EL PRESENTE DE BARCHÍN Y EL PASADO DE FUENTE DE LA MOTA
El nombre de Barchín del Hoyo es uno de los que mejor se presta a las elucubraciones de quienes se sienten atraídos por los juegos etimológicos y se entretienen en buscar significados o analogías cada vez más rebuscadas con el fin de alcanzar el objetivo propuesto, todo por no hacer caso de lo que con toda simpleza y claridad decían quienes ayudaron a redactar la Relación Topográfica del siglo XVI: no tenían ni habían oído nunca alguna explicación sobre el nombre del pueblo. Eso, por lo que se refiere a la primera parte, que la segunda es bien clara, como dice Madoz: “está situado en una hondonada dominada de grandes alturas”. Tal cosa sucede en la parte central de la provincia, en esa zona de transición donde los riscos serranos van suavizándose para dar forma a las llanuras manchegas, de manera que no queda totalmente claro si estamos en una comarca o en otra, pudiendo elegirla a capricho, según convenga. Lo evidente es que cerca, apenas a unos kilómetros, está la potente Valeria romana y un poco más allá el embalse de Alarcón, como puntos diáfanos de referencia que pueden ayudar a localizar el sitio para quien no sea diestro en leer los mapas. A Alarcón, que acabo de citar, estuvo sujeta Barchín del Hoyo durante la Edad Media, como aldea de la entonces potente urbe, hasta que los Reyes Católicos pusieron fin al señorío del marqués de Villena y llegó la independencia jurisdiccional para aquellos pueblos. Y ello sin olvidar la referencia necesaria al río Júcar, que cruza el término y en el que había diez o doce molinos hidráulicos, todos ellos desaparecidos en la actualidad y es una lástima. También es un territorio muy generoso en fuentes y manantiales que esos sí, por fortuna, siguen existiendo y dan forma a numerosos arroyuelos.
En
Barchín del Hoyo hay un presente, el que forma el pueblo actual, como es, con
su plaza, sus calles, su iglesia, sus edificios nobles. Y hay otro que se
vincula con un antiquísimo pasado, que manos hábiles llevan tiempo empeñadas en
devolver a la actualidad y aunque tal cosa se está haciendo con lenta
parsimonia, lo encontrado hasta ahora y puesto a la luz pública es tan
interesante que bien merece un párrafo detallado. Y es que hacia levante del
pueblo actual, en el sitio denominado Fuente
de
El yacimiento de la Fuente de la Mota, que es monumento histórico-artístico desde el año 1981, ha sido especialmente generoso en cuanto al material cerámico encontrado, con piezas de extraordinaria calidad y belleza, demostrativas de la existencia de una auténtica industria que cuidaba no solo la utilidad de los productos sino su capacidad decorativa, a partir de barros procedentes de los lugares inmediatos. Hasta poco después del final de la guerra civil, Barchín del Hoyo fue uno de los focos alfareros de la provincia de Cuenca, con más de 40 hornos trabajando. El concepto mal entendido de desarrollo a ultranza puso fin, de manera insospechada y rápida, a esta artesanía que ya no ha podido ser recuperada y que, además, ni siquiera suele ser citada por quienes hablan o escriben de este tema y repiten con monotonía los nombres de Cuenca, Priego y Mota del Cuervo, como si no hubiera habido más. Pues los hubo, y este es un buen ejemplo.
Aparte esta circunstancia especialísima, el casco urbano actual se encuentra bastante bien conservado, con algunos edificios de estilo popular que mantienen las fachadas con piedras del lugar. El punto neurálgico es la plaza denominada Rincón de Acuña, a la que vierten dos grandes edificios, la iglesia parroquial y la casa palacio de los Melgarejo. Junto al templo, ligeramente separado de él, alza su ruinosa presencia un antiguo torreón de planta cuadrada, del que apenas si sobreviven ya unos pocos fragmentos de sus muros. En las calles de la Yedra, Prieto y Plateros se pueden encontrar portadas y rejas de valor mientras que Las Cuatro Esquinas conserva aún los rumores de añejas tertulias masculinas en los atardeceres de los días templados.
La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción es un templo de grandes dimensiones, iniciado en estilo gótico tardío durante el siglo XVI, con añadidos y ampliaciones posteriores. En conjunto, ofrece un aspecto de gran sobriedad y poderosa arquitectura de calidad con una delicada cornisa corriendo todo el perímetro. Tiene dos portadas, una en el lado sur, del siglo XVII, en estilo barroco, y al lado contrario, en la fachada norte (dando a la plaza de Rincón de Acuña), hay otra puerta, de mayor sencillez formal, ya que se organiza mediante un simple arco de medio punto en piedra.
En el altar mayor, que
corresponde al siglo XVII el espacio lo ocupa por completo un excelente retablo
barroco dedicado a la imagen titular de la parroquia. En el resto de las naves
hay siete retablos más, destacando dos de estilo churrigueresco bien
conservados. La capilla de los Melgarejo se abrió en la nave lateral izquierda,
cerca de la cabecera, a finales del siglo XVII
con una portada en piedra mediante arco triunfal de medio punto que da
paso al interior, de gran belleza artística y un muy buen retablo barroco. A
los pies queda situado el coro, elevado sobre una especie de podio, en el que
se puede ver, felizmente recuperado, el antiguo órgano barroco, una pieza de
singular valor, construida en el taller de Juan Ruiz Fresneda en el que
trabajaba el que habría de ser gran organero Julián de
En cuanto a la casa-palacio de los Melgarejo (cuya imagen acompaña este artículo), situada en la calle la Yedra que forma parte de la plaza Rincón de Acuña, está completamente restaurada. Es un edificio del siglo XVI, reedificado en el XVIII, con un gran volumen arquitectónico, de nobilísima traza, un gran portón principal y varios ejemplares de rejería tradicional, distribuidos, como toda la fenestración en fachada, de manera regular en torno a una elegante portada de sillería adintelada, con un escudo recercado en su parte superior central.
Una palabra más se merece el vistoso edificio que sirve de sede al Ayuntamiento y tampoco sería justo salir de Barchín del Hoyo sin hacer una visita a la ermita de Nuestra Señora del Espino, situada en las afueras, en la carretera hacia Olmedilla de Alarcón, una importante construcción arquitectónica que forma un destacado hito en el paisaje.
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