09 12 2021 ENTRE TODOS LA MATARON

                                                   


Por iniciativa de la Comisión Europea (órgano máximo de gobierno de la Unión Europea), el 1 de enero de 2021 se inició la celebración del Año Europeo del Ferrocarril, una iniciativa destinada a destacar los beneficios del ferrocarril como medio de transporte sostenible, inteligente y seguro. Fue una propuesta que el Parlamento Europeo aprobó el 15 de diciembre anterior. La iniciativa de fomentar e impulsar las redes ferroviarias en el continente obedece a múltiples razones. Una de las más importantes, que representa sólo el 0,4% de las emisiones de gases de efecto invernadero, frente al 25% de los demás medios de transporte. Además, con unas cifras muy bajas de accidentes, el ferrocarril es el medio de transporte por tierra más seguro. Esas y otras razones que omito, para no convertir este artículo en un manual, hacen que la Unión Europea considere fundamental impulsar y mejorar las redes ferroviarias de medio y corto recorrido.

Lo que dice el gobierno europeo se puede encontrar en docenas de páginas a través de Internet. A pesar de semejante evidencia, los políticos gubernamentales y sus socios empresariales conquenses consideran que los ciudadanos somos imbéciles y por ello para justificar su propósito de eliminar el tren de la provincia de Cuenca tienen el descaro de decir que ese plan negativo y destructor cuenta con las simpatías de la Unión Europea. Justo al revés. Lo que impulsa la política europea es lo que digo, a grandes rasgos, en el primer párrafo.

Curiosa forma de celebrar el Año Europeo del Ferrocarril la que tienen el ministerio de Transporte, Renfe y los políticos gubernamentales conquenses. Por lo menos podían haber esperado al año que viene, por disimular un poco y que no se les vea el plumero de una forma tan explícita. Sería interesante saber cómo ven en Bruselas la decisión de cancelar el tren por Cuenca, precisamente este año de celebración.

El tren por Cuenca fue siempre un hijo no deseado para quienes mandan. Proyectado en 1856 no llegó a la ciudad hasta 1883 (27 años de obras) y solo quedó completo, en conexión con Utiel, en 1947. O sea, casi cien años en total. Y como no lo querían ni les interesaba (el negocio iba por Albacete), no movieron un solo dedo para cuidarlo, mejorarlo y curar sus deficiencias, que son básicamente dos: tener una sola vía por la que deben circular los convoyes alternativamente y dejarla sin electrificar. De manera que mientras el resto de líneas iban mejorando, avanzando, modernizándose, esta se fue quedando tristemente al margen, sin ayudas, sin inversiones, viendo cómo le cerraban estaciones, cómo se iban suprimiendo trenes, hasta que Filomena les dio el pretexto definitivo para los rejones de muerte que ahora se completan con la puntilla.

Sólo hubo un respiro de apenas diez años en que pusieron en circulación el Talgo, el Ter y un expreso, pero era un canto de sirena: sin mejorar el estado de la línea, sin hacer inversiones, sin proporcionar condiciones adecuadas para asegurar la velocidad, aquello no podía prosperar y se hundió rápidamente.

Uno de los políticos conquenses abanderados de la liquidación, en unas declaraciones patéticas, justifica el cierre precisamente porque la línea es mala, anticuada, incómoda y algunos apelativos más. Cierto. Pero se lava las manos de su propia responsabilidad no habiendo hecho nada por mejorarla.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, el PP sale a la palestra, como heroico caballero andante, para defender el mantenimiento de la línea. Deberían ser prudentes y mantenerse en silencio. El partido conservador ha gobernado este país ocho años con Aznar y siete con Rajoy más cuatro de propina con Cospedal en Castilla-La Mancha. Ninguno de ellos movió un dedo para proteger la línea férrea por Cuenca, de manera que no deberían presumir de nada, pues nada hicieron.

Desde hace treinta años los responsables de gobernar este país y esta región vienen haciendo todo lo posible por cancelar la línea: suprimen trenes, cierran estaciones, no invierten nada en mejorar las condiciones de viaje. Y una vez que se ha llegado al final dicen que ya no hay remedio. Lo hay, claro que lo hay, pero en esto, como en todo, querer es poder. Y como no quieren, no pueden. De cajón, oigan.

A esta historia le falta un estrambote: nos quieren vender un maravilloso horizonte futuro para la ciudad de Cuenca gracias a los terrenos de la estación. Como tomadura de pelo y broma de mal gusto no tiene ninguna gracia. Pero este es un asunto que merece comentario propio. Lo dejo para la semana que viene (La imagen que ilustra este artículo es el paso de la línea férrea por el Estrecho de Paredes).

 

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