15 12 2022 TAMBIÉN HUBO MAGNÍFICAS MADERADAS POR EL JÚCAR

 

El primer día de este mes de diciembre en el que estamos, el Comité de la Unesco encargado de tomar decisiones sobre la concesión del reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad, reunido en Rabat (capital de Marruecos, un país sorprendente en cultura, costumbres, paisajes y también en fútbol) ha otorgado esa distinción tan meritoria a la técnica de transporte fluvial de troncos de madera, conocida entre nosotros popularmente como maderada, respondiendo así, de manera positiva, a la propuesta presentada por seis países europeos (España, Austria, República Checa, Alemania, Letonia y Polonia), en los que esta técnica laboral ancestral se practicó durante siglos y estuvo vigente hasta que los modernos sistemas de transporte la hicieron innecesaria, sustituyéndola por otros (camiones, ferrocarril) más económicos y cómodos. Pero ello, naturalmente, no resta ni un ápice de interés cultural a una actividad que tiene unos extraordinarios valores y que da un carácter casi mítico a quienes la practicaron, los gancheros, esas cuadrillas de hombres que avanzaban por los ríos sobre las propias maderas, bien ensambladas, para formar auténticas almadías que ellos iban dirigiendo y controlando a pesar de las corrientes y los rápidos.

En la declaración formal acordada por la Unesco y en las explicaciones posteriores no encuentro ninguna referencia geográfica concreta que permita deducir que tal reconocimiento se concede a esta o aquella zona, a este río o al de más allá. En la declaración que incluye las maderadas en el Patrimonio Inmaterial de la Humanidad se habla genéricamente, sin especificar nombres, o sea, quedan incluidos todos los ríos de estos países del norte y centro de Europa, y uno solo del sur, España, en los que el transporte fluvial de maderas fue una técnica habitual durante siglos. Por ello me sorprende la interpretación sesgada que ha hecho la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, decidiendo por su cuenta que la declaración afecta a las maderadas y gancheros del Alto Tajo, en las provincias de Guadalajara y Cuenca. Me pregunto, intentando encontrar una explicación razonable, por qué el gobierno regional, que se ha apresurado a difundir ampliamente la buena nueva, ha decidido introducir un punto discriminatorio señalando con el dedo a un río y marginando a todos los demás.

Porque maderadas hubo en el Tajo y en sus afluentes, el Guadiela y el Escabas, pero también en el Júcar y su afluente el Cabriel, y estas últimas fueron tan importantes y espectaculares como las primeras, proporcionando al paisaje unos momentos de extraordinaria belleza y haciendo de la ciudad de Cuenca un punto fundamental en el transporte del material y en los puntos de saca, en el Sargal, cuando desde aquí se transportaba la madera hasta el ferrocarril, pero hay descripciones que incluyen todo el recorrido del Júcar, con momentos de especial tensión en el Puente Palmero o en las llanuras manchegas, hasta llegar a Cofrentes, ya en la región valenciana.

Siendo esto así, que está perfectamente documentado, no entiendo por qué la Junta, en su tarea difusora y propagandística, ha decidido que solo hay que señalar con el dedo a las maderadas por el Alto Tajo, con lo que ratifica la decisión adoptada por el gobierno regional en abril de 2021 otorgándole el reconocimiento como Bien de Interés Cultural y olvidándose de las maderadas de los demás ríos, singularmente las del Júcar. Quiero creer que se actúa así no por mala intención sino por simple ignorancia. Es cierto que los pueblos ribereños del Alto Tajo llevan años realizando singulares demostraciones de apoyo a la cultura de las maderadas mientras que los ribereños del Júcar, desde Tragacete hasta Cuenca, se han mostrado totalmente indiferentes, algo imperdonable sobre todo en la apática capital provincial, donde parece que ya solo importan la Semana Santa y la vaquilla, con olvido de todo lo demás, con lo sencillo que sería reivindicar también otro tipo de manifestaciones que, como esta de la que hablo, tuvieron una enorme importancia y la podrían tener todavía ahora, con saludables efectos turísticos además de los propios para una sociedad que con tanta frecuencia se olvida de sus componentes históricos y culturales.

No tengo ninguna confianza en la capacidad de los mecanismos informativos de la Junta de Comunidades para corregir sus errores y este es uno de ellos. Pero a lo mejor en este caso suena la flauta y en el futuro vemos cómo se habla de las maderadas, en general, incluyendo también las del Júcar, que ofrecieron a los fotógrafos de la época la oportunidad de plasmar tantas imágenes maravillosas.

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