30 11 2019 TERUEL EXISTE, Y ESTÁ AHÍ, AL LADO DE CUENCA
Teruel existe y está
ahí, al lado de Cuenca
En un
libro de reciente publicación sobre la historia del ferrocarril en Cuenca he
aportado no pocos datos y comentarios sobre el entusiasmo provocado, hace ahora
justamente un siglo, ante la posibilidad de conseguir un el trazado de una
línea férrea que pudiera enlazar las ciudades de Cuenca y Teruel, en unas
alternativas implicándolas solo a ellas, en otras buscando una conexión
conjunta con Valencia y en alguna más, incluso, prolongando las vías hacia el
sur, a través de la Mancha, abriendo así interesantes posibilidades a una
comunicación norte-sur que cien años después sigue siendo inexistente y que
hubiera ofrecido una considerable solución a algunos de los infinitos problemas
de articulación del territorio que sufre este país.
Es
obvio, pues resulta de una evidencia absoluta, que aquellos sueños no pasaron
de ese nivel utópico y ni escritos, discursos, reuniones, visitas, gestiones,
proclamas y lamentos consiguieron mover un ápice la esclerotizada maquinaria
del sistema gubernamental vigente entonces. Pero no es mi intención aquí, ni
remotamente, dejar paso a quejumbrosos lamentos por la oportunidad perdida sino
señalar, con la brevedad que requiere el espacio disponible en este artículo,
el entusiasmo, actividad y energía que durante una década desarrollaron las
gentes de Teruel, hasta el extremo de conseguir arrastrar a la por lo común
apática Cuenca, obligada por la fuerza de las circunstancias a seguir el trazo
de la enérgica iniciativa promovida por aquellos tozudos aragoneses hasta que
finalmente las circunstancias históricas les hicieron desistir.
Durante
los últimos años, los turolenses han desarrollado con singular acierto una red
de establecimientos comerciales distribuidos por toda España en los que se
venden de manera selectiva sus productos, agrupados con un sentido de
colaboración solidaria que ya quisiéramos ver en otros sitios. Quienes viajamos
los encontramos casi por todas partes; desde luego, en las grandes ciudades
abundan y parecen desenvolverse con singular éxito económico y consiguen
ofrecer una imagen muy valiosa.
Lo que
ha pasado ahora, en las últimas elecciones, lo sabemos todos. Ante la sorpresa
generalizada, la propuesta política calificada como Teruel Existe ha logrado un
escaño en el Congreso, que por sí mismo será perfectamente inútil, pero que
contribuye ya, y lo hará más en el futuro, a incrementar esa visibilidad que
resulta imprescindible en un país que ha decidido olvidarse por completo de la
España interior, ninguneada a todos los niveles (basta con ver los
telediarios). Es comprensible que este llamativo ejemplo haya despertado el
interés en otros sitios, donde se acaricia la posibilidad de imitarlo y reproducirlo.
Si en el ámbito político hubiera sentido común resultaría relativamente fácil
mover una agrupación de fuerzas en las provincias que genéricamente podríamos
llamar la Celtiberia (Cuenca, Teruel, Soria, Guadalajara) y ya no sería un
solitario diputado el que pudiera levantar la voz, como sin duda lo hará el que
ha resultado elegido. Grupo que, de paso, obligaría a los representantes de los
partidos tradicionales a modificar su habitual apatía y mostrar algo de interés
por las provincias a las que dicen representar.
Si tal
fuerza pudiera conformarse, a lo mejor, incluso, podríamos llegar a ver, no ya
aquel tren frustrado de hace un siglo, sino algo mucho más sencillo, la autovía
de Cuenca a Teruel, necesitada no solo para comunicar dos ciudades sino unos
amplios territorios del centro de España, condenados a la despoblación y el
olvido.
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