando llueve ya está Carretería / lo mismo que las huertas de mi tía. / Debieran de ponernos pasaderas / para poder cruzar a las aceras. / Para el Juicio final, y es dar un salto, / no veremos tal calle con asfalto”. Pero al año siguiente, en 1923, llegaban algunas noticias alentadoras al trascender que el senador Dalmacio García Izcara estaba gestionando en el ministerio de Fomento “la concesión de crédito necesario para sustituir el actual pavimento de Carretería por otro más moderno y más práctico, de adoquinado, asfalto o alquitrán”. Y para terminar este repertorio de citas, de las que se pueden encontrar docenas en los periódicos, una sentencia fulminante en el semanario de izquierdas La Lucha, a comienzos del año 1925: "Cada vez que llueve nos ahogamos en los charcos. Cuando no llueve nos asfixiamos en el polvo". Así estaba Carretería cuando en agosto de 1925 el Ayuntamiento terminó de deshojar la margarita y se dio comienzo a la pavimentación de la calle, desde el puente de San Antón hasta La Ventilla, operación de altos vuelos que fue acompañada de otros elementos complementarios, incluyendo la sustitución de las viejas farolas isabelinas y lo que fue más polémico entre la ciudadanía, la decisión de cortar las acacias que había en las dos aceras, las “viejas acacias lacias” que dijo un poeta, algo que aún ahora, cien años después, algunos espíritus nostálgicos añoran, pero lo más laborioso fue el alquitranado, pues al largo periodo de duración de las obras se añadieron otras dificultades derivadas del deficiente material empleado, lo que obligó a sustituirlo por otro de mejor calidad y, como es natural, por un precio superior. En el verano de 1929 se pudo dar por terminada la operación y de ese modo desaparecieron el polvo y el lodo que eran consustanciales con esa vía pública tan transitada antes y ahora.

No fue, desde luego, la solución definitiva, porque es norma siempre vigente entre los seres humanos, más aún entre los políticos, cambiar de manera constante lo que hay para sustituirlo por otra cosa que, dicen, será mejor. La Carretería elaborada en 1925 sobrevivió hasta que en 1957 el ente municipal decidió poner manos en el asunto y con el pretexto de mejorar la iluminación se aprobó un presupuesto extraordinario para llevar a cabo la pavimentación. El pleno del 24 de abril de ese año adjudicó las obras a una empresa madrileña en la cantidad de 3.900.000 pesetas. Otro pleno, el del 15 de octubre, aprobó el proyecto de nueva instalación de alumbrado, que el 17 de diciembre se adjudicó a la misma empresa que estaba haciendo la urbanización, con un presupuesto de 405.655,90 pts. Dos años después, a finales de 1959 se recibieron definitivamente las obras y así quedó definida la Carretería que hemos conocido durante toda la segunda mitad del siglo XX. A esa etapa activa corresponde la foto de Pascual que ilustra este comentario.

Naturalmente, esa tampoco fue la solución definitiva, porque como ya he dicho, a los Ayuntamientos les encanta estar continuamente haciendo cambios y obras, siempre para mejorar, según dicen. Y así ocurrió que el 22 de enero del año 2000, el personal se quedó sorprendido al recibir la destacada noticia de que el consistorio quería convertir Carretería en una calle peatonal, aceptando así la sugerencia presentada por quien entonces era el presidente de los empresarios y ello, cosas curiosas de la vida, en contra de la opinión mayoritaria de los comerciantes de la zona. No entraré aquí en más detalles sobre este curiosísimo asunto, que daría para escribir una novela entera, tales y tantas fueron las peripecias que envolvió su desarrollo, incluyendo dos cambios de corporación municipal, cada una de ellas con sus propias ideas, como es cosa habitual entre nosotros y sin dejar de lado la constante polémica ciudadana sobre el acierto o el error que tuvo la implantación de aquella idea, que finalmente pudo entrar en vigor en 2011 y ahí la tenemos, hasta hoy.

Ahora nos vemos ante la perspectiva de que máquinas y técnicos van a volver a poner sus manos, más o menos habilidosas, sobre la maltratada Carretería, que ya no es un barrizal ni una polvisca constante y que tampoco está continuamente llena de coches, aunque la cruzan tantos que uno duda mucho que realmente sea una calle peatonal. Qué se quiere hacer, qué ideas se manejan, qué proyectos ha imaginado el grupo pensante es, por ahora, un misterio que alimenta la inquietud de los escépticos. Por lo menos, hace ahora justo cien años, en 1925, nuestros antepasados sí sabían lo que se estaba haciendo.

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