21 11 2020 LARGA ESPERA PARA CONOCER UN POCO DE HISTORIA
Larga espera para conocer un poco de historia
La expresión “tiempo próximo” es
naturalmente ambigua y no compromete a nada. Esa proximidad lo mismo puede
referirse al día siguiente que a una semana después o el año que viene, pero me
da que entre la fecha que he citado al comienzo y la que marca hoy el
calendario ha transcurrido tiempo más que suficiente para que las esperanzas
entonces insinuadas hubieran podido quedar concretadas en algo visible y
tangible. Y con ello, entre otras cosas, se daría respuesta a las personas que
con evidente interés se acercan a rodear el espacio exterior de lo que
teóricamente corresponde a esas ruinas históricas que se encuentran escondidas
bajo el piso de la plaza de Mangana y que apenas si pueden ser entrevistas o
adivinadas desde los opacos cristales que la rodean.
Las obras de recuperación de ese espacio
histórico, marcadas singularmente por lo que fue el Alcázar musulmán se han ido
desarrollando de manera en verdad parsimoniosa, sin que uno, alejado de los
cada vez más complejos y estúpidos mecanismos administrativos, sea capaz de
comprender cómo es posible que una obra de ese calibre no consiga llegar a su
término de una vez por todas, sino que se nos van entregando pequeñas píldoras,
alguna tan discutible como la espantosa protección metálica que se ha situado
en la zona correspondiente a El Carmen y que parece contar con los beneplácitos
de los responsables del Patrimonio.
De todo lo que se viene haciendo
durante años inacabables en la Plaza de Mangana, el elemento estrella, dicho
por los propios responsables del Consorcio en un momento de optimismo, es
precisamente la musealización y puesta al descubierto para uso público del
subsuelo, donde se encuentran los restos de un pasado cuyos girones se mezclan
entre sí y que se remontan a lo más antiguo que se puede conocer de esta
ciudad, aquel casi mítico Alcázar árabe que sólo es dable imaginar, como
espectacular coronación de las murallas, ciertamente poderosas, que se
encumbraban sobre el farallón rocoso natural. Junto a esos restos se encuentran
los elementos que menciono al principio y otros más que se han ido
identificando, como la sinagoga o la iglesia de Santa María, que los cristianos
levantaron sobre ella. Todo eso, que los profanos no sabemos reconocer,
necesita la ayuda de los expertos para poder establecer un itinerario
coherente, debidamente identificado con cartelas que indiquen qué es cada cosa,
cada detalle.
Terminar de una vez por todas con
este larguísimo proceso debería ser un objetivo prioritario de las
instituciones responsables, tanto porque no tiene sentido prolongar de manera
indefinida una obra, la que sea, como por el evidente interés cultural que
ofrecerá a todos, empezando por los conquenses, que podremos conocer de manera
muy próxima la realidad de nuestro pasado como turístico, porque la experiencia
tiene demostrado que este tipo de propuestas despiertan una gran curiosidad en
los visitantes. Basta con ver con qué ganas se acercan ahora a las cristaleras,
para no ver prácticamente nada.
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