EL PRESENTE DE BARCHÍN Y EL PASADO DE FUENTE DE LA MOTA

 


El nombre de Barchín del Hoyo es uno de los que mejor se presta a las elucubraciones de quienes se sienten atraídos por los juegos etimológicos y se entretienen en buscar significados o analogías cada vez más rebuscadas con el fin de alcanzar el objetivo propuesto, todo por no hacer caso de lo que con toda simpleza y claridad decían quienes ayudaron a redactar la Relación Topográfica del siglo XVI: no tenían ni habían oído nunca alguna explicación sobre el nombre del pueblo. Eso, por lo que se refiere a la primera parte, que la segunda es bien clara, como dice Madoz: “está situado en una hondonada dominada de grandes alturas”. Tal cosa sucede en la parte central de la provincia, en esa zona de transición donde los riscos serranos van suavizándose para dar forma a las llanuras manchegas, de manera que no queda totalmente claro si estamos en una comarca o en otra, pudiendo elegirla a capricho, según convenga. Lo evidente es que cerca, apenas a unos kilómetros, está la potente Valeria romana y un poco más allá el embalse de Alarcón, como puntos diáfanos de referencia que pueden ayudar a localizar el sitio para quien no sea diestro en leer los mapas. A Alarcón, que acabo de citar, estuvo sujeta Barchín del Hoyo durante la Edad Media, como aldea de la entonces potente urbe, hasta que los Reyes Católicos pusieron fin al señorío del marqués de Villena y llegó la independencia jurisdiccional para aquellos pueblos. Y ello sin olvidar la referencia necesaria al río Júcar, que cruza el término y en el que había diez o doce molinos hidráulicos, todos ellos desaparecidos en la actualidad y es una lástima. También es un territorio muy generoso en fuentes y manantiales que esos sí, por fortuna, siguen existiendo y dan forma a numerosos arroyuelos.

En Barchín del Hoyo hay un presente, el que forma el pueblo actual, como es, con su plaza, sus calles, su iglesia, sus edificios nobles. Y hay otro que se vincula con un antiquísimo pasado, que manos hábiles llevan tiempo empeñadas en devolver a la actualidad y aunque tal cosa se está haciendo con lenta parsimonia, lo encontrado hasta ahora y puesto a la luz pública es tan interesante que bien merece un párrafo detallado. Y es que hacia levante del pueblo actual, en el sitio denominado Fuente de la Mota, enclavado en la Sierra del Monje, se vienen realizando excavaciones arqueológicas desde 1976, centradas en la búsqueda y descubrimiento de un poblado prerromano, cuyas características han permitido aportar interesantes datos para conocer la configuración de estos lugares de la Edad del Hierro. El recinto, que debió tener una población de unas 250 personas, está protegido por murallas y fosos; los trabajos arqueológicos confirman que el lugar tuvo un notable desarrollo urbano. Las viviendas estaban construidas con un zócalo de piedra en la parte baja y adobe en el resto; las piedras inferiores están enlucidas con cal y pintadas en rojo con arcilla diluida. Excavaciones posteriores permitieron establecer la hipótesis de que se trató de un poblado industrial dedicado a la explotación de las materias primeras de su entorno, como hierro o arcilla y que, además, mantuvo una intensa red de relaciones con los lugares próximos. El poblado pudo ser destruido durante el paso de Anibal y sus pobladores, junto con el sistema de trabajo, pasaron quizá a la cercana Valeria, entonces en proceso de desarrollo por el impulso romano.

El yacimiento de la Fuente de la Mota, que es monumento histórico-artístico desde el año 1981, ha sido especialmente generoso en cuanto al material cerámico encontrado, con piezas de extraordinaria calidad y belleza, demostrativas de la existencia de una auténtica industria que cuidaba no solo la utilidad de los productos sino su capacidad decorativa, a partir de barros procedentes de los lugares inmediatos. Hasta poco después del final de la guerra civil, Barchín del Hoyo fue uno de los focos alfareros de la provincia de Cuenca, con más de 40 hornos trabajando. El concepto mal entendido de desarrollo a ultranza puso fin, de manera insospechada y rápida, a esta artesanía que ya no ha podido ser recuperada y que, además, ni siquiera suele ser citada por quienes hablan o escriben de este tema y repiten con monotonía los nombres de Cuenca, Priego y Mota del Cuervo, como si no hubiera habido más. Pues los hubo, y este es un buen ejemplo.

Aparte esta circunstancia especialísima, el casco urbano actual se encuentra bastante bien conservado, con algunos edificios de estilo popular que mantienen las fachadas con piedras del lugar. El punto neurálgico es la plaza denominada Rincón de Acuña, a la que vierten dos grandes edificios, la iglesia parroquial y la casa palacio de los Melgarejo. Junto al templo, ligeramente separado de él, alza su ruinosa presencia un antiguo torreón de planta cuadrada, del que apenas si sobreviven ya unos pocos fragmentos de sus muros. En las calles de la Yedra, Prieto y Plateros se pueden encontrar portadas y rejas de valor mientras que Las Cuatro Esquinas conserva aún los rumores de añejas tertulias masculinas en los atardeceres de los días templados.

La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción es un templo de grandes dimensiones, iniciado en estilo gótico tardío durante el siglo XVI, con añadidos y ampliaciones posteriores. En conjunto, ofrece un aspecto de gran sobriedad y poderosa arquitectura de calidad con una delicada cornisa corriendo todo el perímetro. Tiene dos portadas, una en el lado sur, del siglo XVII, en estilo barroco, y al lado contrario, en la fachada norte (dando a la plaza de Rincón de Acuña), hay otra puerta, de mayor sencillez formal, ya que se organiza mediante un simple arco de medio punto en piedra.

En el altar mayor, que corresponde al siglo XVII el espacio lo ocupa por completo un excelente retablo barroco dedicado a la imagen titular de la parroquia. En el resto de las naves hay siete retablos más, destacando dos de estilo churrigueresco bien conservados. La capilla de los Melgarejo se abrió en la nave lateral izquierda, cerca de la cabecera, a finales del siglo XVII  con una portada en piedra mediante arco triunfal de medio punto que da paso al interior, de gran belleza artística y un muy buen retablo barroco. A los pies queda situado el coro, elevado sobre una especie de podio, en el que se puede ver, felizmente recuperado, el antiguo órgano barroco, una pieza de singular valor, construida en el taller de Juan Ruiz Fresneda en el que trabajaba el que habría de ser gran organero Julián de la Orden en 1750.

En cuanto a la casa-palacio de los Melgarejo (cuya imagen acompaña este artículo), situada en la calle la Yedra que forma parte de la plaza Rincón de Acuña, está completamente restaurada. Es un edificio del siglo XVI, reedificado en el XVIII, con un gran volumen arquitectónico, de nobilísima traza, un gran portón principal y varios ejemplares de rejería tradicional, distribuidos, como toda la fenestración en fachada, de manera regular en torno a una elegante portada de sillería adintelada, con un escudo recercado en su parte superior central.

Una palabra más se merece el vistoso edificio que sirve de sede al Ayuntamiento y tampoco sería justo salir de Barchín del Hoyo sin hacer una visita a la ermita de Nuestra Señora del Espino, situada en las afueras, en la carretera hacia Olmedilla de Alarcón, una importante construcción arquitectónica que forma un destacado hito en el paisaje.

 

 

 

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