01 06 2023 EN BUSCA DE LA EXCELENCIA CULTURAL
Una vez superado el trance electoral que ha dado paso a la formación de las nuevas corporaciones locales, llega la hora de la verdad, o sea, el momento de trasladar a la vida real la barahúnda de promesas, muchas de ellas absurdas, otras de imposible cumplimiento, algunas disparatadas, sin que hayan faltado las directamente inventadas, sacadas de la nada, por aquello de rellenar el expediente del discurso improvisado y sin fundamento. Pero todo eso, como digo, ha pasado ya a la historia y en su lugar queda lo que quizá debería ser siempre lo predominante, a saber, el conocimiento real de los problemas y necesidades de un lugar y la aportación de soluciones eficaces, con fundamento. Veremos, en las próximas semanas, en qué y cómo se traducen los resultados electorales.
De todo
lo oído estos días de lo llamado eufemísticamente “campaña” hay un apartado por
el que yo tengo especial afición, y no solo en el terreno personal, sino
también desde el convencimiento de que su contenido y planteamiento resulta de
vital importancia para la ciudad de Cuenca. No es otro que el segmento
cultural, la Cultura, dicho así, en voz alta y con mayúscula inicial, algo que
debería ser considerado por todos como un factor básico en el desarrollo global
de la sociedad conquense pero que, por desgracia, suele pasar siempre a un
segundo plano cuando no es directamente maltratada, como hemos tenido ocasión
de comprobar repetidamente en la etapa que ahora termina.
Los
programas electorales desgranados por los diferentes partidos no ayudan mucho
al optimismo. Lo que hemos tenido ocasión de oír o leer ofrece una perspectiva
de tan escaso contenido, de tan limitados (por no decir pobres) objetivos, que
invitan a una seria preocupación hacia lo que nos espera. Para empezar, me
sorprende con qué facilidad se confunden las cosas. En esos programas de
presuntos objetivos culturales aparecen mezclados el deporte, el turismo, la
educación, la asistencia social, la protección infantil, los derechos de las
minorías, la estructura familiar y el ocio, cosas todas que tienen su propia
especificidad y que no se deben considerar como integrantes de la actividad
cultural. Si no se distingue y diferencia bien una cosa de otra, mal vamos. El
resultado es que, en todo lo dicho, no he encontrado ni una sola propuesta,
aparte algunas ideas bien intencionadas, que apunte hacia objetivos concretos,
de los que pueden estar al alcance de la mano de la corporación municipal que
se va a hacer cargo del Ayuntamiento de Cuenca en los próximos cuatro años.
Hay,
por ejemplo, puntos muy específicos, como el pobrísimo nivel de calidad en que
ha caído el Teatro-Auditorio (sin contar los gravísimos problemas internos en
que está sumergido), que debería ser el emblema cultural de esta ciudad, como
lo fue en épocas mejores, y sobre el que ningún partido se ha atrevido a opinar
de manera clara. Está el caso de las maltratadas bibliotecas municipales, que
arrastran una vida lánguida cuando deberían estar mimadas y protegidas
valorando su importancia y la que tienen en el ámbito de los barrios, además de
que hace muchos años que deberían haber sido ampliadas en número. Nadie habla,
ni quiere hablar, del inexistente Museo Municipal de Arte, aprobado hace ahora
la friolera de cien años y que nunca jamás se ha desarrollado. Ni hay solución
para la instalación provisional de la Colección Roberto Polo que al paso que va
parece ser ya la definitiva y que ya ni se menciona. Como está aparcada sine
die la ampliación del Museo Provincial.
Como
oferta de clara intencionalidad demagógica, en algunos programas aparece la
invención de un Consejo Municipal de Cultura, idea que surge esporádicamente,
como dicen sucede con el Guadiana, pero que tal como se insinúa más vale que no
salga del terreno de las ideas. En efecto, el presunto Consejo, si tuviera
virtualidad, debería estar formado por unas pocas personas, cuatro o seis como
sumo, de reconocido prestigio y conocimiento en el ámbito cultural, para que
opinen y sugieran sobre lo que se debe hacer. Pretender formarlo con
representantes de todas las asociaciones culturales existentes es un solemne
disparate; primero, porque un número tan excesivo de miembros reduce la
operatividad del invento a nada y segundo, porque al estar implicados directamente
en la actividad cotidiana lo que cada cual pretende es satisfacer sus propias
necesidades concretas, en busca de subvenciones, siempre necesarias.
Esta
ciudad, la Cultura, necesita una proyección ambiciosa, que supere las
mediocridades para buscar la excelencia. Una cosa es la cultureta, el salir del paso, satisfacer las necesidades
naturales y respetables de clubs y asociaciones, pero sabiendo que esa es una
dimensión localista, de andar por casa, sin trascendencia hacia el futuro y ni
al exterior. Quienes ahora van a asumir la gestión municipal deberían detenerse
un poco y meditar, con el objetivo de plantear a la sociedad conquense un
programa ambicioso, que continúe y mejore los principios que hace años se establecieron
para dar forma en Cuenca a una estructura cultural sólida, progresista y con
auténtica personalidad. Es un objetivo que ahora se encuentra adormilado y que
convendría reactivar en beneficio de todos. Pero, insisto, buscando la
excelencia, no la mediocridad ni menos aún la vulgaridad. Eso es muy sencillo y
está al alcance de cualquiera, sin mayores esfuerzos. Lo otro queda limitado
solo a unos pocos, si se quiere y se ponen los medios necesarios para lograrlo.
Y Cuenca debería estar ahí, teniendo como objetivo la excelencia, lo mejor. [En
la foto, Michel Camilo en el Teatro-Auditorio de Cuenca. Foto de Santiago
Torralba].
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