08 09 2018 CAMBIA EL TIEMPO, SIGUEN LAS CIRCUNSTANCIAS
Cambia el tiempo, siguen las
circunstancias
Parece cosa ineludible en un
articulista que se precie hacer referencia al hecho, evidente y tópico, de que
hemos entrado en septiembre, con todo lo que eso significa, empezando por la
liquidación del verano, el calor, la playa, las terrazas, la molicie y todo lo
demás. La transición de un tiempo a otro nos llega acompañada de la brutal
noticia del paro y su terrible incremento simplemente porque se ha producido
algo tan sencillo y elemental como pasar la hoja del calendario y así, de un
plumazo, la realidad se nos mete de lleno para decirnos que aquellas
perspectivas optimistas eran engañosas y que la debilidad estructural del país
está ahí, necesitada de correcciones, dicen todos los agentes sociales, sin que
nadie sea capaz de señalar la fórmula mágica para aplicar tal cosa. Mientras,
la dependencia del turismo nos sitúa en la misma cuerda floja en que siempre ha
estado la situación y más ahora, dicen los expertos, que nuevamente se produce
una derivación de viajeros hacia terrenos más propicios, porque son más baratos
y esa es una norma de general aplicación, tanto si buscas un billete de avión
como un bote de tomate en el supermercado o el seguro del coche.
Los medios de información
repiten incansables las habituales retahílas del comienzo de curso, de cada
curso: el coste de los libros, el peso de las mochilas que llevan los más
pequeños, los deberes (que no deberían existir pera cada año son mayores), la ratio
escolar, el transporte con sus consecuencias y todo lo que ya sabemos pero que
se repite una y otra vez, como en la letanía de un rosario, sin que nunca
tengan mayores consecuencias. Simplemente, nos acostumbramos a oírlas. Como,
además, siempre hay docenas de voluntarios dispuestos a poner voz y cara en
cuanto ven un micrófono (mejor si va con una cámara), se almacena un cuantioso
repertorio de tópicos, por no decir sandeces, que podrían salir de los archivos
en cualquier momento., Con agosto se
acabaron las rebajas pero eso no significa, en modo alguno, que los
comerciantes, sobre todo los de ropa, estén dando palmas con las orejas. El
sistema es perverso, según yo lo veo. Tal como funcionan las cosas, hay más
tiempo de rebajas que de ventas convencionales por lo que, con obvia razón,
casi todo el mundo renuncia a comprar en temporada porque sabe que en muy poco
tiempo se podrá encontrar lo mismo con descuentos. Las leyes, esas leyes
rigurosas hechas para quedar incumplidas, establecen una normativa que, con
astucia e imaginación, se puede sortear para introducir mecanismos correctores,
vendiendo a bajo precio sin utilizar la palabra rebaja. Más sensato sería,
pienso yo, empezar bajando los precios desde el comienzo y así se podrían
recuperar compradores.
La llegada del otoño, o el
tiempo fresco, por decirlo de otro modo, traerá también una disminución en el
terrible tráfico de pateras y similares que nos acongojan un día y otro, con
sus escenas complementarias de saltos de valla, centros de internamiento, niños
abandonados, devoluciones en caliente y demás angustias sin aparente solución.
Solo el mal tiempo en los mares podrá suavizar el impacto de esas imágenes, sin
que el problema desaparezca. Lo que si seguirá vigente, para desesperación y
aburrimiento de todos, es la cuestión catalana, convertida ya también en un
soporífero y marrullero concierto de voces desafinadas.
En el horizonte inmediato,
elecciones a seis meses vista. La campaña ya ha empezado. Quienes han
malgastado cuatro años ven llegada la hora de salir a la palestra, rendir
cuentas de lo que no han hecho y esperar el veredicto de las urnas. Que, a
veces, es implacable. Y, seguramente, va a ser muy duro.
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