29 09 2022 DESASTRE ECOLÓGICO EN LA CELADILLA
Alguien
puede pensar que el título de este artículo es exagerado o alarmista. Nada de
eso: refleja una realidad fácilmente comprensible si aplicamos el conocido
dicho popular de que una imagen vale más que mil palabras. En este caso, dos
imágenes. La primera, en el blanco y negro que entonces se usaba de forma
mayoritaria (entre otras cosas porque en esa tonalidad se imprimían los
periódicos), es de 1985 y ofrece la placentera visión de un grupo de personas
disfrutando de una jornada de ocio en un espacio encharcado apropiado para el
baño; en otras fotos de esa misma tanda se pueden apreciar coches, tiendas de
campaña, grupos de personas preparando la merienda y cosas similares. Pero lo
importante, desde luego, es la presencia del agua, con un nivel suficiente como
para poder disfrutar de ella. La otra imagen, esta sí en color, corresponde a
este mes de septiembre; la tomé hace unos días y tiene, por tanto, toda la
actualidad imaginable, la que corresponde a un secarral inhóspito y feo, en el
que no es posible encontrar ni una gota de agua. A su lado, las instalaciones
ruinosas de un camping abandonado completan la visión decadente.
El paisaje de ambas fotos es el mismo, separadas por algo más de treinta
años y corresponde a La Celadilla, un popular paraje del término de El
Pedernoso, situado a unos tres kilómetros del pueblo por la carretera que lleva
a Las Mesas. La laguna tiene, teóricamente, una superficie de unas ocho hectáreas
y aunque existe desde el comienzo de los tiempos, empezó a cobrar fama a
mediados del siglo XIX, porque la abundancia de salitre en sus aguas, unido a
la rica vegetación subacuática producía unos lodos que fueron reconocidos como
saludables y recomendables en el tratamiento de enfermedades de la piel y
dolores musculares o reumáticos, con el resultado, obvio, de que pronto empezó
a atraer a las gentes de toda la comarca que encontraron en este lugar un
excelente reclamo para el ocio, justo cuando comenzaba a desarrollarse en el
país la afición por el turismo, los viajes, salir al campo a merendar y cosas
parecidas, que convirtieron a La Celadilla en un destacado factor de recreo y
convivencia de amplísimo sentido popular.
Como suele ocurrir, también empezaron a llegar más cosas, por ejemplo,
viviendas unifamiliares que se construyeron en las riberas e incluso un
camping, con capacidad para 140 parcelas. Esa situación que producía enormes
aglomeraciones de gentes en sus orillas, cambió de forma drástica cuando llegó
el inesperado descenso del nivel de las aguas, consecuencia directa del abuso
ejercido por los agricultores de La Mancha (singularmente en la provincia de
Ciudad Real) sobre el acuífero 23, al que sin duda aspiran a esquilmar por
completo. Sin agua procedente de sus aportes naturales, La Celadilla se fue
secando hasta quedar sólo una mínima lámina de agua superficial a comienzos del
siglo XXI. Ya no era posible el baño, las gentes dejaron de ir al paraje, el
camping se arruinó.
Al cabo del tiempo, surgió una reacción
que intentó corregir el desequilibrio con aportes artificiales, que no dieron
resultado positivo, pero estudios realizados por la Confederación Hidrográfica
del Guadiana elaboraron un procedimiento para intentar la impermeabilización
del fondo de la laguna, mediante la instalación de una geomembrana para
recubrir y proteger el vaso lagunar, que de esta manera quedaría recubierto y
protegido para evitar filtraciones. A continuación comenzó el proceso de
rehabilitación integral del espacio circundante, mediante una iniciativa del
programa Proder que aspiraba a poder recuperar el interés turístico de la zona.
Las primeras impresiones fueron optimistas y las gentes de la comarca se las
prometían muy felices. Volvió a prepararse una zona de playa, se hicieron
plantaciones de chopos para proteger las riberas, el camping fue rehabilitado.
¿Pará qué seguir? El resultado del esfuerzo y la inversión está a la vista, o
sea, nada. Probablemente, a estas alturas ya no queda ni la esperanza de que la
situación se pueda revertir y volver a los felices tiempos pasados.
La Celadilla es (me resisto a escribir
“era”) una de las muchas lagunas que enriquecen el paisaje de La Mancha
conquense. La más famosa, como sabemos, es la de Manjavacas, en Mota del
Cuervo, pero también son dignas de ver la de Taray, en Las Mesas, o la que
comparten El Hito y Montalbo y otras muchas que dan forma al milagro natural de
que las aguas subterráneas encuentren el camino de la superficie, para
embellecerla y poder disfrutar de ellas. Es una mala noticia que una incorrecta
actuación industrial ponga en peligro la riqueza ecológica de estas tierras.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLa del Taray la comparten Las Mesas y Las Pedroñeras (ahora seca). Un caso similar ocurrió con La Navazuela, lugar de baños habitual para meseños y pedroñeros.
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