23 03 2023 LOS CAMINOS OLVIDADOS DE LA ALCARRIA DE CUENCA
Hace algún tiempo, un alcarreño ilustre, de larga trayectoria en el quehacer de la escritura, Antonio Herrera Casado, hablando de un tema muy concreto, escribía, en comparación con el cariño que en otros lugares ponen por conocer lo que tienen al alcance de la mano y, sobre todo, por difundirlo: “Aquí, en la Alcarria, no. Aquí prácticamente nadie sabe nada de todo esto, nadie se ocupa de poner un cartel siquiera, nadie anima a nadie a que se estudie, se visite y se conceda una atención, siquiera mínima, a estos restos”. Recurro a esta cita porque en un corto espacio de tiempo y hablando en círculos diferentes, en los que había personas de cierto nivel cultural y no simples patanes de los que descargan adrenalina en las cada vez más turbias redes sociales tuve ocasión de oír algunos comentarios que ponían de relieve un pasmoso desconocimiento de una realidad paisajística y monumental que yo, incauto inocente, daba por supuesto que formaba parte del catálogo de cuestiones que conoce de sobra cualquier persona que viva en esta provincia y, sobre todo, las que alardean de tener un profundo amor a su tierra. Pero sin embargo cuando se profundiza un poco queda al descubierto que ese presunto amor se reduce a los cuatro tópicos ya sabidos, que van del morteruelo a la Semana Santa, pasando por algunos elementos complementarios; cuando se sale de ahí, como ocurría en las conversaciones antes citadas, se produce un vacío casi total y eso afecta, de manera muy llamativa, a las tierras alcarreñas que, para mayor escarnio, merecen muy poca atención de los poderes públicos que tienen a su cargo la difusión y la publicidad. Y ciertamente, en esa comarca hay un considerable potencial de atracción cultural y turística, que solo está esperando la puesta en marcha de los mecanismos convenientes para ser conocidos, empezando por los propios naturales de esta provincia.
Uno de los elementos a mi entender más valiosos y desaprovechados es el
reguero de iglesias románicas que forman un notable itinerario en la zona de El
Campichuelo, entre Mariana y La Frontera que van señalando el trazado de la
carretera a través de pueblos llenos de vida y encanto, invitando a detener la
marcha y pasear por sus calles, siquiera unos minutos, para poder saborear
todavía el atractivo de la vida rural que va desapareciendo a marchas forzadas
y que aquí aún se conserva en buena medida. Casi todos ellos cuentan con una
iglesia románica casi en estado de pureza estilística; construidas en la Edad
Media, en el tramo inicial de la repoblación tras la conquista, y que por su
precaria economía no tuvieron fuerzas suficientes para sustituirlas por otras
construcciones más aparentes, cuando llegaron el gótico, el renacimiento o el
barroco, con la excepción destacada de la de Sotos. Siempre me ha llamado la
atención que un repertorio de tanto valor arquitectónico no haya sido
debidamente ensalzado ni que sirva de pretexto para organizar una ruta en
condiciones que pudiera ser ofrecida como atractivo singular a los viajeros que
recalan en la capital provincial. El ejemplo de lo que sucede en la otra
Castilla, la vinculada a León, donde venden el románico como una propuesta de
excepcional importancia, no parece haber calado entre nosotros, donde la
promoción turística sigue insistiendo, una y otra vez, en los mismos tópicos,
como si no hubiera capacidad de renovación.
No son construcciones lujosas ni tienen los elementos destacados que
podemos encontrar en tantos pueblos de la vieja Castilla, pero sí son
singularmente atractivas, con sus bellísimos ábsides semicirculares, las
arquivoltas de las portadas, los techos de madera. Con escasa decoración, eso
sí. Las podemos encontrar en Mariana, Torrecilla, Villaseca, Pajares, en la
ermita de Horcajada en Ribagorda, en La Frontera. Los entendidos conceden
especial valor a la de Ribatajada, por su bellísima portada. A estos ejemplos,
que aquí cito en forma apresurada, sintética, se puede añadir otro verdaderamente
excepcional, aunque alejado de la ruta, la espectacular iglesia de Valdeolivas,
precisamente una de las desconocidas por mis contertulios citados al principio
y ello me da pie para sacar adelante este comentario.
Se trata de un sorprendente y original edificio, por muchos motivos
singular, que ha podido llegar hasta nosotros sobreponiéndose a un sinfín de
avatares, que en diversas épocas han procurado atentar contra su esencia, pese
a lo cual lo que tenemos a la vista es ciertamente admirable. La construcción
se inició nada más concluir la Reconquista en esta zona, a caballo entre el
final del siglo XII y comienzos del XIII. Un detalle muy llamativo es la torre,
sin duda la más airosa, esbelta y elegante de todas las que forman el
repertorio provincial. Tenía cinco cuerpos, pero en unas obras modernas de
restauración se eliminó uno, para dejarla en cuatro. También se modificó la
posición original de la portada, pero lo verdaderamente llamativo de esta
iglesia está en el interior, también muy reconstruido, en el que destacan
sobremanera
unas pinturas murales de carácter excepcional, ya que no existen otras de
semejante naturaleza en el conjunto de la provincia. Se trata de un Pantocrator
con el Tetramorfos y el Apostolado, que fueron pintados entre 1230 y 1325,
esto, es, pueden ser clasificados como románico de transición. Este escenario
monumental permaneció durante siglos oculto a la vista, ya que sobre él se
implantó un retablo barroco, lo que explica que no aparezca citado en ningún
repertorio viajero, ni siquiera en las dos ediciones de la Guía Larrañaga. La
destrucción del retablo durante la guerra civil sirvió, paradójicamente, para
el descubrimiento de las pinturas románicas, restauradas en 1973 por el
Instituto Nacional de Restauración, en un intento de recuperar su prestancia
original, que había sido gravemente dañada por la colocación sobre ellas del
mencionado retablo.
Aquí lo dejo, que no hay espacio para
más, aunque el tema si da para muchas otras aportaciones. Mi intención hoy, es
solo ilustrar un poco a algunos ignorantes y llamar la
atención sobre una escondida comarca que merece ser más conocida (y difundida)
de lo que ha sido hasta ahora.
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