12 09 2020 EL DESCUIDADO PARAJE DE EL CHANTRE



Hacía bastante tiempo que no cumplía el antiguo ritual de ir a pasar un rato de ocio, sosiego y calma en el Chantre. Cuando ocurren esas cosas, esto es, cuando se deja un largo hueco en el tiempo, casi inevitablemente se desdibujan los perfiles que enmarcan la situación y con ello se da lugar a confusiones mentales, porque no siempre lo que se recuerda coincide plenamente con lo que se ve en el presente. No hay mucha distorsión entre las imágenes antiguas de este paraje y la situación actual, pero las hay, porque ya en la última visita había algunos motivos de preocupación, que ahora parecen aumentados.

       Durante muchos años, el Chantre ha sido uno de los parajes preferidos por los conquenses, que hasta aquí venían a la menor ocasión, para hacer las cosas que son propias de estos lugares, sea la merienda, los juegos infantiles o el baño. Por lo que he visto, me parece que ya no abundan lugareños de aquí, sino que directamente se ha dejado paso a los forasteros, felices ellos por encontrar un lugar tan bello, tan delicioso y gratuito.

Probablemente las nuevas generaciones de conquenses tienen a su alcance otros estímulos y esta ribera del río Júcar, tan querida por todos, parece cosa menor. O quizá es que se piensa que no merece la pena disfrutar de un lugar tan descuidado; dejaré aquí este término, que es un poco menos que degradado, hacia el que, me temo, se está caminando a marchas forzadas, tal es el nivel de abandono que se aprecia a simple vista.

       Nada más llegar al paraje, una placa situada a la vista de todos, avisa: “Propiedad privada”, con los símbolos de prohibido aparcar caravanas o instalar tiendas de campaña. Y me pregunto, ¿desde cuándo el Chantre es una propiedad privada, si en realidad es un espacio público? Deduzco que el cartelito de marras lo instaló, nadie sabe cuándo, el último concesionario del triste casuto que en forma de chiringuito se autorizó hace un buen montón de años y que hoy forma parte del paisaje descuidado y decadente en que se ha convertido ya el que fuera hermoso paraje. Lo curioso del caso es que el auténtico propietario del terreno, el Ayuntamiento de Cuenca, no se ha molestado en tantos años por retirar semejante reclamo.

         El Chantre es un tradicional descansadero de ganado en la Cañada Real de Rodrigo Ardaz, en el punto en que confluyen los términos de Cuenca y de Mariana donde, a la vez, se produce la desembocadura del río Mariana en el Júcar. Se forma así un amplio espacio natural en el que, durante siglos, los ganados de la trashumancia detenían su marcha para abrevar y descansar, aprovechando para ello tanto el abundante agua natural de estos dos ríos como el dilatado y cómodo terreno disponible. Los tiempos modernos han ido produciendo un paulatino cambio de uso del paraje: disminuyen los ganados que van y vienen (de hecho, este año creo que no ha habido trashumancia, a causa también de la covid), mientras aumenta la presencia de los seres humanos, que aquí han encontrado lo que con tanta ansiedad busca el hombre urbano: naturaleza, espacio, agua, sombra… Y eso para los que vienen de las grandes ciudades, especialmente Madrid, es un regalo del cielo. Ellos son los que disfrutan de la playa y los recodos del río; ellos son los que montan rincones para comer o utilizan las mesas de piedra.

         La señal distintiva del paraje es el gran puente de piedra sobre el Júcar, que servía antiguamente de paso natural para comunicar la capital de la provincia con El Campichuelo y la Sierra. Da gusto acercarse a él y verlo restaurado. Y uno piensa, necesariamente, que si este paraje estuviera enclavado en otras provincias, estaría disfrutando de mejor suerte, de mayores cuidados. Y esa es una idea muy triste.

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