07 04 2022 PERSPECTIVAS DE UN TIEMPO MÁS FAVORABLE
Parecía que no iba a llegar nunca el día, pero ya está aquí y, según anuncian quienes entienden de estas cosas, con perspectivas favorables desde el punto de vista meteorológico, lo cual es muy de agradecer porque solo hubiera faltado que después de tanta paciente espera llegaran los elementos lluviosos para fastidiar. Toquemos madera, que es siempre medida prudente, pero todos los indicios apuntan a que la fiesta, tan esperada, querida y sentida, se va a poder desarrollar con plena normalidad, desde el principio hasta el fin. Así sea.
Con
ese horizonte inmediato a la vista y apoyándose en datos que van ofreciendo
factores positivos, el gremio más interesado en estas cuestiones, el
relacionado con el turismo, empieza a sonreír. No llegan a frotarse las manos
pero sí a presentar un gesto menos adusto y más proclive a la satisfacción
discreta, porque siempre se aspira a más y probablemente todavía está lejos el
máximo apetecido, pero algo es algo y en este caso va a ser bastante. En las
últimas semanas ya hemos podido apreciar síntomas evidentes de que la cosa
mejora. Sin entrar en el áspero territorio de las estadísticas, recurriendo
solo a la simple vista, hemos podido encontrar otra vez terrazas
satisfactoriamente ocupadas, a pesar del incómodo frío de los días recientes;
los guías turísticos pasean por las calles del casco antiguo rodeados de
numerosos grupos de seguidores, en lo que ya es un espectáculo habitual, aunque
reciente: recordemos que en Cuenca no ha habido guías urbanos hasta hace muy
poco tiempo y había incluso algún profeta que aseguraba sin tapujos que tal
cosa aquí no podría tener desarrollo. Y el tren turístico, también otra novedad
reciente, vuelve a hacer sus recorridos como si tal cosa, transportando
igualmente nutridos grupos de pasajeros aficionados a este tipo de paseo. Por
no hablar del famoso globo volador, ofreciendo a sus viajeros espectáculos
insólitos y desde luego atractivos de las perspectivas de este paisaje, a la
vez urbano y natural. Solo faltaría que alguien se atreviera a implantar un
coche de caballos, pero no parece que eso por aquí tuviera terreno propicio,
aunque visto lo visto, cualquier cosa es posible.
El
turismo es ya, desde hace algún tiempo (y probablemente más en el futuro) el
gran motor económico de esta ciudad y de buena parte de la provincia. Esta
realidad fue vista de manera negativa por algunos observadores de la cosa
pública, en la creencia de que se trata de un sector muy vulnerable, sujeto a
posibles cambios estacionales, de costumbres o de modas, que en cualquier
momento pueden romper el equilibrio deseado y eso es cierto, pero también lo es
que el horizonte general es favorable en todo el mundo y también debe serlo
aquí, por más que sigue habiendo considerables aspectos que necesitarían un
impulso encaminado a mejorar lo que hay e implantar novedades atractivas que
ofrezcan panoramas renovadores. Es cierto que muchos analistas hubieran
preferido un más potente desarrollo de otros sectores, el industrial, por
ejemplo, pero ese fue un tren perdido hace ya mucho tiempo y en las actuales
circunstancias del mundo parece muy difícil que se pueda recuperar. También
hubiera sido importante una fuerte implantación universitaria, con ofertas
académicas originales, capaces de atraer a Cuenca a miles de estudiantes
originarios del exterior, pero ese camino tampoco se desarrolló con la
ambiciosa eficacia que hubiera sido necesaria y nos quedamos donde estamos, sin
que en el horizonte haya muchas expectativas diferentes.
Y
así podríamos seguir desgranando opciones que pudieron haber sido y no fueron
(y además, previsiblemente, ya no lo serán). Nos queda el turismo y no es poco.
Este es un componente económico y laboral de considerable importancia, además
de muy positivo en cuanto que abre la posibilidad de ampliar el conocimiento de
quienes somos y dónde estamos. Todavía hay mucha gente que reconoce no haber
venido nunca a Cuenca o no conocer este o aquel aspecto. Y también los hay que,
cuando viven por primera vez la experiencia, se muestran sorprendidos de lo que
encuentran. Eso no es malo, sino todo lo contrario. Es un espacio que debe ser
cuidado, potenciado, mejorado. Y basta con mirar a nuestro alrededor para
encontrar detalles, situaciones, que exigen mejorías inmediatas, empezando por
el lamentable estado en que se encuentran las placas informativas callejeras,
tan obsoletas en la información como descuidadas en el aspecto. Por lo pronto,
entramos de lleno en la Semana Santa, que hacia el interior tiene el componente
vitalista de las cofradías y la organización procesional, pero hacia fuera es
un espectáculo de primer orden, un elemento turístico de enorme valor. Que
ustedes, nosotros y todos lo pasemos bien. Incluidos, desde luego, los turistas.
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