01 06 2019 EL OLVIDADO DÍA DE EUROPA
El olvidado Día de Europa
Pasó
la tempestad electoral y entramos en otra, no menos tempestuosa pero quizá más
sosegada, la que debe llevar a la formación de las nuevas corporaciones. En
algunas, como la Comunidad Autónoma, la cosa va a ser bastante sencilla, porque
no hay nada que discutir ni consensuar. En otras, como la Diputación, tampoco
hay más misterio que conocer cual es el nombre elegido por el PSOE para hacerse
cargo de una institución que durante décadas pareció desempeñar un papel
secundario pero que en los últimos tiempos se ha convertido en un elemento de
enorme importancia a la hora de tomar decisiones de hondo calado, reflejo
directo de su potencia económica. En los Ayuntamientos, como sabemos, hay de
todo, desde los que lo tienen muy claro hasta los que se encuentran en
situación verdaderamente complicada. Todo eso quedará resuelto en apenas dos o
tres semanas, de aquí a mediados de junio.
En
muy pocos sitios (desde luego, en Cuenca no) se ha hablado, en serio, de la
otra elección, la que tenía la papeleta más larga, por la cantidad de nombres
incluidos en ella. A casi todo el mundo la alusión a Europa parece ser algo
exótico, lejano, que interesa solo a los miembros de la élite política, poco
que ver con los intereses cotidianos de la gente. Me pregunto por qué la idea
de Europa, la construcción de Europa, la concepción de Europa como un ámbito de
convivencia, de progreso, de libertad, de coincidencia cultural, no ha
conseguido calar profundamente en el
ánimo de los europeos, a pesar de que todos podemos disfrutar, en cualquier
momento, de indudables ventajas, como la de poder viajar tranquilamente, sin
pasaportes ni fronteras, de un país a otro, por citar un hecho que resulta
asequible a cualquier ser humano, sin necesidad de apelar a cuestiones más
trascendentes como el mercado, la legislación conjunta, la apertura del mercado
laboral o el desarrollo de normativas coincidentes. Todo eso está siendo puesto
en peligro, como sabemos, por esas doctrina suicidas (y, sin embargo, obtienen
votos, muchos votos) que pretenden interrumpir esa línea de progreso civilizado
para devolvernos a las cavernas.
Hay,
quizá, un detalle menor pero que a mí me ha parecido muy significativo para
poner de manifiesto en nuestro propio ámbito local este lamentable abandono de
la idea europea. Hace unos años se celebraba en Cuenca el Día de Europa, el 9
de mayo. En uno de ellos, se bautizó el Parque de Europa, en el que se instaló
un gran mástil donde ese día se izaba la bandera de la Unión, en presencia de
cientos de niños de los centros educativos y, por supuesto, de las autoridades,
encantadas de pronunciar encomiásticos discursos conmemorativos. Aquello se
olvidó. Ya no hay celebración, ni bandera, ni niños estimulados a participar en
una fiesta continental. He tenido la curiosidad de investigar si en esa jornada
se hizo algo en algún lugar de nuestra Comunidad Autónoma: en Albacete, Ciudad
Real y Toledo. En el repertorio de actos, la casilla de Cuenca está amargamente
vacía.
El
9 de mayo de 1950, el ministro francés Robert Schuman pronunció un discurso en
el que, con ánimo profético, exponía su idea de una nueva forma de cooperación
política en Europa que hiciera imposible una nueva guerra y, en cambio,
estableciera mecanismos de cohesión y progreso en un marco de libertad y
democracia. Quienes dentro de unos días se hagan cargo de la gestión de las
nuevas corporaciones locales deberían incluir, entre sus objetivos, recuperar
en Cuenca la celebración anual del Día de Europa para sentir, todos, que no
estamos solos ni encerrados en este microcrosmos. Somos europeos y no sólo
porque llegan subvenciones.
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