25 07 2020 UÑA, PUERTA DE ENTRADA A LA SERRANÍA


Uña, puerta de entrada a la Serranía

      Pese a todos los inconvenientes que nos han acompañado durante los últimos meses, el verano ya está aquí y aunque con un repertorio considerable de dudas, por no decir abiertamente temores, parece que se están produciendo tímidos intentos de recuperación de ese fenómeno conocido como turismo y que mucho más allá de consideraciones de tipo económico e incluso laboral, lo que refleja, sobre todo, es la insobornable tendencia del ser humano hacia la libertad, principio social básico que tiene muchos matices, uno de ellos, fundamental tal como yo lo veo, es la capacidad de moverse, de viajar, de descubrir nuevos horizontes y experimentar sensaciones diferentes. En esa recuperación de la tendencia viajera, la Serranía de Cuenca se perfila como uno de los espacios preferidos; así ha sido durante los últimos decenios y así, quiero creer, va a serlo también en este confuso periodo en el que ahora nos encontramos inmersos.

      Son muchos y variados los senderos que sirven de penetración en ese amplio territorio, pero no creo equivocarme al decir que el principal, o el preferido, quizá también el más asequible y consolidado es el que sigue en dirección contraria la ruta que marca el Júcar, al que se puede acompañar casi palmo a palmo, a veces en pleno disfrute de su cauce, en otras a borbotones que se cuelan por los intersticios de las rocas y la vegetación. Por ahí, por donde ahora hay cómoda carretera y antaño hubo un auténtico infernal sendero pedregoso que dio lugar a encendidos relatos literarios, tras dejar atrás Villalba de la Sierra se llega a Uña, auténtica puerta de entrada a ese paraíso natural que es la Serranía..

       Es este un curioso ejemplo de supervivencia urbanística y demográfica. Aunque en apariencia se puede pensar que es un lugar de reciente implantación lo cierto es que su origen se remonta a la más lejana Edad Media, donde ya era uno de los lugares que formaban parte del patrimonio de los Albornoz. Desde entonces y a lo largo de los siglos siguientes, su consideración fue la de aldea de Valdecabras y miren por dónde la antigua matriz fue quedando empequeñecida hasta desaparecer como municipio, absorbido por la capital, mientras que Uña se mantiene en una sólida autonomía que le permite sobrevivir sin especiales problemas.

         El caserío está muy recogido y ofrece una magnífica visión de conjunto cuando el viajero se acerca al lugar y lo contempla desde lo alto de la carretera, obteniendo una imagen compacta, agradable, que se enriquece con la compañía inmediata de la laguna que forma parte del contexto urbano porque está aquí mismo, al lado de las viviendas. Imagen totalmente diferente a la que se puede apreciar si se llega a la parte posterior, a la salida del pueblo hacia el embalse, donde las viviendas quedan cortadas en vertical, formando una hilera de casas colgadas sobre el abismo. Por encima de todo, dominando el espacio, el poderoso farallón rocoso, las famosas riscas de Uña, ofrecen una sensación de frágil solidez, porque siempre se piensa que en cualquier momento alguna de esas tremendas rocas, muchas de ellas en equilibrio inestable, pueden caer de improviso.

         Las casas son, casi todas, de moderna construcción, pero con la hábil maestría de haber sabido reproducir el espíritu tradicional de la arquitectura popular, de manera que no hay contradicción ni choque visual. El núcleo central es la plaza de la Constitución, muy amplia y abierta, dividida en tres sectores vinculados entre sí, con el ayuntamiento en posición lateral, ligeramente elevado y dando frente a la iglesia, que queda fuera de la plaza pero a su lado. Las calles, pocas pero muy limpias, se prestan al paseo íntimo, como adelanto previo al disfrute en plenitud de la Serranía de Cuenca que aquí comienza.

 

 

 

 

 


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