03 11 2022 LUIS ROIBAL, UN ARTISTA TOTAL CASI DESCONOCIDO EN SU CIUDAD
Con la llegada de estos días de comienzo de semana y mes he sentido una
especie de necesidad de saldar alguna cuenta pendiente, de esas cosas que uno
sabe que debe hacer en algún momento pero que siempre se van quedando para
mañana o para otro tiempo que no sea el presente, de manera que una cierta
dejadez (o pasotismo, también podría decirse así) va ocupando el sitio mientras
los días van pasando y la deuda sigue pendiente, en espera de un hecho casual
que la reavive. Hace unos días, paseando por la Plaza Mayor, se me acercó una
persona a la que estimo y directamente me planteó una cuestión, en la forma
siguiente: A ver si sabes aclararme una duda, me dijo. Me han comentado el
nombre de un artista de Cuenca que por lo visto fue importante, pero del que yo
no había oído hablar nunca. Creo que se llamaba Luis Roibal. ¿Lo conoces?
La pregunta tenía fácil respuesta y la di, mientras me preguntaba en mi
interior cuántas personas puede haber en esta ciudad que no hayan oído nunca
hablar de un artista llamado Luis Roibal o, si queremos decirlo a la inversa,
cuántas sabrían decir de memoria, sin necesidad de recurrir a una enciclopedia,
quien fue este personaje y qué hizo. Y esta desazón es la que me mueve ahora a
saldar la deuda que genera este desconocimiento colectivo porque quizá yo, que
tanto he escrito a lo largo de mi vida, debería haber dedicado uno de estos
artículos a comentar algo de un artista singular además de prolífico, que ocupó
un papel protagonista en las décadas posteriores al término de la guerra civil,
para luego elegir voluntariamente una especie de ostracismo o retiro espiritual
en el pueblo de Uña, teniendo a la vista la hermosa laguna y las impresionantes
riscas que dan forma a ese singular paisaje.
Nació
en Cuenca en 1930 y aquí vino a morir en 2018. Profesor de Bellas Artes,
titulado en la
Escuela de San Fernando, de Madrid, a partir de 1950 fue exponiendo su obra
tanto en muestras individuales como colectivas, alternando las técnicas de
pintura, dibujo y grabado. Pronto comenzó a recibir premios y distinciones, en
principio en el ámbito local conquense que en seguida amplió a otros
horizontes, a medida que también iba diversificando su actividad creadora,
entrando en el ámbito de la publicidad, la ilustración y el diseño tanto artístico
como industrial, sin abandonar nunca la pintura y el grabado y actuando también
como asesor creativo y decorador en otros campos, como el cine. Diseña
publicaciones publicitarias tanto privadas como oficiales e ilustra libros,
artículos de prensa y revistas. Con todo ello se va abriendo camino y su nombre
entra en el catálogo de quienes consiguen asiento en mercados hasta entonces
muy limitados en España, como es el americano, en el que la obra de Roibal se
ha cotizado a niveles muy altos.
Hay una dimensión muy interesante en esta prolífica actividad y que tiene una derivación muy concreta hacia Cuenca. Experto en antigüedades y en los mecanismos que mueven el mundo del arte, proporcionó sus conocimientos y contactos para aportar al casco antiguo de la ciudad elementos decorativos (rejas, escudos, portadas y portalones) procedentes de lugares que estaban siendo abandonados. Era la época en que se llevó a cabo la recuperación de las calles y rincones tradicionales conquenses que pudieron salvarse de un imparable proceso de ruina. Vistos ahora esos elementos, podría pensarse que siempre estuvieron ahí, que forman parte de la herencia tradicional de la arquitectura conquense. Pues no: muy pocos son originales. La mayoría fueron traídos aquí desde otros lugares que se estaban deshabitando y Luis Roibal fue el encargado de localizarlos, decir dónde estaban y cómo podían adquirirse. Aún pudo alcanzar una vinculación más directa con su ciudad natal, si el Ayuntamiento hubiera mantenido el propósito de establecer un Museo Municipal, cuya dirección encargó a Roibal y que sería instalado en El Almudí, donde incluso se le proporcionó vivienda familiar, pero aquello fue un sueño que duró lo que el alcalde que tuvo la iniciativa, porque ya se sabe que es norma consagrada que cada alcalde nuevo desmonte los planes del anterior y así se evaporó el nunca visto Museo Municipal. A esa época corresponde una impresionante colección de dibujos de la ciudad, como el que acompaña estas líneas.
En 1970 fue nombrado director de la Empresa Nacional de Artesanía asumiendo la responsabilidad de desarrollar un plan nacional para la recuperación y conservación del diseño tradicional. Sus amplios conocimientos en esta materia los aplicó en un sector muy específico, el de los Paradores Nacionales de Turismo, que en aquella primera etapa se decoraron siguiendo sus indicaciones. Jaén, Segovia, Bailén, Gredos, San Francisco en Granada, Puerto Lumbreras, Burgo de las Naciones en Santiago de Compostela y otros muchos llevaron la marca de calidad y el sentido del gusto que les aportó Roibal.
Quienes tengan curiosidad por conocer algo de la obra de Roibal pueden acercarse a la iglesia de San Felipe y contemplar los cuadros incorporados al retablo mayor donde, además, se pueden entretener en intentar identificar algunos de los personajes pintados y relacionarlos con seres humanos vivos y conocidos, que le sirvieron de modelos. Más cosas se podrían decir, pero con esto es suficiente, creo, para cubrir el hueco que pueda producir la ignorancia de su nombre que, por cierto, no figura en ninguna de las calles de Cuenca, donde tantos pintores hay señalados.
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