18 07 2020 FILIGRANAS EN LA CAPILLA DE LA ASUNCIÓN
Filigranas en la capilla de la Asunción, de Villaescusa
Queda Villaescusa de Haro al lado del
camino, pegada a él, pero como ausente del tráfago humano que va por el asfalto
de un sitio a otro, como si no fuera con el ánimo de la villa el trasiego
incontenible, el devenir constante del paso del tiempo que parece introducir
una distorsión en lo que permanece constante, como el recuerdo de la serie de
obispos que aquí nacieron y desde aquí fueron a parar a diversas diócesis
españolas, entre ellas la propia, la de Cuenca, donde varios (Diego Ramírez de
Villaescusa en cabeza) dejaron una impronta tan duradera que sobrevive más allá
de las circunstancias concretas. De aquella época mantiene su elegante
presencia la iglesia parroquial dedicada a San Pedro Apóstol, en cuyo interior,
como formando un aparte, se cobija uno de los más extraordinarios recintos
artísticos que jalonan el mapa de la provincia.
La iglesia, si se quiere decir así, es el
florón, el remate, la culminación de una visita al espacio urbano, que antes de
llegar ya ofrece la imagen impagable del castillo de Haro, cuya imagen,
solitaria y romántica, se perfila sobre el alto del pequeño cerro en que tiene
asiento. Luego, unos kilómetros más adelante, está el pueblo, la villa, con su
carga histórica vinculada a la Orden de Santiago y con su belleza
inmarchitable. Pocos lugares hay tan significativos como esta Villaescusa de
Haro, donde la modernidad no ha producido muchos estragos o, al menos, algunos de ellos felizmente recuperados, como
el antiguo convento de dominicos o el colegio que quiso ser universitario.
Son calles limpias, bien trazadas,
generalmente anchas, en cuyas aceras se levantan casas con predominio de una
blancura exquisita, en las que no faltan blasones y rejas, Alguna hay casi que
adivinarla, como la antigua Panadería; otra, como la que fue casa natal de
Astrana Marín permanece bien conservada, haciendo que el recuerdo del gran
literato y maltratada persona (el destino fue muy duro con el) permanezca
moderadamente vigente, a pesar de que su prestigio de antaño ya se ha diluido.
El Ayuntamiento ocupa hoy un nobilísimo edificio, detalle que se agradece,
cuando tantos otros han renunciado al abolengo señorial para alojarse en
insulsos inmuebles. Frente a él está la iglesia, que en una de sus esquinas
conserva el tradicional rollo de justicia.
La iglesia, de tres naves, empezó a
construirse a mediados del siglo XVI, sobre los restos de otra anterior, que
lógicamente sería de un estilo más primitivo pero en la que -y es cosa digna de
ser destacada- se respetó la capilla dedicada a Nuestra Señora de la Asunción,
levantada a comienzos de ese mismo siglo, de manera que mientras en el conjunto
del templo se aprecian las circunstancias rigurosas del Renacimiento, se
mantiene en esta capilla la tendencia marcada por el gótico-isabelino, propio
de la inspiración de la reina católica y que forma en sí misma una auténtica
individualidad artística, un espacio de singular belleza, fundado en 1507 por
el ya citado obispo Diego Ramírez para que sirviera de enterramiento familiar y
para ello no solo se preocupó de dirigir la obra por sí mismo, sino que además
la dotó con una capellanía formada por seis religiosos, cuatro diáconos y dos
acólitos. Se llega a ella por la nave del Evangelio, a través de una triple
arcada adornada con multitud de labores y estatuillas; hay una finísima labra
de piedra en arcos, capiteles, celosía, ventanales, produciendo en general una
impresión fastuosa, la que genera una obra de tales características artísticas
en la que destaca, sobre todo, el impresionante retablo dedicado a una
escenificación de la vida de la virgen María, para concluir en su Asunción a
los cielos, episodios que se pueden seguir, con un carácter verdaderamente
didáctico, a lo largo de los paneles que forman la obra, que siendo gótica,
apunta ya las maneras y las tendencias que en esos momentos estaba incorporando
el Renacimiento.
Comentarios
Publicar un comentario