25 03 2021 BUENA OPORTUNIDAD PARA VER Y CONOCER
La maldita pandemia que nos viene castigando hace ya más de un año (¿quién se podía imaginar entonces, al comienzo, de que empezaba un castigo que se presuponía duraría unos meses y al que ahora no se le ve fin?) ha introducido en la vida colectiva una serie de factores sometidos a un debate, una discusión, permanente. Desde las vacunas hasta las deficiencias de un sistema sanitario que era, decían, el mejor del mundo, y ha demostrado tener delicadísimos pies de barro pasando por las dudas que suscitan las medidas cambiantes que se han ido adoptando. En todo ese maremágnum solo hay una evidencia: el desconcierto con que gran parte de nosotros nos levantamos cada día, inseguros de saber si alguien, en algún sitio, tiene ideas claras acerca de lo que es conveniente hacer.
En
esa batería ocupa un lugar destacado el problema de la movilidad, quizá el que
más irritación colectiva está provocando, porque atenta directamente a un
principio básico, el de la libertad, cuestión sagrada a la que todos nos
aferramos en cualquiera de sus matices. Uno de ellos, la capacidad de ir de un
sitio a otro, al que se quiera o se pueda, según los medios personales
disponibles, era un derecho indiscutible que durante las últimas décadas se ha
desarrollado de una manera muy generosa, dando lugar a la formación de un
fenómeno cultural, social y económico tan interesante como el turismo. Nos han
coartado ese derecho, con la aplicación de eso que llaman cierre perimetral,
que nos impide salir del territorio acotado, más o menos como si se levantaran
barrotes infranqueables que nos obligan a permanecer enjaulados dentro de unos
límites.
Por
fortuna, dentro del mal la situación ahora es ligeramente tolerable. Por lo menos
nos podemos mover algo, no todo lo que quisiéramos, pero algo sí, por la
provincia y por la región y como al mal tiempo se debe poner buena cara, según
la conocida sentencia popular, bien está mirar al horizonte que nos ofrece la
semana que se avecina, una semana viajera por excelencia y festiva como pocas a
lo largo del año, y aprovecharla para ejercitar el estimulante placer de viajar
por lo que tenemos más a mano. Yo diría que esta es una excelente ocasión para
conocer algo más de una provincia que, en buena medida, no ha sido debidamente
visitada por sus propios habitantes, generalmente orientados hacia puntos muy
concretos (la Serranía, por ejemplo) o lugares emblemáticos que figuran con
letras grandes en todos los repertorios turísticos, pero quedan muchos sitios,
muchísimos, que no tienen fama ni han sido promocionados y que bien merecen una
visita detallada.
Mi
consejo, si sirve de algo, es sugerir que estos días teóricamente
semanasanteros se aprovechen para ir a algunos de esos lugares casi anónimos
que están diseminados por el amplio territorio provincial, buscando aquellos a
los que el presunto viajero que me esté leyendo no haya ido nunca. La
curiosidad es uno de los factores esenciales que definen la condición humana.
Tener curiosidad y ejercitarla, buscando ampliar horizontes y enriquecer los
conocimientos propios es una extraordinaria virtud que puede recibir como
premio quizá inesperado la sorpresa del descubrimiento de un paisaje, unos
pueblos, unas calles, una pequeña ermita, unos elementos populares que
sobreviven al imperio de la modernidad, unas gentes amables y acogedoras, un
ambiente amistoso con el que compensar la aparente animosidad del tiempo
epidémico que nos ha tocado vivir. Viajar es llevar a la práctica un ejercicio
de libertad. Y encontrar algo nuevo sirve para enriquecer el conocimiento pero
también el espíritu. Esta provincia tiene multitud de lugares a los que ir y
visitar. Aprovechemos la ocasión que nos brindan estos días. [En la imagen, el rollo de justicia de La Ventosa].
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