15 09 2018 DÍAS FESTIVOS EN TORNO A SAN MATEO
Días festivos en torno a San Mateo
El motor que anima la vida en
esta ciudad tiene combustible festivo: Semana Santa en primavera, San Mateo en
otoño. El resto del tiempo se consume pasándolo en preparativos adecuados para
llegar de manera conveniente a la fecha señalada y esperada. Si por aquí
tuviéramos una Navantia, o similar, las preocupaciones serían otras y la calle
se utilizaría para ocuparla con sabrosas manifestaciones bien cubiertas por
incendiarias pancartas movidas al viento de la ira colectiva. Como no hay tal
cosa (ni parecida de lejos), nuestras calles sirven para que pasen
parsimoniosamente las imágenes religiosas o para que por ellas corran inocentes
y vapuleadas vaquillas, todo en beneficio de la generalizada satisfacción del
pueblo.
Ahora toca ganado. Los
promotores de esta actividad lúdica llevan tiempo intentando envolverla con
oropeles de seriedad, en forma de recreaciones ambientales o apelaciones más o
menos profundas a los elementos históricos que inciden en la fecha, una vez que
ya parecen evaporado los intentos de algunos por poner en discusión si fue el
21 de septiembre o antes o después cuando las tropas de Alfonso VIII decidieron
acabar con la broma del aburrido sitio y cruzaron de manera decidida los muros
del castillo de Cuenca. Esas banderolas que ondean al aire de la Plaza Mayor,
esas vestiduras que traen hasta el presente los aromas medievales, esas
escenificaciones divulgativas, son complementos benévolos y sugerentes de lo
que a todo el mundo importa, o sea, la vaca. Bien está si ayudan a ennoblecer
un poco la celebración.
También tienen una intención
benefactora y además educativa las apelaciones de la autoridad competente hacia
el buen comportamiento, la limpieza, la moderación alcohólica y un factor
extraordinariamente sensible, el correcto cuidado del casco antiguo de la
ciudad, recordando a quienes en estos momentos están tomando fuerzas para
invadirlo a toda pastilla que ese recinto, tan delicado, es patrimonio de la
Humanidad, en la que también nos incluimos todos nosotros, porque algunos
parecen interpretar que Humanidad es un concepto etéreo, depositado en algún
lugar esotérico del universo, no algo concreto, afincado aquí mismo, entre
nosotros. Quiero sentirme optimista y creer que esos llamamientos a la cordura,
la urbanidad (curiosa palabra, prácticamente desaparecida del vocabulario en
uso), la cortesía y el respeto estarán calando en el ánimo de los jubilosos
corredores de vaquillas y bebedores de toda clase de mejunjes (con qué interés,
con qué emocionada voluntad, abastecen estos días de material a los habitáculos
donde depositan el material) que se disponen a participar alegremente en la
fiesta con que se despide el verano y se recibe el otoño.
Interpreto que con esta actitud
prudente, la autoridad municipal quiere recuperar aquel antiguo proyecto de
aspirar a que esta celebración reciba algún reconocimiento del tipo fiesta de
interés turístico regional o nacional, intención entonces frustrada porque no
hubo forma de demostrar presuntos valores y sí muchos factores negativos que
estorbaron el propósito. La fiesta de San Mateo en Cuenca no ha merecido nunca
especial atención de los reporteros atentos a estas cosas. El eco es
exclusivamente local y con ese solitario soporte no se va a ningún sitio en el
mundo del prestigio. Lograrlo exige muchas correcciones a unos usos y
costumbres asentados, que hacen felices a sus protagonistas pero no atraen
especialmente a quienes miran, observan y escriben.
Dicho esto, corramos un tupido
velo y dispongámonos a entrar con el mejor ánimo posible en la alegre fiesta de
la vaquilla de San Mateo.
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