2017 11 11 SOBRIA Y CLÁSICA ELEGANCIA EN LA MERCED
Sobria y clásica elegancia en La
Merced de Huete
Presumen en Huete, y con razón, de tener el más rico y
variado patrimonio arquitectónico de toda la provincia, cosa que ha llevado
consigo, durante años, una constante preocupación por encontrar los mecanismos
necesarios para propiciar su adecuada conservación y utilización con fines
acordes a los tiempos que vivimos. Asunto nada fácil, teniendo en cuenta el
rapidísimo proceso de despoblación que sufrió la histórica ciudad, con la
consecuencia inmediata de que muchos de esos edificios, señoriales, religiosos
o administrativos, perdieron su funcionalidad y, con ella, pasaron a engrosar
el catálogo de los castigados con el abandono y, quizá, la ruina. Como viene
sucediendo en otros lugares de la provincia, esa situación conoce ahora
síntomas de reversión, lo que anima a observar el futuro con algo de optimismo.
Así viene sucediendo en la ciudad optense, donde se está desarrollando un
eficaz proceso de recuperación de algunos de esos nobles edificios (el ábside
de Santa María de Atienza, el convento de Jesús y María).
En
ese repertorio destaca sobremanera la inmensa mole construido del que fue
convento de mercedarios, cuyo origen se remonta al siglo XIII aunque, como es
obvio, la edificación actual es de fechas posteriores, a lo largo del XVII, en
que alcanzó su actual configuración, un enorme complejo en el que se
habilitaron tantas dependencias que ha sido posible ubicar en él múltiples
organismos modernos, en uno de los más llamativos ejemplos de reutilización que
podemos encontrar lo que, de paso, ha introducido en el edificio numerosas
modificaciones estructurales que lo harían irreconocible a los monjes si
pudieran volver a la vida.
La
Merced domina ampliamente el entorno inmediato por su volumetría y destaca
igualmente si, desde alguno de los altozanos que rodean a Huete, se dirige una
mirada sobre el conjunto urbano de la ciudad. El edificio conventual tiene una
considerable planta rectangular que levanta tres pisos de sillería muy bien
labrada, con un espléndido repertorio de ventanas enrejadas en la planta
inferior y ventanas en las dos superiores, ofreciendo a quien lo contempla una
maravillosa lección de regularidad arquitectónica clásica, de sabio equilibrio
adaptado al desnivel del suelo. Plantarse frente a esta noble y elegante
edificación señorial produce un ineludible placer estético, en el que la
admiración por las características de la obra se combina con el deleite que
provoca su contemplación.
Otra
historia es lo que ha pasado por dentro a lo largo de los años, adaptando los
espacios como se ha podido para ir acoplando las múltiples necesidades de una
burocracia cada vez más compleja. Menos mal que se ha podido mantener la
elegante escalera principal y el vistoso claustro, silencioso testigo de sus
otros vecinos: archivo municipal, archivo notarial, juzgado, cárcel del
partido, hospital de sangre durante la guerra civil, Correos y Telégrafos,
agencia de Extensión Agraria, etc. (alguno de ellos ya tiene local propio), a
las que modernamente se han unido el Ayuntamiento, la Casa de Cultura, la OMIC,
biblioteca, centro social, centro de la mujer, salón de actos polivalente y, en fin, dos museos, el Florencio de la Fuente y el de Arte Sacro. Incluso hubo aquí un teatro
municipal, que funcionó en la primera década del siglo XX. En la actualidad, el
edificio es sede del Ayuntamiento, el Juzgado de Paz, Archivo, salón de actos
polivalente, biblioteca, centro social, OMIC, Centro de la Mujer, Oficina
Comarcal Agraria, además de los dos museos mencionados. Es, como digo, un
eficasísimo ejemplo de reutilización de un arquitectura clásica adaptada a las
necesidades modernas.
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