21 01 2021 TRISTE Y SOLA QUEDA LA PLAZA MAYOR
El
concepto de Plaza Mayor es propio de las ciudades de la vieja Europa, de manera
que es en este amplio espacio continental donde se escenifica con propiedad y
se dan los mejores ejemplos. En el resto del mundo, desde luego, y también en
la propia Europa, existen otras muchas plazas, plazoletas y plazuelas, con
distintas funcionalidades y características, pero Plaza Mayor solo hay una en
cada lugar y responde a unas características generales que no voy a desmenuzar
aquí para no ser culturalista ni pesado. Diré solamente, por abreviar, que este
tipo de espacio fue definido por los Reyes Católicos en 1480, como un lugar
amplio, abierto, de forma geométricamente regular, en el que deberían estar
situados el Ayuntamiento, el mercado y la iglesia mayor. Era recomendable,
aunque no imprescindible, que las hileras de viviendas que la rodearan,
formando un cuadro o un rectángulo, se apoyaran en soportales que permitieran a
los vecinos refugiarse en ellos en caso de lluvia o calor. El propósito
principal de estos espacios es que sirvieran para la convivencia vecinal, el
intercambio de opiniones, el trasiego comercial, la celebración de fiestas y
también de actos de justicia.
La Plaza Mayor es eso, a secas, aunque
algunos torpes Ayuntamientos de Cuenca le añadieron en tiempos otros adjetivos:
de la Constitución, de la Reina, de Calvo Sotelo, de Pio XII y probablemente
alguno más. Felizmente, eso es historia y ahora es lo que es sin necesidad de
más complementos.
La Plaza Mayor de Cuenca es peculiar en
su estructura que, por supuesto, no se parece en nada a la definición anterior
y en eso reside quizá su mayor originalidad. Para empezar, no es un espacio
plano, sino inclinado y no tiene una forma geométrica regular, sino más bien la
de un perímetro parecido al de un trapezoide. Por supuesto, no tiene soportales
ni se utiliza como mercado, aunque alguna vez en los últimos años se han
montado algunos monográficos durante varios días. Claro que la mayor
originalidad es que la cruce por en medio una calle por la que circulan coches
cosa que, me parece, se da en muy pocos casos.
Con todo, la Plaza Mayor de Cuenca sí
cumple con la función principal que le corresponde: es un espacio abierto a la
convivencia vecinal, un poco deteriorada en los últimos tiempos porque los
vecinos del casco antiguo cada vez somos menos y en cambio aumentan los
turistas, pero si obviamos esta distinción, está claro que el lugar se presta
ampliamente a estar, pasear, ver, ir de un sitio a otro, entrar aquí, sentarte
allí y ejercitar el principio fundamental del ocio: no hacer nada en concreto;
sencillamente observar cómo pasa la vida alrededor. Prácticamente, ya no hay
comercio de uso doméstico (quedan poquísimos ejemplares) pero sí de los
turísticos, desde bares y restaurantes a tiendas de regalos o artesanía y, por
supuesto, locales nocturnos. Con ello, la Plaza Mayor de Cuenca ofrece un
ambiente dinámico, de viveza existencial, favorecedor de encuentros tranquilos,
dentro del carácter amablemente provinciano que nos corresponde.
Esas son las sensaciones, los recuerdos
quizá, con los que ahora contemplo este vacío silencioso, esta soledad amarga
que envuelve la jaranera Plaza Mayor de Cuenca, que sabe de terrazas, de
coches, de procesiones, de vaquillas enmaromadas. Como un detalle absurdo, el
tren turístico sigue pasando, quizá porque nadie se ha acordado de decirle que
sus paseos son perfectamente innecesarios. Las puertas de la catedral están cerradas
y los museos también. Todo lo que representa actividad, vida, movimiento, ha
sido cancelado y pocos ajenos al barrio sienten la necesidad o la curiosidad de
darse una vuelta por la plaza. Es como si la ciudad entera se hubiera olvidado de
que existe la Plaza Mayor. Ni siquiera hay bodas que suelen traer espectáculo y
alboroto al tranquilo recinto antiguo. Remedando el viejo cuento infantil,
podría decirse que la Plaza está adormecida, esperando al lindo príncipe que
consiga ahuyentar de ella (y de todos) los malos espíritus y devolverle la
lozanía esplendorosa de los buenos tiempos.
S
ResponderEliminarEn los 70, salíamos a desayunar en la terraza del bar "Los Arcos" y el bueno de Mariano ya nos ponía un plato de barro cocido con morteruelo caliente, sentados, alguno Incluso en pijama. Llamábamos a la plaza "EL PATIO DE CASA"
Recuerdo en mi adolescencia que cantábamos una canción, no sé si la recodareis:
ResponderEliminar"Los chicos pijos de Cuenca
no van a Carretería,
porque dicen que la Plaza
tiene más categoría".
Era la época de Jovi, Las Tortugas, etc donde se veía más cultura que dando vueltas "al tontódromo", como le llamábamos a Carretería (o "sacando agua de la noria", que viene a ser lo mismo).