16 02 2023 EL DOCUMENTAL SOBRE CUENCA QUE ROMPIÓ ESQUEMAS
Como suele ocurrir siempre que fallece un personaje destacado, especialmente en el ámbito de las artes, las letras o el espectáculo, la muerte de Carlos Saura, en fecha tan cruelmente irónica como la víspera del día en que debería recibir el Goya de Honor a toda su carrera, ha suscitado el habitual repertorio de homenajes, más o menos lacrimógenos, más o menos acertados. No puedo decir que los he leído todos, lógicamente, aunque creo que sí un buen rimero de ellos; los suficientes, creo, para poder decir que entre tanta literatura encomiástica nadie ha hecho alguna referencia a un factor especialmente notable en la obra de Saura y que, por decirlo ya, se refiere directamente a nosotros, a esta ciudad y a esta provincia. Porque se olvida, parece, que el trabajo del director fallecido se inicia con el rodaje de un documental, género por lo común no muy apreciado hasta que los tiempos modernos han conseguido otorgarle una revitalización muy importante, sobre todo por su utilización en otros medios no estrictamente cinematográficos. En ese sentido, el realizado por Carlos Saura sobre Cuenca en 1957 resultó un auténtico impacto visual y un revolucionario enfoque sobre lo que hasta esos momentos se consideraba materia propia de un documental.
La propuesta fílmica habría
de tener honda repercusión en la historia del cine. Cuenca es el primer gran documental, dicho en sentido moderno,
realizado en nuestro país, rompiendo los moldes vigentes hasta entonces al
considerar que una película de ese género debería tener un carácter
propagandístico de interés turístico, limpio, por ello, de cualquier
connotación crítica y orientado a ensalzar valores como los monumentos, los
paisajes, el folklore y similares. Carlos Saura tomó esos principios, les dio
la vuelta del calcetín y puso en las pantallas lo que no se esperaba, con el
natural soponcio para quienes habían patrocinado ilusamente el proyecto. En
realidad, con ese espíritu encargó el trabajo el Ayuntamiento de Cuenca, en
acuerdo adoptado por la Comisión Municipal Permanente el 24 de septiembre de
1956; específicamente se le pedía “un proyecto de guion y presupuesto para la
filmación de un documental cinematográfico sobre Cuenca”. El texto del guion
estaba ya en manos del Ayuntamiento un par de meses más tarde y fue entregado a
una comisión especial para su estudio.
La aprobación definitiva se adoptó el 15
de marzo de 1957, aceptándose el presupuesto presentado por Saura, con un
importe de
Para elaborar el guion, Saura llamó a
Daniel Sueiro, una colaboración muy significativa porque se trata de uno de los
novelistas más comprometidos con cuestiones sociales en pleno franquismo,
además de periodista de investigación y que intervendría posteriormente, como
guionista, en películas emblemáticas de ese periodo, incluida la primera del
propio Saura, Los golfos, rodada a
continuación de Cuenca.
La primera proyección de la película en
Cuenca provocó una auténtica tormenta de opiniones, en su mayoría
desfavorables. El estreno tuvo lugar en el Cine Club Palafox, el 16 de
noviembre de 1958; la proyección fue precedida de una presentación a cargo de
Carlos Saura, quien explicó las líneas maestras en que se había basado para la
realización, analizando los diversos elementos que había tenido en cuenta para
la organización del guion y el desarrollo del rodaje. Como resumen y reflejo de
la impresión adversa producida en un sector del público, el periódico Ofensiva recogía un larguísimo artículo
de un prohombre bien conocido en la ciudad, Bonifacio Enrique Benítez, que
luego sería concejal de Cultura en el Ayuntamiento quien no oculta ni disimula
en forma alguna su pensamiento, apelando al habitual sentido localista y
patriótico que suelen inspirar los asuntos que no son del bondadoso agrado de
todos porque se considera que solo merece ser expuesto públicamente aquello que
es “bonito” ya que lo contrario, lo negativo o crítico no es lo “auténtico” y considera el honor conquense ofendido
por la impureza de unas imágenes carentes de emoción. De la andanada de
improperios no se libra ni el bueno de Paco Rabal, narrador del documental,
cuya voz es “monorrítmica y falta de matices”, para concluir con una sentencia
apocalíptica: “Tal y como ha quedado no puede ni debe
exhibirse fuera de Cuenca”. Y es que el relato, tanto en texto como en imagen,
era frío, objetivo, racional. Le faltaban los adjetivos grandilocuentes, el
somos los mejores y más puros que la clase política tiene siempre a flor de
boca.
Desde
la distancia que marca el tiempo transcurrido (66 años) yo comprendo el disgusto
de los concejales derivado de una inversión económica que no parecía destinada
a producir los beneficios esperados. La proyección del documental en el
Festival de San Sebastián de 1958, donde fue muy bien recibido, no amainó el
desasosiego reinante en el seno de la corporación municipal, que en acuerdo del
7 de enero de 1959 decidió gestionar con Carlos Saura la posible reforma del
documental “para hacerlo más apropiado a la propaganda de la ciudad”. Como es
fácil imaginar, Saura se llamó andana y la película quedó tal cual, condenada,
eso sí, al ostracismo de un secuestro que la ocultara a los ojos del mundo y en
esa situación permaneció varias décadas, hasta que yo la recuperé y la volví a
poner en circulación. Pero esa es otra historia.
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