18 08 2022 DE HONGOS Y TRACTORES A TIROLINAS Y NATURALEZA


 


Las mejores enseñanzas son las que recibimos fuera del ámbito docente reglado. Hay circunstancias, momentos, personas, que tienen una gran capacidad para transmitir no tanto conocimientos formales sino ideas, observaciones sobre el entorno, que uniéndose unas con otras dan lugar a un importante entramado de sabiduría. Hablar con Miguel Ángel Troitiño era recibir de manera constante esos apuntes casi siempre útiles y que personalmente me ayudaron a comprender no pocas de las circunstancias en que se desenvuelve esta ciudad. Tuvimos algunas conversaciones formales, pero sobre todo eran muy provechosos nuestros encuentros casuales precisamente en estas fechas agosteñas que él pasaba en Cuenca. Coincidíamos al azar, casi siempre en el ámbito de la Plaza Mayor y ahí surgían los comentarios sobre lo último que estaba sucediendo en la ciudad, generalmente desde posiciones críticas vinculadas sobre todo al urbanismo y el patrimonio y al deterioro de muchas cosas que ambos considerábamos importantes. En una de esas charlas, Troitiño me dijo (y entonces ya lo dejé escrito): “Van a convertir esta ciudad en un parque temático”.

            Imagino qué diría ahora, si él no estuviera muerto y volviéramos a encontrarnos en cualquier momento, deambulando por el casco antiguo de Cuenca, cuando todos sabemos que el destino nos encamina, parece que de forma bastante segura, a implantar aquí un parque temático, quizá no de las características que aquel agudo geógrafo estaba entonces imaginando, pero sí algo parecido. Quiero apuntar que no tengo nada contra ese tipo de instalaciones orientadas directamente a entretener el ocio de los seres humanos y que por tanto su aparición a diez minutos de Cuenca no tiene por qué ser mala o negativa. Si lamento que antes no se hayan explorado o desarrollado otras alternativas que considero más provechosas. Por supuesto, como sabemos todos perfectamente, la opción industrial se arruinó casi al tiempo de nacer, pero hubo un tiempo en que aquí hubo algunas empresas de tipo medio aunque de cierto relieve, unas vinculadas con el mercado de la madera (Cuberg, en cabeza), otras con diferentes especialidades fabriles (Peris Andreu, Cointra, Baxter, Gamesa) que acabaron por desaparecer sin que hayan sido sustituidas salvo por promesas futuribles e inconcretas. Otra opción que hubiera podido aportar a Cuenca una transformación total fue la universitaria, para cuyo desarrollo, en los tiempos iniciales, faltó voluntad política y, desde luego, un compromiso efectivo de quienes entonces tenían en la ciudad la sartén por el mango y que se volvieron de espaldas para no tener que asumir problemas. En aquella época, algunos pensamos (también está escrito) que la llegada de la Universidad podría tener aquí el mismo impacto social y humano que en otras ciudades de tipo medio, como Santiago, Salamanca, Valladolid o Alcalá. Muy distinto sería hoy el panorama si esa opción se hubiera desarrollado. En su lugar tenemos lo que hay y no es fácil que pueda haber más.

            De manera que nos queda la Sierra de Bascuñana y sus posibilidades de explotación natural. En ella estuve con un grupo de amigos, buscando hongos, habilidad para la que estoy totalmente negado, por lo que mientras mis compañeros se dedicaban a ello yo triscaba por montes y senderos haciendo fotografías. A ese grupo corresponde la que ilustra este artículo, con un tractor faenando en los campos que se extienden entre Mariana y Sotos mientras al fondo se perfila la propia Sierra con sus posibilidades hasta ahora vírgenes para desarrollar en ella el parque temático que se proyecta y no deja de ser curioso (a mí me lo parece) que las inversiones, tanto para esa instalación como para el presunto complejo hotelero, vengan de la América hispana, como si fuera el mundo al revés, porque hasta ahora es el capital español el que invierte en aquellas tierras de economía complicada pero en la que, según se nos dice, hay fuerzas dinerarias capaces de venirse hasta acá. Aunque soy consciente de que existe una amplia corriente de escepticismo local yo quiero creer que todo va a ir bien y que, efectivamente, una vez pasadas las elecciones del año próximo, el proyecto seguirá adelante y veremos cómo nace y crece el parque temático vinculado a la naturaleza. Y que podría perfectamente vincularse a la cercana villa hispano-romana de Noheda y su espectacular mosaico para hacer realidad eso que tanto se pregona (siempre en la teoría) de unificar ambos conceptos, Naturaleza y Cultura. A lo mejor alguna vez suena la flauta y la palabrería se acompaña de hechos. Y es así cómo, en la distancia marcada por el tiempo, la lejana predicción de Miguel Ángel Troitiño se puede convertir en realidad.

 

 

 

 

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