29 06 2019 CUANDO HABÍA ROMERÍA EN SAN JUAN DE LA RIBERA
Cuando había romería en
San Juan de la Ribera
El
nuestro es un país festivo. No más que otros muchos, porque en casi todos los
seres humanos vienen mostrando una tendencia atávica a festejar con cualquier
motivo plausible que se ponga al alcance de las iniciativas organizadoras.
Antiguamente, el pretexto tenía que ver con cuestiones laborales, más o menos
traídas al pelo, sobre todo vinculadas al campo y sus procesos, tendencia
claramente arrinconada por las incontables advocaciones religiosas que un día
sí y otro también son motivo de celebraciones en todos los lugares de nuestro
territorio; en algunos hay varias de ellas, como sucede, sin ir más lejos, en
la propia capital provincial, donde son abundantes las citas festivas, todas en
torno a un santo o virgen, a lo largo del año.
Por
eso es extraño –a mí me lo parece- que una de esas fiestas, que tuvo un fuerte
arraigo popular, haya desaparecido y no es eso lo más raro, sino que nadie haga
lo posible por recuperarla, de manera que Cuenca parece haberse convertido en
una isla de indiferencia, ajena al entusiasmo que el día de san Juan despierta
en medio país. En Cuenca, la celebración,
romería incluida, tenía por escenario la amplísima explanada natural que se
abre en las inmediaciones de la ermita de San Juan de la Ribera, junto al
Júcar, algo más allá de donde se encuentra la Playa Fluvial, pero enfrente, en
la margen izquierda del río. El paraje se puede contemplar perfectamente desde
el mirador de la ermita de San Isidro, aunque de la ermita apenas si quedan
unas pocas piedras en pie. Muñoz y Soliva, tan amigo de estas costumbres
populares, nos ofrece una imagen muy lucida de cómo se celebraba la fiesta,
explicando su experiencia un día de San Juan en que tuvo que ir a oficiar misa
a la ermita: “La verbena fue
concurridísima; por cualquier parte de oían músicas de bandurria y guitarra y
se veían hoguerillas para hacer el chocolate o calentar el desayuno; y saliendo
por la tarde a paseo, vimos la ciudad verdaderamente despoblada. Desde la Plaza
Mayor a la salida para Valencia no habría quince casas con moradores; todos
estaban en la orilla del Júcar”.
Por entonces existía en Cuenca una parroquia de San Juan, a
medio camino en la subida a la parte alta. Años después de ser suprimida, hubo
un movimiento para recuperarla en la parte baja, donde se estaba urbanizando el
centro urbano, con lo que hubiera sido la primera parroquia moderna de la
ciudad, pero no se pasó del intento teórico. Según Piñas Amor, que conocía como
nadie todo lo que sucedía en las inmediaciones del Júcar, la romería del día de
San Juan se estuvo celebrando hasta el año 1936 y cuenta también que en el
interior de la ermita había un cuadro con la imagen del santo, que podía verse
desde el ventanillo de la puerta. A diferencia de lo que sucedió con muchas
otras cosas (la Semana Santa, sin ir más lejos) terminada la guerra civil nadie
se acordó de recuperar la romería a San Juan de la Ribera, que de esa forma
pasó a la historia y al territorio en que se acumulan los recuerdos y la
nostalgia. Peor aún: la ermita, enclavada en una finca que había pasado a ser
propiedad de la empresa eléctrica, quedó abandonada, sin santero ni santo, ni
feligreses ni romeros, con lo que entró en ese camino terrible que conduce a la
ruina total, situación en la que ahora se encuentra y, sospecho, sin remedio
alguno.
Esta
semana que ahora termina, las hogueras de San Juan han iluminado incontables
lugares de la España festiva. Me parece curioso, muy curioso, que Cuenca se
mantenga al margen de una costumbre tan extendida.
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