11 11 2021 DUDAS Y DESCONCIERTO: LA CULTURA EN CUENCA
Hubo una época, no muy lejana todavía (ya sabemos que el tiempo es un concepto relativo) pero sí distanciada lo suficiente para que se haya ido olvidando, o diluyendo, aquella idea que por entonces se repetía como un mantra y que incluso caló en el sentimiento popular, más allá del monótono discurso de la clase política. Cuenca es una ciudad eminentemente cultural; más todavía: Cuenca es la capital cultural de Castilla-La Mancha. Y con ese ciego convencimiento, que no tenía el adecuado soporte en la realidad, se emprendió la insensata aventura nada menos que de aspirar a ser Capital Europea de la Cultura. Ahí es nada. Como si las palabras de un enunciado tuvieran por sí mismas fuerza suficiente para ofrecer una demostración cierta y palpable de que detrás, o debajo, o al lado, había algo más que humo.
En
la mesa redonda organizada el pasado martes por la RACAL sobre este tema nadie
aludió a tal peripecia que dejó en su momento la necesaria frustración (una
más, en un ya largo repertorio) e incluso me pareció entender en las palabras
de algunos de los intervinientes que también era hora de pasar al olvido
aquellas tópicas alusiones a las esencias culturales depositadas en esta ciudad
y que algunos suponen brillan por sí mismas, sin necesidad de llevar a cabo los
necesarios esfuerzos para crear, fomentar y desarrollar unos soportes sólidos,
bien estructurados y debidamente financiados, porque todo lo que se diga en el
terreno de la teoría no pasarán de ser elucubraciones de barra de bar si no
están acompañadas de objetivos, planificación, método y dinero. De todo ello
hay escasez en Cuenca, donde andamos inmersos en el territorio de la permanente
improvisación, con invenciones que salen de la nada (ahí está el recién parido
Festival de Otoño) pero sobre todo de dinero. En el terreno de lo material, la
Cultura es como una industria o un comercio cualquiera: hay que invertir para
obtener beneficios. Pretender conseguir ganancias, aparte las espirituales que
ayudan al ser humano al enriquecimiento personal, sin realizar potentes
inversiones, es una utopía directamente enraizada en el absurdo.
La
inconsistencia de la política cultural impulsada en esta ciudad queda de
manifiesto en cuestiones que seguramente están en la mente de todos. El
gobierno regional puso en marcha una ambiciosa línea de grandes exposiciones,
cuyo impacto mediático y económico fue considerable. Las dedicadas a Ai Weiwei
y Bill Viola fueron un soplo de aire fresco y modernidad que se evaporó dejando
tras de sí sólo un amable recuerdo. La Colección Roberto Polo fue castigada
desde el primer día con la provisionalidad y no parece que en el horizonte
próximo haya ninguna señal de que pueda encontrar acomodo estable y definitivo.
El Ayuntamiento mantiene una mínima red de bibliotecas municipales (el plan
inicial comprendía seis) en situación de permanente penuria, mientras los
fondos artísticos viven almacenados, sin que los responsables del consistorio
muestren ni la más remota intención de ofrecerles un acomodo digno, como
tampoco parece haber voluntad de poner remedio al ya crónico abandono del
valioso Archivo Municipal, merecedor de mejor suerte. En cuanto a la cien veces
anunciada ampliación del Museo de Cuenca ha entrado en fase de aburrimiento: ya
ni se menciona. Menos mal que hay indicios razonables de que la Semana de
Música Religiosa pueda enderezar el errático rumbo en que ha estado perdida los
últimos años. Y así podríamos seguir desgranando una triste letanía de lamentos
que por bien conocidos no es necesario continuar repitiendo.
A
veces se oyen voces que enfatizan la cantidad de ofertas culturales que se
pueden encontrar en la ciudad, por lo común en competición unas con otras
disputándose espacios y horarios. Y en ese dato, en la cantidad de pequeños
eventos aptos solo para el consumo doméstico o familiar, algunos parecen querer
encontrar la justificación suficiente para mostrarse orondos y satisfechos.
Poca visión tienen con tan limitado objetivo.
No
se si de la mesa redonda de la RACAL se puede obtener alguna conclusión. La mía
personal es que en materia cultural la ciudad de Cuenca vive en angustiosa
situación de desconcierto e indecisión. Que es también, quizá, un reflejo
directo de lo que sucede en el conjunto de la propia ciudad. [La imagen
corresponde a una actuación del Ballet de Víctor Ullate, en el Auditorio. Foto:
Santiago Torralba].
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