07 10 2017 PLANIFICAR CON SENTIDO COMÚN
Planificar con sentido común
Una vez más (y me parece que ya van cuatro, o quizá sean
cinco) se ponen en marcha los mecanismos necesarios para intentar dotar a
Cuenca de un Plan Municipal de Ordenación Urbana que venga a sustituir al que
de manera tan irrazonable entró en vigor hace ya veinte años y que ha sido
preciso modificar puntualmente en más de 50 ocasiones para adaptar sus
insensatas previsiones a la realidad de cada momento. Naturalmente, no es
posible prever en estos momentos si el nuevo intento podrá llegar felizmente a
su término o si, como ha ocurrido con los anteriores, quedará embarrancado en
cualquier recodo del tortuoso camino que es preciso recorrer, pero como los seres
humanos son, a fin de cuentas (y pese a que se pueda pensar lo contrario)
optimistas, estoy por creer que ahora sí será posible llegar a buen puerto. Por
lo menos, ese es mi deseo personal. Parece cosa disparatada que una ciudad
pueda funcionar e incluso existir sin ese soporte fundamental que es el Plan de
Urbanismo; pues ya lo ven, como en Cuenca todo es posible, esto también.
De
acuerdo con lo acostumbrado en estos casos, los responsables del estudio han
hecho una primera comparecencia pública, llevando la voz cantante quien dirige
el equipo, el urbanista José María Ezquiaga, cuyas primeras declaraciones
aparecen envueltas en sentido común, algo siempre muy de agradecer, sin
ostentosas afirmaciones difíciles de cumplir y sin prometer sacar de la chistera
ninguna solución milagrosa para cuestiones que llevan pendientes más de un
siglo. En esto, como en casi todo, no hay fórmulas mágicas; solo la
racionalidad, la firmeza en los criterios, el conocimiento de lo posible, una
visión conceptual abarcadora del todo y un toque de juiciosa originalidad
pueden ayudar a ordenar el pavoroso caos en que se ha convertido el casco
urbano de Cuenca, organizado a patadas improvisadas según las modas de cada
momento y los caprichos del alcalde de turno.
De
las diversas cosas que hemos podido leer en estos días a partir de esas
primeras declaraciones una que me parece muy juiciosa es la que aspira a
contener el plano urbano en sus límites, resolviendo primero los numerosos
huecos existentes antes de pensar en continuar expandiéndolo a tontas y a
locas, como ha sucedido en los últimos tiempos, en que la idea dominante era la
contraria, o sea, construir a toda costa, sin límite alguno, para edificar una
ciudad capaz de contener a 250.000 habitantes (previsión del actual plan) como
si el simple hecho de tener miles de viviendas vacías ya fuera suficiente para
que sobre ellas cayeran como maná del cielo las personas dispuestas a
ocuparlas. El resultado de ese disparate lo tenemos a la vista, con las
numerosas parcelas sin edificar que hay por todas partes y que alcanzan su
culminación en el utópico polígono Villa Román IV, urbanizado por completo, con
sus viales, sus semáforos, sus columnas luminosas, sus arbolitos que nadie
riega y sus parcelas vacías que se van comiendo los matojos. Símbolo visible, y
lamentable (hay otros muchos casos similares en esta España absurda que nos ha
tocado vivir en los últimos tiempos) de lo que no debería hacerse más.
Resolver
esa cuestión y priorizar la homogeneización del plano es un buen criterio y por
supuesto, también lo es otra idea expuesta por el equipo urbanista, buscar el
equilibrio comunicativo entre las dos Cuenca, la moderna y la antigua, con la
tercera, la que está desperdigada en docenas de urbanizaciones en un radio de
30 kilómetros, desde donde sus habitantes se vuelcan sobre la ciudad, en coche
naturalmente, para contribuir así a aumentar los placeres de circular por
nuestras calles. En el fondo, como envolviendo esa problemática cotidiana,
están los viejos temas pendientes, alguno con siglo y medio de vigencia, como
la estación del ferrocarril y sus vías, a los que se añaden como cosa nueva (ya
va siendo también antigua) la disparatada ubicación de la otra estación, la del
AVE, y otros cuantos asuntos más que no es cosa de enumerar aquí, por bien
conocidos y porque, sin duda, están también en el catálogo de cuestiones que es
preciso afrontar.
Las
intenciones expuestas son buenas y, sobre todo, razonables. A medida que avance
la redacción del Plan se irán conociendo detalles y ello dará pie, con toda
seguridad, a nuevos y quizá sabrosos comentarios.
Comentarios
Publicar un comentario