02 02 2023 AGUA QUE AHORA PUEDE CORRER MÁS LIBREMENTE
El nuevo año que, como quien no quiere la cosa, ha dado ya la vuelta al calendario de su primer mes, nos ha dejado, entre otras malas e incluso muy malas noticias, una buena que probablemente no está teniendo el eco suficiente porque es tanto el alboroto generado por otras cuestiones que esta, importante sin duda, ha quedado un tanto en segundo plano, no quiero decir que ignorada, pero sí como descafeinada. Quizá, también es posible, que como es tema viejo, arrastrado desde hace decenas de años, ello repercute en una especie de cansancio colectivo, parecido a la sensación de agotamiento o dejadez que nos invade después de un ejercicio prolongado, tras el que nos apetece tanto dejar descansar el cuerpo como la mente.
Hablo, naturalmente, como se puede deducir
del título de este artículo, del Trasvase Tajo-Segura que por primera vez desde
que existe afronta un futuro que, si no del todo optimista, por lo menos aleja
algunas de las oscuras sombras que lo vienen acompañando desde el desdichado
día en que nació legalmente a la vida. El propósito, ya lo sabe todo el mundo,
partía de una hipótesis teórica que parecía tener un soporte real a simple
vista y sin entrar en mayores análisis técnicos: en el Tajo sobra agua y falta en el Segura, luego llevémosla de un sitio
al otro. Como esta afirmación, dicha así, es tan simplista como errónea, para
llevar adelante el proyecto se buscó un eufemismo lingüístico: Aprovechamiento
conjunto de los recursos hidráulicos del centro y sureste de España. Ese es el
título del proyecto y la denominación de la ley que lo ampara y regula. Dicho
así, el
sistema es una falacia desde su propia denominación: “aprovechamiento
conjunto”, es un término que supone un reparto proporcional de beneficios, los
que fueren, en favor de todos los elementos que integren ese conjunto. Pero en
el caso que nos ocupa no hay tal cosa: uno de los factores, el cedente, es
sistemáticamente exprimido en favor del receptor, sin que en ningún momento se
produzca la acción inversa o, lo que sería más justo y razonable, la
distribución equitativa e igualitaria de los bienes obtenidos. Probablemente si
en la ejecución material del proyecto se hubiera efectuado un reparto
equitativo de los beneficios, es decir, si realmente el aprovechamiento de la
utilización del agua hubiera sido conjunto y armónico para todas las partes
implicadas, tanto de las comarcas de origen como de las de destino, la polémica
no habría existido ni a lo largo de los años se habrían planteado quejas,
reivindicaciones ni acciones judiciales, pero ha ocurrido exactamente lo
contrario y eso explica la permanencia de malestar durante décadas hasta llegar
a la conclusión bien conocida: no ha habido un aprovechamiento conjunto sino un
expolio sistemático ejercido por una zona del país en detrimento de otra,
utilizando como vehículo de extorsión el agua del río Tajo con la pretensión,
nunca oculta, de sacar de él hasta la última gota de agua. Y de esa manera,
aunque parezca demagógico decirlo, en un sitio están acumulando riqueza a costa
de llevar al otro la pobreza.
Por fin ahora, y
después de incontables tiras y aflojas, de sentencias, pancartas y
declaraciones, incluyendo entre ellas algunas frases gruesas, el gobierno ha
decidido coger el toro por los cuernos y fijar lo que ha titulado unos límites
ecológicos mínimos para garantizar que ese expolio continuado tenga un control
con lo que se podrá frustrar la declarada intención de dejar al Tajo sin agua
y, de paso, que arrastre contaminación a medida que vaya avanzando cansinamente
tras superar el punto de inicio del trasvase, asunto que, como ha quedado de
manifiesto, no gustaba ni poco ni mucho a nuestros hermanos y vecinos
portugueses, víctimas finales de lo que estaba ocurriendo. Lo sucedido es, como
he dicho al comienzo, una muy buena noticia y nos viene bien recibirla, para
compensar, aunque sea levemente, otros disgustos que están en la mente de todos
los habitantes de estas tierras.
Sorprende
que en nuestro propio ámbito, el de Castilla-La Mancha, se pueda producir y
formular una opinión contra corriente, lo que viene a demostrar, una vez más,
que en el territorio de las opiniones, que son libres, se pueden generar ideas
de lo más variopinto, incluso aunque vayan contra la lógica, el sentido común,
la normativa legal y la conveniencia general. Menos mal que, a lo que parece,
se trata de una opinión solitaria e insolidaria, que no creo interfiera o
influya en lo que, a mi entender, es un sentimiento generalizado entre los
habitantes de esta Comunidad. En fin, como se suele decir en tono un tanto
chusco, tiene que haber gente para todo.
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