10 11 2022 MOLINOS QUE DON QUIJOTE NO PUDO CONOCER
Si Don
Quijote tuviera la oportunidad de volver a caminar por los senderos que cruzan
nuestro territorio, seguramente encontraría pocas oportunidades de tener un
serio enfrentamiento con una legión de molinos, con el riesgo de enredarse en
las aspas de uno de ellos y salir malparado del encuentro, porque ya quedan en
pie pocos de esos artificios y ninguno que se encuentre en activo movimiento,
pero sí tendría ocasión variada de arremeter contra otros elementos muy
similares y también, como aquellos de la ficción cervantina, girando
incansablemente al compás de los vientos y no para moler trigo sino para
generar energía eléctrica. De esa forma, y en alas de la imaginación, podemos
revivir mentalmente esta singular experiencia en la que un solitario caballero
(bueno, acompañado de su fiel escudero) va trotando por los campos de lo que
hoy llamamos Castilla-La Mancha para enderezar entuertos y desgranar un
inacabable lamento de amor.
El paisaje que Cervantes describe tan minuciosamente tiene poco que ver
con el que hoy está al alcance de nuestra vista. Apenas si queda en pie alguna
venta y aquellos rebaños de ovejas tan numerosos como ejércitos han quedado
reducidos a dimensiones no diré que minúsculas pero, desde luego, muy reducidas
y los mismos senderos aptos para caballerías se han transformado en carreteras
y autovías e incluso, en algunos lugares, mantienen activo un curioso artefacto
llamado ferrocarril, alevosamente eliminado en una desdichada provincia, que no
merecía tan mal trato. En lugar de lo que había y ya no se puede encontrar,
empezaron a surgir postes para el tendido telegráfico y luego enormes torres
para el tendido eléctrico y más recientemente altísimas antenas para la
comunicación telefónica y ya en la modernidad numerosísimos huertos solares en
las afueras de los pueblos y finalmente, como cosa en verdad maravillosa, esa
floración de mudos aerogeneradores que buscan aprovechar una energía natural que
dicen es limpia y debe ir sustituyendo progresivamente a otras que no lo son.
La conclusión, y a ello voy, es que este tipo de instalaciones están
produciendo un cambio sustancial en las circunstancias del paisaje natural en
el que están inmersos pueblos y ciudades. He arrancado este texto aludiendo a
la figura y los tiempos del Quijote, pero no hace falta retroceder tanto, basta
con hacerlo solo una generación, la que formaron nuestros padres y abuelos, que
no llegaron a tiempo de ver lo que está sucediendo y quizá, como mucho, apenas
si pudieron recibir los primeros impactos de la revolución tecnológica. También
ellos quedarían hoy maravillados si pudieran ver la multiplicación de elementos
mecánicos implantados en campos y montes, rivalizando con la vegetación
natural, los árboles, en pacífica convivencia con los aerogeneradores, las
antenas o las placas solares.
Es curioso observar que tales cosas parecen surgir de la noche a la
mañana, como si un ejército en sombras moviera las invisibles máquinas que sin
duda trabajan para implantar tan poderosos elementos. Lo pienso cada vez que
paso por la carretera entre Campillo de Altobuey y Puebla del Salvador, donde
está tomando forma uno de esos poderosos conjuntos eólicos. Las cifras que se
refieren a este mundo complejísimo, solo apto para especialistas, son de esas
que marean, al ofrecer magnitudes cuya comprensión escapan al común
entendimiento de alguien que no es experto, aunque sienta curiosidad permanente
por lo que sucede en el mundo cambiante que nos ha tocado vivir. Por ejemplo,
me maravilla cómo se pueden transportar y montar sobre el terreno los
aerogeneradores, esos espectaculares molinos de viento de altura
inconmensurable; a veces, pero en muy raras ocasiones, he coincidido en la carretera
con uno de esos enormes vehículos articulados moviendo un aerogenerador, pero
lo cierto es que raramente se coincide con ellos porque, me comentan, los
viajes se organizan de modo adecuado para no interferir en el tráfico normal de
una carretera, de modo que verlos montados es como si se hubiera producido una
maniobra mágica para colocarlos en su sitio, rotores incluidos y dejarlos
listos para empezar a mover sus aspas al compás del aire.
Este de Campillo de Altobuey comenzó a construirse en el pasado mes de
diciembre, estructurado en tres frases, para producir una potencia de 75 Mw en
la primera y 87,5 en las dos siguientes, lo que dará un total de 250 Mw cuando
se encuentre en plena actividad, mediante la producción de un total de 32
aerogeneradores que, al parecer, van a ser una importante fuente de riqueza y
de trabajo para esta zona de la Manchuela, lo cual siempre es de agradecer.
Pero dejo estas cuestiones a los colegas que se encargan de la información y de
manejar datos.
En este día en que el gobierno, después de cuatro años de deshojar la
margarita, da por cancelado el ATC de Villar de Cañas (naturalmente, nadie es
responsable del despilfarro en millones de euros invertidos) puede servirnos de
consuelo, al menos ambiental y visual, esta mirada a los esbeltos
aerogeneradores que van poblando los paisajes de Cuenca, sin contaminar.
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