22 09 2018 ANTONIO SAURA, EN EXPOSICIÓN PERMANENTE
Antonio Saura, en exposición permanente
En las últimas semanas se ha producido
un hecho de singular importancia al que no se ha prestado mucha atención (en
realidad, prácticamente ninguna) en los ámbitos de la Cultura conquense. Nada
que ver, desde luego, con la expectación despertada por la reaparición de
Jesulín de Ubrique y otros sucesos de parecido jaez que ocupan nuestra atención
una hora sí y la siguiente también.
La noticia a que me refiero es la exposición pública, al fin
en Cuenca, de la serie de dibujos que Antonio Saura bautizó con el título La muerte y la nada, formada por
27 obras que preparó como un bloque temático destinado a ilustrar un libro del
mismo título, original de Jacques Chessex y editado por Pierre Canova en Suiza.
Los 27 dibujos están realizados sobre papel, en técnicas diversas (pintura
sintética, acrílico, tinta de China, mina de plomo) y dimensiones igualmente
variadas. Fue una edición exquisita, para bibliófilos de alto nivel, de la que
se hizo una tirada limitada.
Cuando se estaba gestando la creación en
Cuenca de una Fundación que debería llevar el nombre de Antonio Saura, a
primeros de mayo de 1999 la Junta de Comunidades adquirió en Londres la
colección, que había salido a subasta en una galería británica, la famosa
Christie’s, con un precio de 80.000 libras esterlinas (unos 20 millones de
pesetas), cantidad que fue la aportada por quien hizo la puja en nombre del
gobierno castellano-manchego. Meses antes, la Junta había sido animada para
adquirir directamente la obra, puesta en venta por un marchante suizo, pero en
aquel momento el gobierno regional no se atrevió a dar semejante paso. Después,
sin embargo, presionada por la crisis de la Fundación, temerosa de ser acusada
de reticente al proyecto y en vísperas electorales, la decisión fue exactamente
la contraria y el gobierno de Bono se animó a dar el paso adelante de llevar a
cabo la que habría de ser su primera inversión en la Fundación Antonio Saura
con la intención soterrada de ayudar a su implantación.
. Pero no
lo fue. Al contrario, en un evidente gesto de desentenderse del ya entonces
agonizante proyecto. en mayo de 2000 la Junta anunció que los cuadros
adquiridos “para completar la
representación del artista en las colecciones de la Junta de Comunidades”
(obsérvese el empleo del plural y la no mención de la Fundación), quedaban
depositados en el Museo de Ciudad Real, justificando tan peregrina decisión en
que allí existían condiciones adecuadas para conservarlos, sin explicar por qué
en el Museo de Cuenca no se daban similares condiciones. Disparate que se
corrigió en 2007, adscribiendo la colección al museo conquense.
Ahí
quedó la cosa por entonces y como en los años siguientes pasó lo que todos
sabemos, hasta desembocar en la práctica desaparición de la Fundación Antonio
Saura, parecía que La Muerte y la Nada se
había evaporado igualmente hasta que ahora, seguramente con sorpresa para
muchos, reaparece convertida en una exposición permanente, que se puede ver en
la sala del Museo de Cuenca situada en la calle Princesa Zaida. No me meteré en
camisa de once varas y por ello no jugaré al atrevido papel de crítico de arte.
Solo diré que ahí está Antonio Saura en estado puro, con su maestría en el
trazo, dominando siempre por la feroz negrura de imágenes torturadas que
transmiten un mundo interior complejo, no fácilmente asimilable. Pero es, sin
duda, una maravilla del arte contemporáneo, ahora disponible cualquier día del
año.
P.S. En el artículo de la semana
pasada se deslizó una frase inexacta, al afirmar que la fiesta de San Mateo no
tiene ningún reconocimiento oficial. Lo tiene: es fiesta de interés turístico
regional.
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