08 04 2021 EL ARTE VINCULADO A LA SEMANA SANTA
La recién terminada Semana Santa nos ha dejado algunas experiencias ciertamente interesantes, con momentos muy valiosos que han servido para compensar el disgusto producido por la imposibilidad de sacar los pasos a la calle lo cual, si bien se mira, es una contradicción, porque la naturaleza de las procesiones está ligada al movimiento, al acto de desfilar por las calles, con un ritmo y una liturgia establecidas. No poder salir, permanecer estables en un sitio determinado, sin poder mover las imágenes, es en verdad una situación anómala, pero no más que otras muchas que han caído sobre nosotros desde que comenzó esta calamidad a la que, por cierto, aún no se le adivina el final y eso es quizá lo que más desánimo produce.
Ante
las dificultades se puede reaccionar con espíritu lacrimógeno o con ánimo
altivo, ese que impulsa a plantar cara y buscar remedio con los que intentar,
por lo menos intentar, aminorar los daños derivados de una situación
conflictiva. Es cierto, y en este tiempo lo estamos comprobando, que un
segmento de la población, ciertamente numeroso, se deja llevar por la tendencia
a vivir en un permanente lamento, como si fuéramos víctimas de la actuación de
un destino fatal frente al que no hay remedio. Pero no es menos cierto que
asistimos también a ejemplos de lo contrario y eso resulta verdaderamente
estimulante. En ese apartado incluyo a la Junta de Cofradías y a las hermandades
que la integran.
En
estas y otras cuestiones de similar contenido meditaba estos días pasados
asistiendo, como casi todo el mundo, incluyendo muchos maravillados turistas, a
las distintas propuestas preparadas para compensar la obligada quietud procesional.
Verdaderamente excepcional la de obras de arte en la exposición colectiva
instalada en el Museo de Semana Santa y que puesta en relación con la situada
en la iglesia de San Andrés, con todos los carteles elaborados en estos años
nos ofrece un amplísimo panorama, muy interesante, sobre la vinculación directa
entre Semana Santa y artistas conquenses, una relación que ya ha merecido
algunos estudios y que seguramente merece alguno más en profundidad. Por un
lado, las cofradías han concedido siempre un alto valor a la actividad de los
artistas y en compensación, éstos han estado también dispuestos a aportar su
propia visión del hecho semanasantero, incluidos los abstractos, con los
imprescindibles Zóbel, Torner y Saura a la cabeza, tres personajes que, además,
han estado muy incardinados en la vida social de la ciudad y desde esa óptica
no desdeñaron, en absoluto, implicarse con su arte en la Semana Santa.
A
ello se puede añadir también, y es prolongación de lo dicho hasta ahora, la
otra exposición de carteles de la Semana de Música Religiosa, ubicada en el
Centro Cultural Aguirre, en la que también hay un amplio muestrario de la
expresión artística aplicada a la técnica del cartelismo. De esa manera, a
través de situaciones estáticas, con la compañía siempre agradable de la música
o de algunas proyecciones videográficas, hemos tenido la oportunidad de vivir
una Semana Santa participativa y activa, lo cual es un mérito que se debe
atribuir a quienes han propiciado que tal cosa pudiera ocurrir. A lo que se puede
añadir otro elemento igualmente muy interesante, el de las visitas a las
iglesias para contemplar los pasos en el espacio que ocupan durante todo el
año, en esta ocasión con una perspectiva diferente, no vinculada directamente a
los preparativos o las puestas en andas. Y creo, quiero creer que además esas
visitas han servido a muchos para descubrir lo que esos templos tienen de
arquitectura, de arte, pequeños detalles que quizá pasan desapercibidos cuando
lo que se busca es otra cosa. Con lo que vuelvo al principio: no ha estado nada
mal esta peculiar Semana Santa de Cuenca.
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