02 09 2017 CÓMO CONSEGUIR CALIDAD TURÍSTICA


Cómo conseguir calidad, además de cantidad

Terminó agosto, mes emblemático del verano y las vacaciones y, como sucede siempre cuando se produce un cambio notable en el calendario, dentro de unos días empezarán a llegarnos los datos, los comentarios y los análisis sobre lo que ha sucedido en este periodo, en esa obsesiva afición a los números y los porcentajes, dando por supuesto que, cuanto más mejor, lo que lleva consigo, no se si como consecuencia obligada pero desde luego cierta, un evidente descuido de otras cuestiones no menos importantes, vinculadas a la calidad. Debate, por cierto, muy antiguo y en distintos aspectos, el que quiere contraponer ambos conceptos, dando por supuesto que no es posible conseguir unos servicios de calidad aplicados a un alto número de personas y solo las minorías selectas pueden aspirar a obtenerlos.
      No se cómo serán los números que nos ofrecerán este año los voceros oficiales de los diferentes departamentos turísticos. Imagino que positivos, con mucha gente circulando por carreteras y caminos, muchos comensales en los restaurantes, muchos huéspedes en hoteles y casas rurales; en definitiva, dinero y trabajo, que es lo que todo el mundo quiere. Alcanzado ese, imagino, nivel satisfactorio de las cantidades en medición, convendría dirigir una ojeada a otros aspectos de la cuestión, que tienen que ver con la calidad de la oferta donde, a mi juicio, se están produciendo algunos descuidos.
      La administración hace un esfuerzo valioso en la promoción de determinados lugares de interés y eso atrae a muchas personas. Llegamos al sitio, hacemos el paseo turístico, por monumentos o parajes y cuando termina la excursión, después de varias horas de esfuerzo, encontramos la dura realidad: en ese pueblo no hay ningún sitio donde comer. Hay que desplazarse a otro pueblo (el más cercano con restaurante, a 30 kilómetros) para satisfacer la cotidiana y elemental necesidad de alimentarse. Probablemente no es competencia municipal montar un comedor para turistas, pero al menos habría que advertirlo para que cada cual llevara consigo el bocadillo de tortilla.
      El servicio de restauración ha alcanzado en los últimos tiempos un nivel satisfactorio de calidad, que no ha llegado a todos los lugares, donde se sigue confundiendo lo popular con lo chabacano. Está muy bien la cocina casera, con platos deliciosos, en un ambiente rural muy agradable, pero eso no significa que los platos los deba servir un camarero desarrapado que desconoce las más elementales normas de aplicación en ese delicado menester. La Agrupación de Hostelería, aparte defender asuntos económicos, debería promover cursillos de preparación profesional para que quienes trabajan en un sector tan sensible alcancen una capacitación adecuada, que pasa por tratar con el debido respeto a quienes sirve. No olvidemos (y se olvida) que un viajero insatisfecho es un viajero que no vuelve.
      Hay cuestiones que los pueblos podrían. Visitar una iglesia o una ermita, siempre cerradas, o algún edificio singular, no tiene por qué ser un ejercicio de busca y captura hasta encontrar quien tiene las llaves; bastaría con poner en la puerta un teléfono en el que localizar al responsable y así facilitar una gestión que puede ser muy cómoda. Y deberían igualmente los ayuntamientos establecer algún tipo de norma local, por vía de consejo a sus habitantes, para que no aparquen los coches precisamente delante de la maravillosa portada gótica, renacentista o barroca que tiene la iglesia, fastidiando no solo a los fotógrafos sino sencillamente a quienes les gustaría ver en su integridad esa singular obra de arte. Y la administración, en general, la que sea y le toque, debería ser cuidadosa en mantener en perfectas condiciones la multitud de señales repartidas por pueblos y parajes. Está muy bien colocarlas, pero luego hay que mantenerlas en su sitio y bien puestas, que se vean y puedan leerse.
       Esto me parece importantísimo porque, como venimos oyendo, desde muy diferentes sectores, hay un cierto nivel de hartazgo sobre la masificación del turismo en bastantes zonas del país. En esa situación, quienes acierten a presentar una oferta basada en la calidad más que en la cantidad, pueden llevar ventaja. Los responsables del turismo en la provincia de Cuenca tienen ocasión de meditar sobre estas y, seguramente, otras cuestiones vinculadas. Para que la calidad sea complemento de la cantidad.

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