28 12 2019 LAS HOJAS QUE CAEN DEL CALENDARIO
Las hojas que caen del
calendario
De
acuerdo con las leyes inexorables del tiempo, nos toca llegar al final de un
periodo anual y al comienzo del otro, mecanismo repetido desde hace millones de
años, solo que quienes existían en el lejano inicio de las vivencias humanas
sobre la Tierra no eran conscientes de que sucedía tal cosa y, por tanto,
tampoco tenían la menor preocupación por hacer balance de lo sucedido y menos
aun planificar deseos y proyectos para el inmediato futuro. Es lo contrario de
lo que experimentamos en este tiempo presente, tan convulso, que llega al
tránsito sin que se haya podido resolver el tormentoso dilema de la formación
de un nuevo gobierno, asunto que nos ha ocupado durante meses envueltos en
miles de tertulias y artículos sabihondos, todos ellos inútiles para convencer
a nuestros dignos representantes políticos de que el pueblo está de ellos hasta
donde se puede estar. No obstante, un suave aroma de pronto remedio viene a
alimentar la esperanza de que podremos conocer el fin de este culebrón, que
arrancó en primavera y, con un poco de suerte, va a cumplir un ciclo anual
completo. Si los Reyes Magos tienen corazón y entendederas, oirán el deseo
colectivo de un pueblo irritado.
Y para
esta tierra conquense, convulsa y en buena medida desconcertada, ¿cuál podría
ser el balance del año que termina y cuáles los propósitos para el que empieza?
En esto, como en todo, cada cual cuenta la feria según la ha ido, de manera que
habrá opiniones para todos los gustos. A mi entender, en la primera parte del
esquema, no se han producido grandes novedades. Busco en mi memoria, sin
necesidad de recurrir a archivos ni anotaciones, y no encuentro nada
especialmente llamativo que pueda servir para marcar 2019 como “el año de”, a
diferencia de otros en que, por una obra significativa (el año que llegó el
AVE), por un suceso espectacular (el año que Sergio Morate mató a las dos
chicas), por una noticia enriquecedora (el año que se otorgó a Cuenca el título
de Patrimonio de la Humanidad), hay hechos que se vinculan a un momento
concreto de nuestro devenir colectivo. Eso, tal como yo lo veo, no ha ocurrido
en los últimos doce meses lo que nos puede llevar a pensar que ha sido un
periodo anodino, como de tránsito inadvertido, sin dejar tras sí más recuerdo
que el de la simple cotidianeidad sin aspavientos ni sobresaltos, porque ni
siquiera la tímida crecida del Júcar ha servido recientemente más que para el
disfrute de los fotógrafos aficionados.
Desde
esa perspectiva miramos al inmediato horizonte que se va a abrir tan pronto
lleguen las uvas de aquí a unas pocas horas. Cada cual, en.su pensamiento,
tendrá hecho un listado de deseos o proyectos, personales o colectivos. Por
supuesto, una amplia mayoría está dispuesta a aprender inglés, ya, y otra no
menos mayoría tiene el ferviente propósito de que, este año sí, va a hacer
ejercicio con el mejor de los entusiasmos y perseverancia. Nos queda una visión
de conjunto a la preocupación general, la que va afrontando cada vez con un
sentimiento más acusado de escepticismo el futuro que espera a esta provincia,
para la que son ya muy raras las noticias esperanzadoras o positivas. Sería muy
consolador que el nuevo año nos trajese, cuanto antes, una de ellas, algo que
significase un impacto capaz de remover las conciencias y hacer aflorar un poco
de entusiasmo. No todo va a ser negativo, no todas las noticias van a
machacarnos con la crisis de la despoblación, no siempre va a ser mirar el
horizonte en espera de que asome el sol y despeje los nubarrones. En algún
momento tiene que salir, iluminar el paisaje y calentar los ánimos alicaídos. A
lo mejor el nuevo año consigue cambiar el signo de las dudas que nos abruman.
Comentarios
Publicar un comentario