23 02 2023 EL ESCUDO DE CUENCA EN EL AYUNTAMIENTO DE RONDA
Creo que muchos (o bastantes) conquenses, con ánimo viajero y curioso, han visitado Ronda, a la que con toda seguridad se puede calificar como uno de los más interesantes y hermosos lugares de Andalucía, pero no se si en el recorrido urbano por sus calles, desde el espectacular Tajo hasta la recoleta Plaza de Toros han caído en la cuenta de un singular detalle que forma parte de la fachada principal del Ayuntamiento. Se trata de un edificio que responde a dos características comunes a la arquitectura propia de la región andaluza, la elegancia y la alegría en el diseño. Es una construcción de marcada horizontalidad, con tres plantas en altura en las que destacan sus alargadas galerías con grandes ventanales acristalados. Un bello toque para la Plaza de la Duquesa de Parcent, en el corazón del casco histórico de la ciudad.
La portada es de muy sencillo trazado,
sin ninguna ostentación, formada por una puerta rectangular adintelada y a sus
lados, dos grandes escudos nobiliarios. El que se encuentra a la derecha de la
fotografía no ofrece ninguna duda, menos aún a los naturales de Ronda, que
saben perfectamente que ese es el emblema de la ciudad, pero el que hay a la
izquierda suele llamar la atención de los visitantes porque no lo identifican a
simple vista; lo natural, en estos casos, es preguntar a quien lo sabe y
entonces se recibe la respuesta adecuada: “Es el escudo de Cuenca, una ciudad
hermanada con Ronda”. Pues sí, amables lectores, ahí está plantado el escudo de
Cuenca, en el frontispicio del Ayuntamiento de Ronda.
Desconozco por completo cuales son las
costumbres que rigen entre las ciudades que llevan a cabo hermanamientos;
imagino que cada caso es diferente con actuaciones variopintas, pero estoy por
asegurar que en muy pocos de esos casos se llega al extremo de colocar un
escudo ajeno en el lugar más destacado del edificio municipal propio. Conviene
recordar que el comportamiento conquense está en lo que es correcto: una plaza
importante del casco antiguo lleva el nombre de la Ciudad de Ronda, de la misma
manera que otras calles, en la zona moderna, están dedicadas a las demás
ciudades hermanas, pero falta un detalle importante, una mención colectiva que
incluya todos esos nombres y que, a la entrada de nuestra ciudad, por
cualquiera de sus carreteras, un gran cartel relacione esos nombres para que el
visitante, nada más llegar, encuentre las referencias necesarias. Algo que es
habitual en otras muchas ciudades que conozco pero que en Cuenca sigue formando
parte de los asuntos pendientes.
Si las cuentas (y las notas) no me
fallan, ocho son esas ciudades hermanas y entre ellas hay algunos casos
peculiares. La más antigua de todas es precisamente Ronda, aunque en espíritu
lo fue siempre Cuenca del Ecuador, e incluso hubo ocasiones antiguas en que se
daba por hecho tal hermanamiento, hasta que alguien, curioso por naturaleza,
descubrió que la necesaria ceremonia oficial y los consiguientes acuerdos no se
habían realizado nunca, por lo que a toro pasado se organizó el oportuno
expediente administrativo y se dio forma legal y oficial a lo que todo el mundo
consideraba ya vigente. El hermanamiento con Taxco de Alarcón, ciudad del
estado de Guerrero, en México, cayó de improviso sobre el Ayuntamiento de
Cuenca. Ocurrió que un grupo nutrido de conquenses viajó hasta aquellas tierras
y en una sesión de farra y alegría compartida con otro colectivo local
decidieron hermanarse; al volver dieron cuenta del suceso y el Ayuntamiento de
Cuenca, comprensivo y tolerante, asumió los hechos consumados y dio forma legal
a aquel jacarandoso hermanamiento.
Especialmente animadas fueron las
jornadas de hermanamiento con L’Aquila, porque la delegación italiana llegó a
la nuestra encabezada por Lorenzo Natali, un destacado prohombre de la política
italiana, varias veces ministro y en aquellos momentos comisario en el seno de
la que todavía era Comunidad Económica Europea. Años después, el terremoto que
asoló a nuestra ciudad hermana promovió la solidaridad conquense y se
organizaron intercambios entre ambas, sobre todo de jóvenes estudiantes, bonita
actividad que pronto pasó al olvido. El hermanamiento con Plasencia fue
promovido de manera insistente por un ciudadano conquense que residía en la
extremeña hasta que lo consiguió; ambas tienen un factor histórico común: las
dos fueron conquistadas por Alfonso VIII, pero nunca se ha llegado a poner en
valor ese dato que quizá podría tener un cierto desarrollo turístico.
Otros hermanamientos de Cuenca entran
en el terreno de lo exótico, por no utilizar otro adjetivo o al menos eso me
parecen los casos de la coreana Pajú, la francesa Bolléne o la italiana Cerreto
Sannita. Y sin embargo, la lista aún podría ampliarse. En cierto momento se
planteó un posible acuerdo con Arràs, ciudad de Francia que posee una hermosa
ciudadela fortificada (recordemos que ese concepto es el mismo que figura en el
reconocimiento de Cuenca como Ciudad Patrimonio de la Humanidad), pero las
gestiones terminaron apenas empezadas. Y también en alguna ocasión, en ciertos
cenáculos, se ha comentado que sería lógico hermanar Cuenca con Bolonia, donde
todavía existe, y funciona con brillantez, el Colegio de San Clemente de los
Españoles, fundado por el cardenal Albornoz, pero me da que nunca se ha
planteado en serio y es una pena porque pondría Cuenca en relación directa con
una de las más prestigiosas y antiguas Universidades de Europa.
Mientras, nos podemos consolar, y
enorgullecer, viendo el escudo de Cuenca en la puerta principal del
Ayuntamiento de Ronda.
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