ALMENDROS, DONDE ABUNDAN LOS POZOS URBANOS
Almendros
está donde los caminos que trilló la Orden de Santiago, que por estos lugares situó
caseríos con la clara intencionalidad agroeconómica de explotar debidamente las
tierras sobre las que ejercía su señorial dominio, entre religioso y militar.
De hecho, este pueblo al que estamos llegando, de título inconfundible (no hay
en él ningún misterio etimológico, a pesar de que por aquí no abunda ese frutal),
Almendros, surgió a la vida precisamente en esa época, como resultado de la
repoblación emprendida tras la conquista cristiana a finales del siglo XII, por
los caballeros que tenían su sede organizativa y religiosa en el monasterio de
Uclés. Alcanzó la condición
de villa "de diez y siete o diez y ocho años a esta parte", decían en
1575 los redactores de
Son otros cultivos los que marcan la prioridad laboral que siguen teniendo, eso sí, un destino mayoritario en la agricultura, fundamento y base de la discreta economía local con la que se garantiza el sustento para la población, que antaño fue mucho más numerosa y que ahora se cifra en torno a los 300 habitantes, bien acomodados en un recinto urbano amable, correctamente estructurado, sin alharacas modernistas que puedan alterar el equilibrio y manteniendo algunos elementos de cierto sabor antiguo. Entre ellos, y es una curiosidad digna de que se resalte, por infrecuente, los pozos antiguos de los que se conservan varios, muy interesantes.
Hay una plaza mayor, amplia, bastante grande, y otras varias placetas o placetillas, aunque alguna es también de notable amplitud, como veremos andando y callejeando por el lugar. Fijémonos, para empezar, en la principal de todas ellas, la Plaza de España donde, al uso tradicional, tiene enfrentados la iglesia parroquial y el edificio municipal, confirmando así ese maridaje que viene a ser consustancial en tantos pueblos españoles. La plaza es un ámbito agradable, limpio, ordenado al gusto de los tiempos, y en ella dominan los dos edificios públicos que representan el poder civil y el religioso, junto a una gran casona de moderna factura. En los muros de la iglesia se aprecia la presencia de una antigua puerta, ahora cegada y, delante de ella, un hermoso pozo antiguo, uno de los varios que se encuentran por estas calles.
La iglesia antigua estaba dedicada a Santa Elena, sin que conste con precisión en qué momento se cambió la titularidad al nombre actual, La Invención de la Santa Cruz, algo que debió ocurrir al implantarse la fiesta tradicional que comentaré más adelante. Por ahora nos quedamos en la contemplación de este edificio incompleto porque la obra prevista superó con mucho las posibilidades del momento. Había una iglesia primitiva, construida seguramente con medios muy simples en el momento de la repoblación del lugar, pero de ella no se conserva ningún elemento. Cuando el pueblo creció y se vio con mejores fuerzas económicas emprendió la construcción de templo más capaz, con un planteamiento ciertamente ambicioso, pues concebía una planta con tres naves, pero el propósito no se pudo desarrollar por completo, de manera que eso explica algunas de las peculiaridades que hoy se pueden observar, como que el edificio esté adosado a unas viviendas que entorpecen la visión del conjunto, la anómala disposición de la portada o que la torre se encuentre junto a la cabecera, y no a los pies como es habitual
Por la parte trasera de la iglesia,
una puerta cegada encuentra la amable compañía de un pozo, símbolo importante
en esta Mancha vinculada secularmente a la sequedad y, por tanto, devota
adoradora del agua. Ya he dicho que una de las más notables curiosidades que
nos ofrece Almendros es la conservación de varios pozos antiguos que sobreviven
en sus calles y que son interesantes, por su valor etnológico, pues nos
recuerdan a todos aquel tiempo en que el agua, un bien siempre precioso,
sobresalía en mitad de los pueblos, mediante artificios muy valiosos. Además
del que he citado por detrás de la iglesia hay otro en la plaza José
Antonio mientras que en el resto del
recorrido callejero pueden encontrarse sorprendentes (y meritorias)
convivencias entre elementos antiguos y populares con las aportaciones del
urbanismo moderno que todo lo arrasa. Son pequeños detalles de añejo sabor que
sobreviven en un ámbito urbano muy modificado..
Hay algunos puntos de interés en los
alrededores del pueblo, como La Fuentecilla, El Cañuelo o el Chozo Pepino, pero
el más importante de todos es la ermita de la Concepción, a la que se llega por
un agradable camino arbolado que se inicia junto al Centro Cultural “La
Inmaculada”, ese venerable recinto que procura mantener en pie la inestable y
delicada estructura cultural en los ámbitos rurales y cuya visión siempre
suscita una emoción especial. Por un agradable paseo arbolado se llega hasta un
paraje preparado debidamente para los ratos de ocio colectivo, merendola
incluida, con un pretexto de evidente valor simbólico, la ermita de la
Inmaculada Concepción, de rancia raigambre popular pues ya se menciona en la
Relación Topográfica del siglo XVI, pero la
fábrica actual es del siguiente y a ello hay que añadir obras posteriores de
restauración. En el interrogatorio de Fermín Caballero se recoge la fama
popular de que desde este lugar se pueden contemplar por los menos 18 lugares
comarcanos, incluyendo el castillo de Consuegra, las sierras de Toledo e
incluso las estribaciones de Sierra Morena. Todo ello tiene su mérito, como es
natural y ayuda a la valoración de un entorno ciertamente muy valioso.
Intentan en Almendros recuperar su
antigua fiesta de moros y cristianos, a la que no falta alguna peculiaridad.
Tuvo fama y prestigio hace muchos años (de hecho, se la menciona en varias
crónicas antiguas) pero luego decayó y prácticamente desapareció hasta que
surgieron las fuerzas convenientes para emprender la siempre delicada faena de
la recuperación. Se celebra a primeros de mayo y consiste en una
representación teatral a caballo, en la que se van escenificando diversos
encuentros entre ambos bandos a lo largo de las calles del lugar. Son seis por
cada grupo, debidamente uniformados para que se conozca con precisión a qué
sector pertenece cada cual. El objetivo de los encuentros es que los cristianos
consigan la conversión de los musulmanes. Una curiosa novedad es la presencia
de un ángel que guía a las tropas cristianas en su itinerario, mientras que un
demonio vestido de rojo, con una hoz en la mano, va narrando en tono satírico
algunos momentos de la vida del pueblo. El acto culmina con el canto del mayo,
en forma colectiva, en la iglesia. Por lo dicho hasta aquí, que no pasa de ser
un breve resumen de la realidad, queda claro que esta escenificación de
Almendros no tiene nada que ver con la que se hace en tierras levantinas pero
tampoco con las que cobran fama en lugares de la provincia de Cuenca como
Valverde de Júcar o Valera de Abajo.
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