22 05 2016 ARTE Y FOTOGRAFÍA EN HUETE
Arte y fotografía en Huete
Está escrito y se sabe: los museos
son piezas básicas en la estructura cultural de un lugar, sea pueblo o ciudad,
y elementos esenciales en la atracción turística. El problema consiste en
acertar, tanto en el continente como en el contenido. Por eso hay aciertos
considerables y fracasos estrepitosos.
Una de las mayores satisfacciones
que se puede encontrar paseando por estos mundos es llegar a lo que fue un
edificio histórico destartalado, envuelto en las tristezas del
abandono y verlo
ahora limpio, reluciente, restaurado. Pero, sobre todo, verlo utilizado, porque
si lo primero se ha hecho para nada el resultado final, a largo plazo, será
llegar al mismo sitio de antes (y más de un ejemplo desdichado tenemos al
alcance de la mano). La visión actual de El Cristo, en Huete, es ciertamente
impresionante y anima a seres habitualmente pesimistas, como yo, a creer en un
destino de mejores posibilidades para nuestro vapuleado patrimonio.
El complejo conventual llamado de
Jesús y María, conocido desde siempre en Huete como El Cristo, es uno de los
grandes monumentos que cubren la superficie provincial, levantado en el siglo
XVI por iniciativa del canónigo Marcos de Parada y destinado a acoger a monjas
de la orden de San Lorenzo Justiniano. Lo más llamativo, externamente, es la
espectacular portada de la iglesia, de la que maravilla tanto el espléndido
trazado clásico como los hermosos detalles ornamentales y que viene sirviendo
para especular sobre quien pudo ser el artífice que trazó tan delicada pieza
arquitectónica.
Pero no es la portada de El Cristo
la que hoy ocupa nuestra atención, sino el convento anexo a la iglesia, un
poderoso volumen edificado con severa estructura propia del destino que debía
cubrir, mediante la disposición ordenada de sus elementos en torno a un
claustro central, de gran amplitud y que ahora, restaurado al completo, es de
una vistosidad elegante, aportando su admirable presencia al entorno artístico
que se ha formado a su alrededor.
Porque, y esto es quizá lo más
interesante, El Cristo es desde hace unos meses un museo dedicado a la fotografía.
Desde siempre preocupó el estado de conservación del edificio y por eso en 1984
se iniciaron obras de restauración que, con altibajos y tropezones (o sea,
descansos por falta de dinero) han llegado hasta hoy. Para dar vida a este
considerable volumen edificado la Diputación, a través de la Fundación Antonio
Pérez, ha tenido la feliz idea de instalar aquí un museo especializado en una
de las artes más jóvenes y modernas, la fotografía, distribuyendo en la planta
baja una colección de imágenes que forman parte de exposiciones temporales (se
inició con una, espectacular, de Francesc Catalá Roca, uno de los grandes
clásicos españoles) y en la planta superior obras representativas de varios
fotógrafos modernos ofreciendo entre todos un apasionante paseo de variados
matices, con sugerencias tan ricas como corresponde a propuestas de muy diverso
sentido.
En las severas galerías que forman
el receptáculo que circunda el claustro se ha habilitado el circuito poblado de
imágenes. En este caso, la confluencia de clasicismo y modernidad no chirría,
como en otros casos, sino que se acopla con tan ajustada precisión que podría
creerse en una suerte de voluntad esotérica que, en el inicio de la obra
arquitectónica, ya marcara su destino como lugar apropiado para la fotografía.
No se (tampoco he tenido interés
alguno en averiguarlo) cuántas personas, cientos o miles, han visitado ya este
museo; tampoco estoy muy seguro de que se haya implantado un eficaz sistema de
información suficiente para atraer visitantes (en general, la información
turística sobre nuestra provincia es muy deficiente), pero quizá pueda servir
el boca a boca, al que me sumo con este artículo, para señalar con el dedo la
presencia de este nuevo museo ubicado en un ámbito tan espectacular que la mirada
se pierde yendo presurosa desde los cuadros colgados en las paredes a los
artesonados, las columnas, el claustro, la delicada solería, para hacer de la
visita a Huete, siempre interesante, un motivo más de atracción.
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