06 06 2020 LOS TERRENOS DE LA ESTACIÓN DE CUENCA
Los terrenos
de la estación del ferrocarril
Estamos en pleno proceso de vuelta a la
normalidad y para demostrarlo vuelven al primer plano de la actualidad asuntos
eternos que se vienen prolongando de año en año o, por decirlo más
concretamente, de corporación en corporación. Parece como si ninguna quisiera
darse por vencida, en la infantil confianza de que sus integrantes podrán
resolver lo que no fueron capaces de hacer sus antecesores. Es un propósito
encomiable, desde luego, aunque tales esfuerzos deben ser contemplados con un
mucho de escepticismo, sin descartar que en algún momento pueda sonar la
flauta.
En ese ambiente hay que recibir el
anuncio de que el Ayuntamiento de Cuenca va a retomar conversaciones con la
empresa ferroviaria (o sea, ADIF, o sea, el ahora llamado ministerio de
Transportes y no se cuántas cosas más) para ver cómo se pueden liberar los
terrenos inmensos que ocupa inútilmente y sin provecho alguno lo que queda de
la estación del ferrocarril, aquel mecanismo que la ciudad recibió con tanto
alborozo a finales del siglo XIX para después ver cómo se ha ido diluyendo
hasta quedarse en casi nada. Y sin perspectivas de recuperación.
En los orígenes, a nadie le preocupó
la ubicación de la estación, en un descampado alejado de la ciudad, ocupado
solo por almacenes, cocheras y talleres. Los problemas aparecieron cuando llegó
la hora del crecimiento desordenado y sin planificar y la estación pasó a estar
prácticamente en el centro, con unas vías que dividían la ciudad en dos,
haciendo que empezaran a surgir voces y comentarios pidiendo una mejor solución
para ese sistema, a semejanza de las que acometieron en otros muchos lugares
que consiguieron integrar el trazado ferroviario generalmente mediante el
soterramiento de las líneas o con pasos elevados, inventos que aquí no tuvimos
la fortuna de conocer.
Las primeras gestiones para dar un
nuevo carácter a la situación se plantearon en 1991 mediante la recalificación de los terrenos en el seno de una gigantesca
operación urbanística que debería revertir pingües beneficios a la empresa
ferroviaria más los que recibiría el propio municipio mediante la dotación de
espacios de uso público. Era un paso acorde con la brutal especulación que sufrió
nuestro país en los años del desmadre inmobiliario. Se hablaba de 5.000
viviendas, con edificios de hasta once plantas, varios hoteles, un centro
comercial. Hubo conversaciones, negociaciones, amagos de acuerdo, todo ello
evaporado con el humo de la fantasía y entre las críticas de quienes
calificaban de disparate social y económico lo que se estaba promoviendo.
Desde entonces y hasta hoy, cada corporación saca del cajón su propio
proyecto y emprende de nuevas los tratos con ADIF que, en ocasiones, incluyen
también el posible traslado de la estación para acomodarla dentro de la del
AVE, asunto del que la empresa no quiere ni oír hablar. Seguir la historia de
esos acuerdos, incluido el firme convenio firmado en 2006 produce un resultado
francamente deprimente. El último paso se dio en 2017, cuando visitaron Cuenca
dos ministros, la de Fomento, Ana Pastor y el de Justicia y diputado por
Cuenca, Rafael Catalá. Entre otras cosas acordaron que en noviembre de ese año vendrían
los técnicos para dar forma a lo acordado. Nunca se ha estado más cerca de
conseguir el acuerdo pero cuando llegó ese mes de noviembre nadie, empezando
por el Ayuntamiento, recordó que se debería realizar tal reunión decisoria.
Y
así estamos ahora, volviendo a empezar, seguramente desde cero. Es una señal
evidente de que regresamos al terreno de la normalidad y en ese camino, estoy
seguro, nos encontraremos con otros muchos temas que vienen de antiguo y para
los que nunca parece llegar la solución.
Comentarios
Publicar un comentario