22 12 2022 LARGA ESPERA PARA EL ENLACE DE AUTOVÍAS EN TARANCÓN
Estoy convencido de que es inconmensurable la capacidad del ser humano para dar credibilidad a cualquier cosa que se le diga y eso a pesar de que hay escépticos que suelen expresar dudas incluso ante lo más evidente, como por ejemplo, que la Tierra gira alrededor del Sol o que el hombre ha llegado a la Luna y la ha pisado, cuestión que todavía sigue sin convencer a algunos. Sin entrar en terrenos de trascendencia cósmica, sino permaneciendo en lo que tenemos más cercano, en nuestro ámbito cotidiano, podría resultar sorprendente pensar en la retahíla de anuncios y promesas que se nos hacen continuamente, en abundancia creciente a medida que se acerca una cita electoral. Probablemente a estas alturas ya no hay día sin anuncio de un próximo regalo; si todos ellos tuvieran la menor posibilidad de convertirse en realidad, nuestra vida, la de todos, daría la vuelta del calcetín para convertirse en un escenario totalmente diferente del que ahora disfrutamos.
Reconozco que, por deformación
profesional (son ya muchas décadas de periodismo) afronto con total
escepticismo ese rosario de promesas, sabedor de que muchas de ellas, la
mayoría, pasarán a engrosar la ya larguísima lista generada inútilmente en los
últimos años. Y sin embargo, a pesar de ello, con espíritu verdaderamente
animoso, las siguen proclamando envueltas en cada nueva ocasión en mensajes de
burdo triunfalismo llamados a convencer solamente a los ya convencidos mientras
los demás miran al tendido. A pesar de lo dicho hasta aquí, me ha sorprendido
la noticia de estos días de que, del fondo del cajón donde estaba durmiendo,
han sacado ahora la obra de enlace de la autovía A-40 con la A-3 en Tarancón.
Vamos a bucear un poco en los archivos.
El 18 de febrero del año 2000, el
Consejo de Ministros autorizó la contratación de las obras en el tramo entre
Abia de la Obispalía y Cuenca, con un presupuesto de 12.230 millones de
pesetas, para dar inicio a la autovía con la que se ofrecía a esta ciudad el
mínimo consuelo de poder enlazar con la A-3, ya que al gobierno de turno no le
vino bien permitir que la comunicación entre Madrid y Valencia pasara
directamente por la capital conquense, con las consecuencias escandalosas que
todos conocemos. Agua pasada no mueve molino y aquello fue como fue, sin
remedio. Como las fantasías políticas no tiene límite, al anunciar el comienzo
de la autovía llamada A-40, titulada entonces de Maqueda a Cuenca, se explicó
que formaría el eje de comunicación transversal de Extremadura y Portugal hacia
Castilla, Valencia y Cataluña, propósito que nadie, salvo los incautos, llegó a
creerse e hicieron bien, porque en ningún momento ha tomado forma semejante
cosa ni seguramente hay memoria alguna de aquello que se dijo en un momento de
euforia.
Con la parsimonia habitual en los
trámites administrativos, en junio de 2001 comenzaron efectivamente las obras
de ese primer tramo, pero después del segundo, Abia de la Obispalía a Horcajada
de la Torre, los trabajos se eternizaron, aunque como todo llega en este mundo
también llegó el día 28 de abril de 2010, en
que el ministro entonces de Fomento, José Blanco, vino a inaugurar la
flamante autovía aunque, eso sí, quedaba pendiente un pequeño, insignificante
detalle, cosa de nada, una raqueta a la entrada de Tarancón para comunicar la
A-40 con la A-3, algo que se puede solucionar en un abrir y cerrar de ojos.
Trece años después, estamos en la misma situación pero, eso sí, las previstas
elecciones del mes de mayo traen ese pan debajo del brazo. Hay motivos sobrados
para la incredulidad, pero también hay derecho a confiar.
Claro, que no solo está pendiente ese
tramo vital, sino también la terminación de la propia autovía, que debería
haber llegado ya a Toledo pero sigue estancada en Ocaña esperando quien sabe
qué milagrosa decisión. En todo este tiempo, la A-40 que empezó siendo de
Cuenca a Maqueda se ha prolongado hasta Ávila y además, en un prodigio digno de
un saltimbanqui técnico-político han decidido llevarla hasta Teruel. Sobre el
papel, claro porque, que se sepa, no se ha dado ni un solo efectivo paso para
que tal idea pueda tomar forma si bien no debemos perder la confianza de que en
la borrachera electoralista que nos espera durante los próximos meses alguno de
los candidatos salga a la palestra para reactivar un tema tan olvidado e
incluso a lo mejor hay otro que recupera la autovía del Júcar, llamada a
enlazar como hermanos a Cuenca con Albacete y puestos ya a esperar
perogrulladas, tampoco hay que descartar que se pueda recuperar también la de
Guadalajara a Tarancón. Y es que por falta de autovías no va a quedar vacío el
mapa de la provincia de Cuenca.
Todo esto último, naturalmente, forma
parte de las fantasías especulativas de un desocupado con ganas de meter el
dedo en el ojo del primer político que se ponga al alcance. Volviendo al
terreno de la más prosaica realidad, yo me conformaría con que, efectivamente,
ahora sí, después de 23 años desde que comenzó el trazado de la autovía
Cuenca-Tarancón, se realice el enlace, raqueta o como quieran llamarlo para
comunicarla con la A-3 sin tener que hacer el galimatías ahora existente.
Crucemos los dedos.
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