22 07 2021 HORA DE PASAR PÁGINA EN LA SEMANA DE MÚSICA RELIGIOSA
Las habitualmente
tranquilas aguas de las estructuras culturales conquenses, donde casi nunca
pasa nada de especial relevancia, se han visto alteradas estos días con la
noticia de que ha sido elegido un nuevo director artístico para la Semana de
Música Religiosa. El hecho ha provocado, como primera reacción en un
cualificado sector social, un ligero sobresalto derivado del hecho de que la
persona seleccionada, Daniel Broncano, no es de Cuenca ni tiene especiales
relaciones (al menos, que se sepa) con los aquí residentes u originarios y eso,
me ha parecido entender a partir de los comentarios leídos, es un factor en su
contra porque, dicen, no hace falta ir a buscar fuera lo que ya tenemos dentro.
Una opinión de tan poco fuste en los tiempos que vivimos no merece mayor
atención; lo menciono, simplemente, para dejar constancia de cómo van por aquí
las cosas y a qué niveles de pensamiento se mueven algunas personas.
Otras
cuestiones de mucha más entidad merecen ser tenidas en cuenta. A mí, por
ejemplo, me llama poderosamente la atención que haya sido designado un nuevo
director artístico pero, en cambio, no se diga nada de nada de otra figura de
mayor entidad desde el punto de vista organizativo en cualquier festival o
centro cultural de relieve: el gerente. Es cierto que al director artístico le
corresponde un papel mediático, hacia el exterior, mientras que el gerente
permanece en la sombra, envuelto entre papeles, acuerdos, gestiones,
presupuestos y facturas. Pero la labor de la gerencia es absolutamente esencial
para que pueda desarrollarse con garantías la importante tarea de la
programación artística e incluso para controlar en todo momento que el director
artístico ajuste su trabajo a las necesidades y requerimientos que se le han
indicado, sin salirse de madre, sobre todo en el aspecto económico. Eso, que es
tan simple y sencillo como que está en el ABC de cualquier institución cultural
que quiera ser solvente, no parece merecer especial atención por parte de las
entidades que constituyen la Fundación de la SMR. De hecho, el festival lleva
años sin gerente y en esa carencia se encuentra una de las más poderosas
razones que explican la continuada crisis que viene arrastrando y que debería
ser zanjada cuanto antes para que se pueda recuperar el sólido prestigio de
antaño, ahora verdaderamente socavado.
Como
institución pública que es, la Semana de Música Religiosa debería ser clara y
transparente como el cristal bien limpio, pero tengo la impresión de que viene
sucediendo exactamente lo contrario. Todo en ella es opaco cuando no confuso y
si no se pone un remedio contundente lo va a seguir siendo. Sospecho que hay la
intención de continuar manteniendo una situación indeseable, al hilo de lo que
hemos estado viendo los últimos años, dejándolo todo al albur de que el
director artístico elabore una programación más o menos apetecible, que se
pueda presentar a los medios informativos y a los aficionados, pero sin
acometer el problema de fondo, el de la definición de una estructura
organizativa y económica de auténtica solidez, justo lo que corresponde a la
gerencia, ahora inexistente y cuya funcionalidad ha sido sustituida por una
continuidad de chapuzas, a cual más endeble.
La
Semana ya tiene director artístico y uno de estos días comparecerá para darnos
cuenta de sus proyectos en el terreno que le corresponde y luego se anunciarán
orquestas, obras y solistas. Todo eso queda muy bien, da imagen hacia el
exterior, pero es solo fachada. Lo importante queda detrás, fuera de los focos,
en el silencio donde se preparan contratos y contrataciones, escenarios y equipamientos,
documentos y presupuestos, gestiones y facturas, publicidad y venta de
entradas. Eso no es de lucimiento, claro, pero es totalmente necesario y las
instituciones que sostienen la Semana de Música Religiosa de Cuenca actuarán
con una censurable ceguera si continúan ignorando la necesidad imprescindible
de que exista una gerencia con criterios profesionales para ofrecer al festival
una solidez garantizada. (En la imagen, La Colombina, en la iglesia de San
Miguel. Foto de Santiago Torralba).
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