27 03 2025 EN ALIAGUILLA SE SIENTE EL AROMA MEDITERRÁNEO

 


En este semanal deambular por los pueblos que forman la provincia de Cuenca llegamos hoy a un punto extremo, donde terminan estas tierras y al otro lado de la línea fronteriza o limitadora aparecen ya las de levante, con su inconfundible olor a mar. En Aliaguilla, la influencia mediterránea se ha sentido siempre y se aprecia en los elementos decorativos que ilustran las calles y las viviendas. Había antes un detalle identificador, el de las matrículas de los coches, cuando se diferenciaban con letras alusiva a la provincia y aquí abundaban las V, más que las CU. Ahora ya no hay manera de distinguir unas de otras. Pero que conste, y lo digo para evitar suspicacias, que eso no significa que aquí haya algún tipo de menosprecio hacia lo conquense, que de ninguna manera ocurre tal cosa. Sólo que Cuenca está donde está y Valencia se queda al lado. El sentido práctico de la vida orienta las necesidades hacia un sitio u otro. La influencia levantina es tal que incluso hay una calle dedicada a Blasco Ibáñez, personaje nada frecuente en el callejero de los pueblos conquenses.

     Aliaguilla tiene una estructura urbanística claramente diferenciada, entre el sector antiguo, que se encarama sobre el cerro y la parte baja y moderna, que además de otro tipo de construcción se ha levantado lo que podemos considerar un barrio independiente, en el que se alinean en amorfa distribución, multitud de naves industriales y agrícolas (o agro-industriales, por decirlo mejor). A la entrada del pueblo hay un puente blanco, de piedra encalada, con dos ojos, que sirve para pasar del recinto antiguo del pueblo a la zona de expansión moderna, salvando la rambla de los Cerezos que, como corresponde, está siempre seca, salvo cuando llega la hora de arramblar, cosa que, según recuerdan los más viejos del lugar, ocurría antiguamente de vez en cuando y no tengo constancia expresa de que ahora, con lo que ha caído, no haya vuelto a ocurrir. Al menos, el nombre de Aliaguilla no ha aparecido en la lista de desastres que encabezan Mira y Landete, lugares muy próximos a éste.

    El significado del nombre del pueblo probablemente es muy sencillo, a pesar de lo cual no falta quien se entretiene en buscar raíces latinas o fenicias para encontrar un esotérico significado. A mí parece mucho mas sencillo creer que Aliaguilla deriva de aliaga, una planta que alcanza un brillante desarrollo en la ya próxima primavera, cuando los campos serranos de cubren de enormes rodales de color amarillento y como justamente la aliaga abunda por aquí, parece fácil encontrar ahí el origen del nombre, sin necesidad de complicarse la vida. Su historia está vinculada al marquesado de Moya, al que se incorporó como lugar propiedad de la Casa de Albornoz, época en la que tuvo una pequeña atalaya que no llegó a la condición de castillo. Estaba en lo alto del cerro, que sigue llamándose Cuesta de la Torre. No es el único elemento histórico del pueblo, porque en su término municipal está también la Cueva del Collado de la Plata, cerca de un paraje llamado Sobrarias, a los que solo se puede llegar por caminos carreteros, con vehículos apropiados o a pie. En ellos, los curiosos exploradores han encontrado algunos vestigios interesantes de un pasado remoto, seguramente íbero, monedas romanas y algunas piedras de dudosa identificación, que parecen proceder de cierta incógnita fortaleza. La cueva tiene su interés, al decir de los espeleólogos, por sus dimensiones y longitud y por la belleza del conjunto de estalactitas que la pueblan.

    Pero vayamos a lo que interesa y demos un  paseo por estas calles antiguas que se arriman a la ladera del cerro, encaramándose sobre él y forzando una distribución urbanística nada sencilla, con un numeroso conjunto de senderos intrincados, de calles algunas muy estrechas, como la de la Piedra, que parece ser la más significativa y personal, con un trazado quebrado que hace difícil seguir la numeración. No es la única con personalidad; también conservan algo de encanto las del Horno, el Mesón, la Iglesia, Fuente de la Hiedra, la de la Cuesta, la del Medio... El viajero encuentra siempre un especial placer anotando estos nombres, tan populares, identificados generalmente con circunstancias que forman parte de la naturaleza íntima de los pueblos. Como suele ocurrir en esta comarca, muy influida por el desarrollismo valenciano, la estructura inicial del pueblo, que tuvo su interés, ha sido modificada tan fuertemente y con tanta rapidez que apenas si permanecen algunos vestigios interesantes de arquitectura popular.

     Como en todas partes -en casi todas- la iglesia es el monumento más representativo del lugar. Se encuentra en alto, en un espacio ínfimo, abrumada por la proximidad de viviendas que la rodean por todas partes. A simple vista, no parece tener especial interés. Construida en el siglo XVI fue modificada en el XVIII. Es una mole sólida, muy voluminosa en su dimensión horizontal, con una torre adosada que apenas si levanta algo más que la nave; pero el pórtico, de dos arcos, encalado, tiene un inconfundible encanto popular como adelanto a la sencilla puerta de entrada. En el interior presenta una sola nave, de planta de salón cubierta por bóveda de cañón y terminada en un ábside poligonal. La decoración es muy sugerente, sobre todo las pinturas de la techumbre.

      El gran monumento de Aliaguilla es la ermita de San Antonio, situada en un espléndido paraje natural, un excelente ejemplo de arquitectura rural, que forma un complejo de templo y casa del santero, muy bien conservada en su interior -y ojalá permanezca así siempre, para lección de todos y en especial del futuro-; una leve cruz metálica y un pequeñísimo campanil levantan sus formas sobre el tejado rojo; la puerta, sencillísima y, pese a ello, muy elegante, destaca en la severidad armoniosa de las blancas fachadas. Es una pena que haya desaparecido la antigua hospedería que acogía a los romeros. Pero es, sin duda, un espacio de enorme placidez, en el que se puede disfrutar sin agobios en cualquier momento. Aunque no haya fiesta ni comida como sucede, naturalmente, el 13 de junio de cada año

      Aliaguilla se encuentra inmersa en un enorme espacio natural que se presta a ofrecer todo tipo de delicias a caminantes, senderistas, ciclistas, montañeros, espeleólogos y demás miembros de esta dinámica y deportiva especie humana. No hay ningún río importante que pase por aquí pero en cambio puede mencionarse gran cantidad de fuentes y manantiales que dan lugar a otros tantos parajes pero la palma se la lleva el Pico Pelado, una  formación montañosa que viene ser el punto más alto del conjunto de sierras calizas de la alineación denominada Sierras de Mira y Talayuelas en la que, sin embargo, predominan materiales del jurásico inferior que dan lugar a un modelado kárstico poco desarrollado y en el que se ha localizado una circunstancia especial, que justifica la protección oficial otorgada como Microrreserva natural: la presencia de la especie erodium celtibericum, de la familia geraniáceas, un matorral postrado que no suele elevarse más allá de los 25 cms. de altura, calificado de “vulnerable” y que se manifiesta espectacularmente mediante una flor de brillante color blanco, cuyos pétalos muestran estrías de tonos violáceos y cuya única población conocida en Castilla-La Mancha es, precisamente, la localizada en el Pico Pelado de Aliaguilla. Buen argumento, me parece, para dar un amistoso paseo por estos espacios tan sugerentes de la Serranía de Cuenca en su sector más oriental.

 

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