26 01 2023 DESCAFEINADO DÍA DE SAN JULIÁN
Es cosa bien sabida que los seres
humanos, en todas las culturas y en todas las épocas, han sentido gusto o
necesidad por celebrar acontecimientos festivos en torno a una idea,
supersticiosa o mágica en algunos, religiosa en otros, los más, o sea, los que
formamos parte de este mundo occidental, en el que han arraigado multitud de
advocaciones que se suceden todos los días, formando un inacabable rosario
festivo, que cada cual celebra como mejor le dan a entender sus fuerzas y
economías. Seguramente no hay en todo ese calendario un santo tan maltratado
como san Julián de Cuenca, cuya celebración se reduce a prácticamente nada,
salvo una misa ceremoniosa y rutinaria en la catedral y una popular romería a
la ermita situada en un hermoso paraje de la Hoz del Júcar. Fiesta, lo que se
dice fiesta, nada. El maltrato al pobre san Julián llegó hace meses al extremo
de que en el propio Ayuntamiento se planteó con toda seriedad, votación
incluida, suprimir el carácter oficialmente festivo de esta jornada. Idea que,
por cierto, cuenta con un sólido apoyo popular, algo verdaderamente
inconcebible, en personas convencidas de que se puede renunciar al día de este
santo en favor de otro que parece gustarles más. Eso sí, los mismos que tales
idea defienden se dan hipócritas golpes de pecho para encomiar las bondades del
caritativo segundo obispo de Cuenca y las maldades de los canallas que
profanaron sus restos. De boquilla todo vale. Los hechos, la realidad, van por
otros caminos, el que conocemos y vivimos cada año.
Para no hacer fiestas dedicadas a san
Julián en enero hace más de un siglo encontraron un argumento que les pareció
irrebatible: son días de mucho frío e incluso en ocasiones nieva, de manera que
mejor llevarse la celebración a fechas más cálidas, septiembre primero, agosto
después y hasta hoy. Al parecer, Cuenca es el único lugar del mundo (o al menos
de España) en que hace frío en enero. En otros sitios ese pequeño detalle no
les importa y cuando llega el día de su patrón, lo celebran, aunque caigan chuzos
de punta. Más de mil pueblos y ciudades de nuestro país tienen su santo
patronal en enero. Ahí están, por ejemplo, Gálvez (Toledo), Santillana del Mar
(Cantabria), Vilafranca del Penedés (Barcelona), Osuna (Sevilla), Benicasim
(Castellón), Cariñena (Zaragoza) o Plasencia (Cáceres), ciudad hermanada con
Cuenca, donde celebran a san Fulgencio, por citar unos cuantos lugares entre
ese millar. En el calendario festivo de este mes de enero hay santos muy
nombrados, como san Antonio Abad, que además de bendecir animales en la mitad
de los pueblos del país, es el patrón en muchos de ellos que lo celebran con
jolgorio y tronío, aunque probablemente la figura de más categoría emblemática
es san Sebastián, que protagoniza unas fiestas espectaculares, tamborrada
incluida, en la bella Donostia que lleva su nombre y donde, como es lógico y
natural, jamás se han planteado que ese
día se debería trasladar a fechas más templadas.
Tampoco se lo han planteado en Campillos
Paravientos, Garaballa, Graja de Campalbo, Alarcón, Culebras, Talayuelas, Uclés
o Villalba del Rey, donde también san Sebastián es el patrón y lo celebran como
es debido. Y tampoco parece asustarles el frío a los buenos habitantes de
Valera de Abajo y Valverde de Júcar que en todo el rigor de enero salen a sus
calles para celebrar a su respectivo Santo Niño. Y por supuesto, en estos días
ya calientan motores los pueblos que se disponen a celebrar como es debido a
san Blas y la virgen de la Candelaria. Todos ellos asumen que estamos en invierno
y eso requiere un buen abrigo y quizá una bufanda, pero en ninguno se plantean
llevarse la conmemoración a otras fechas. Eso queda para los sensibles
habitantes de la capital provincial, que con esto del frío encontraron el
cómodo pretexto para volver la espalda a su inocente y pacífico antiguo obispo.
Como es natural, a estas alturas parece
cosa imposible pretender devolver la fiesta patronal a los días que
corresponden en este tramo final de enero, pero al menos se podría disimular el
sistemático maltrato a la advocación sanjulianera organizando alguna pequeña
celebración que le diera lustre al menos durante tres o cuatro días. Se me
ocurren, por ejemplo (e improvisando), alguna representación de autos
sacramentales, la recuperación del ciclo de Canto Gregoriano que el
Ayuntamiento tuvo hace años la buena idea de promover y que luego olvidó, una
entrada de Moros y Cristianos como la que también se hizo en tiempos, algún
encuentro de contenido literario en forma de recital poético, o cualquiera otra
de la docena de ideas que se pueden plantear tan pronto quienes saben de estas
cosas se pongan a pensar y con la que se puede organizar ese pequeño ciclo
festivo en torno a san Julián, sin necesidad de cabalgata, chiringuitos,
tiovivos ni mercadillos, que pueden seguir vinculados a agosto sin ningún
problema. Pero el ninguneado patrón de Cuenca merece que en torno a su nombre y
su figura la ciudad dignifique su día y prepare una celebración pública y
festiva, como es debido. Eso es lo que pienso y así lo digo.
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