07 11 2024 GUILLERMO ZÚÑIGA, SIEMPRE CON LA CÁMARA A CUESTAS

 


Un reportaje firmado por Peio H. Riaño en el diario Público.es, el 06-08-2011 dio la noticia de haberse hallado un importante archivo personal sobre la guerra civil española, destapando miles de fotografías, películas, cartas y legajos documentales de un cineasta experimental, Guillermo Fernández López-Zúñiga, que había muerto en 2005.  Ni siquiera la familia era capaz de calcular la dimensión de los reportajes que pudo haber hecho durante aquel periodo una persona que iba siempre con la cámara a cuestas. La familia había decidido donar todo aquel material a la Asociación Española de Cine e Imagen Científicos (ASECIC), que envió varios técnicos a recogerlo. Cargaron las cajas y se las llevaron. Cuando empezaron a abrirlas y analizarlas, descubrieron una sorpresa tras otra hasta decir, en plena admiración: “es nuestro Forrest Gump, estaba en todas partes”. En aquella amplia y completa información faltó un detalle: nadie dijo ni escribió dónde había nacido el responsable de semejante legado.

            Guillermo Fernández López-Zúñiga renunció a su nombre completo para utilizar sólo el de Guillermo Zúñiga con el que firmó su larga y variada obra, la de un pionero en el cine documental y científico, territorio prácticamente inexplorado en España hasta que él se lanzó a descubrir las inmensas posibilidades de un género que ya contaba con notables ejemplos en otros países.

            Nació en Cuenca en 1909, huérfano de padre, muerto dos meses antes de que llegara a este mundo. Tiempo después, su madre, Vicenta, contrajo nuevo matrimonio con Juan Giménez de Aguilar, una de las más destacadas personalidades intelectuales de la primera mitad del siglo XX en Cuenca. Que debió ser una influencia positiva en el niño lo demuestra el hecho de que Guillermo eligió la carrera de Ciencias Naturales, disciplina en la que su padre adoptivo era catedrático en el Instituto de Cuenca. Se licenció en la Universidad Central (1932) e inició un breve periodo docente en el Instituto Escuela (1933), pero para entonces ya había sentido la llamada del cine, que concebía como un elemento básico y de gran utilidad en tareas educadoras aplicadas a los estamentos populares. Convencido de ese papel, se incorporó a los programas de culturización impulsados por la República a través de Misiones Pedagógicas, participando entre otras en las de Beteta y Mariana (1932) y en agosto de 1934 en las Alcázar del Rey y Buenache de la Sierra.

Como viajaba no sólo con el proyector de películas sino con su propia cámara de filmación, en este periodo rueda su primera película, Boda en Navalcán, si bien él mismo consideró siempre que el primer film verdaderamente proyectado en público fue Por Marruecos, país que había visitado formando parte de una expedición científica dirigida por Cándido Bolivar y financiada por la JAE, de donde volvió impresionado por todo lo que allí había visto y que contribuyó sobremanera a definir su definitiva vocación hacia el cine científico y documental, de manera que inmediatamente comenzó a dar los primeros pasos en este ámbito realizando entre 1934 y 1935 La vida de las abejas, un trabajo verdaderamente espectacular en el que mostraba las posibilidades extraordinarias que ofrecía el cine para obtener imágenes minuciosas del  mundo animal y que sirvió para que empezara a ser llamado por otros científicos para actuar como operador de cámara en diversos trabajos de laboratorio con animales.

     Fue movilizado al comenzar la guerra civil pero pronto se le destinó al departamento cinematográfico incorporándose al equipo del noticiario España al día, que editaba Laya Films para la Generalitat de Cataluña, participando en filmaciones de operaciones militares, la instrucción de los soldados, el manejo de las armas, construcción de trincheras, etc. Más tarde, el director del noticiario, Florentino Hernández Girbal, le encargó la edición de un nuevo formato dedicado a los jóvenes, Gráfico de Juventudes, producido por las Juventudes Socialistas Unificadas, cuyo responsable político e ideológico era Fernando Claudín, con filmaciones que duraban entre siete y diez minutos. Con esos datos, es comprensible lo que pasó cuando terminó la guerra: su padre adoptivo fue encarcelado en Alcalá de Henares y él eligió el camino del exilio.

            Durante una temporada trabajó en Francia pero en 1946 decidió irse más lejos todavía y aterrizó en Argentina donde con el apoyo de Rafael Alberti y Alejandro Casona encontró trabajo como ayudante de cámara o de producción en varias películas, que le ayudaron a sobrevivir mientras esperaba el momento de poder regresar a España. Y lo consiguió en 1957 para incorporarse al cine español de aquellos momentos, encontrando acomodo en la productora Uninci, una cooperativa promovida por el clandestino Partido Comunista, a través de la que su nombre aparece en los títulos de crédito de numerosas películas, desempeñando variadas funciones técnica, como Tal vez mañana (Glauco Pellegrini), Pasos de angustia (Clemente Pamplona), Sonatas (Juan Antonio Bardem), en la que fue productor, El cochecito (Marco Ferreri), La mano en la trampa (Leopoldo Torre Nilsson), A las cinco de la tarde (Juan Antonio Bardem), Viridiana (Luis Buñuel), Los golfos (Carlos Saura) y varias más. Con esos trabajos de interés secundario pudo encontrar el necesario sustento material, pero sin olvidar en ningún momento su auténtica vocación, la del cine científico, al que volvió en cuanto pudo para realizar las que fueron sus más extraordinarias películas: Las aventuras de Api (1964), Florinda y el Viento (1965), Un pequeño colonizador verde (1968), El mejillón en Galicia (1971), Guerra en el naranjal (1971), La mosca de las frutas (1971), Encinares (1973), La lagarta (1973), El agua en la vida (1975) hasta culminar, finalmente, con El salmón de Asturias (1991).

También retomó su actividad docente como profesor en la Escuela Oficial de Cinematografía de Madrid entre 1967 y 1972 impartiendo la asignatura “Cine científico y sus técnicas”. Se encargó de la organización de las Primeras Jornadas Internacionales de Cine Científico de la Universidad Complutense de Madrid en 1971 y fue Jefe del Servicio de Cine Científico del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma de Madrid (1975-1977), mientras participaba en congresos y actividades internacionales vinculadas con su especialización, trayectoria que culminó con el homenaje que se le tributó en 2001 en la I Semana de la Ciencia y la Tecnología, organizada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en la que se proyectaron algunas de sus películas.

Guillermo Fernández Zúñiga ocupó en Cuenca hasta el final de su vida el domicilio familiar, en la calle Andrés de Cabrera, junto a la Puerta de San Juan, en el que no hay ninguna placa que recuerde su existencia.

 

 

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