24 02 2022 DE CÓMO Y POR QUÉ SE BAJA EL TELÓN TEATRAL
La decisión de la Asociación de Amigos del Teatro de poner fin a sus actividades no es una buena noticia. Con independencia de la valoración que cada cual pueda hacer de este colectivo (en toda actividad humana siempre hay simpatizantes, detractores e indiferentes) este hecho viene a incrementar el amplio sentimiento colectivo de que en esta provincia nuestra todo está en proceso de liquidación y cierre, lo mismo en comercios e industrias, en la abrupta (e injustificada) eliminación de la línea férrea, estaciones incluidas o en casos como este, en que una veterana asociación cultural anuncia su despedida. La situación merece que se hagan algunas consideraciones.
Hubo una primera Asociación de Amigos del Teatro que
nació a la vida hace ahora justamente 50 años dentro de un movimiento cívico y
cultural sobre el que ya he escrito en ocasiones anteriores y que tomó forma
con la aparición, casi simultánea, del Cineclub Chaplin, la Asociación de
Amigos de la Música y la de aficionados al teatro, con lo que de una tacada se
cubrían los tres grandes aspectos, el triángulo mágico y esencial, que
constituye el entramado de una actividad cultural coherente y sólida. Primero
hicimos el Cineclub, que inauguró sus sesiones en octubre de 1971 y a
continuación, casi las mismas personas (con algunos cambios) promovimos la
Asociación teatral, que hizo su presentación efectiva el 7 de febrero de 1972,
con la representación en la Casa de Cultura de la obra La zapatera prodigiosa, de García Lorca, a cargo del Grupo Tejulma,
de la Escuela de Magisterio, uno de los varios que entonces mantenían activo el
culto y la afición por el teatro, situación que también ha desaparecido. Tengo
la impresión de que ahora ya no queda ninguno con una actividad regular. Dos
años después, en octubre de 1974, la Asociación promovió y organizó la I Semana
de Teatro, con la presencia en Cuenca de La Cuadra de Sevilla, una de las
compañías míticas y señeras del teatro independiente, con un montaje
espectacular de Quejío.
Todo eso son datos para la historia y la información, que
conviene recordar de vez en cuando porque la memoria es frágil y suele mostrar
cierta tendencia a confundir o mezclar los hechos. Aquella Asociación de Amigos
del Teatro cubrió una etapa y desapareció. Años más tarde, en 1995, otro grupo
de aficionados retomó el proyecto y con nuevos planteamientos e ideas dio forma
a otro colectivo al que llamó del mismo nombre que el original y que ha
pervivido hasta hoy. La explicación dada en su despedida me sugiere un par de
consideraciones. La primera tiene que ver con el motivo fundamental, el dinero,
o sea, su escasez o ausencia. La estructura de las asociaciones culturales
existentes en Cuenca es debilísima, tanto que solo una (que yo sepa) es
autosuficiente y se puede mantener por sí misma. Todas las demás (y son muchas)
necesitan recibir de manera permanente subvenciones de las instituciones
públicas, un dinero limitado, siempre insuficiente y, además, entregado a
destiempo lo que ocasiona un amplio repertorio de problemas y dificultades, que
en este caso se han puesto especialmente de relieve.
La segunda observación que se me ocurre tiene que ver con
otro párrafo del comunicado de despedida, en que los directivos de la
Asociación se quejan de la desatención de la persona responsable de la
Fundación de Cultura. Este lamento no es nuevo: se repite a muchos niveles y
por muchas personas, que buscan respuestas y solo reciben el silencio, porque
concejales y diputados no oyen, no contestan, no cogen el teléfono, no se
comunican. Es, en principio, una falta de respeto pero es, sobre todo, un
desprecio hacia una de sus obligaciones fundamentales de la que, por cierto,
todos suelen presumir mucho cuando están en campaña y aseguran a los presuntos
votantes que tendrán cercanía hacia nosotros, estarán atentos a nuestras
necesidades, actuarán siempre pensando en el bien común, dispuestos a
satisfacer las necesidades colectivas. Todo es de color de rosa en campaña y
todo se va al garete en cuanto ocupan los sillones públicos. Este alejamiento
de la realidad, esta huida de las necesidades reales de la gente es,
verdaderamente, algo muy curioso, propio del tiempo que nos ha tocado vivir.
Comentarios
Publicar un comentario