06 05 2021 EL IRRESISTIBLE ENCANTO DEL TREN EN MOVIMIENTO
Comparto, con otras muchas personas, una irresistible atracción hacia el tren, todos los trenes, cada uno con sus matices y características, los de formas aerodinámicas para circular a gran velocidad, los breves automotores para cortas distancias, los larguísimos mercancías que arrastran con parsimonia sus vagones cargados de quien sabe qué mágicos contenidos y hacia qué insondables destinos o aquellos expresos nocturnos de antaño que viajaban casi a ciegas, penetrando en la oscuridad mientras recorrían trayectos de cientos de kilómetros. Son elementos admirables cuando están plácidamente depositados en una estación cualquiera, esperando el turno de reanudar viaje y producen auténtica admiración si hay suerte y se les ve circulando por uno de los espectaculares viaductos que cruzan los barrancos de la Serranía de Cuenca.
Porque
es una atracción irresistible tengo que usar la cámara que siempre llevo a mano
para captar ese momento maravilloso en que aparece un tren circulando sobre
todo teniendo en cuenta que eso es ahora más difícil que recibir un premio en
la lotería. Un designio oculto, pero desde luego malvado, ha decidido eliminar
el ferrocarril por la única vía y las desaliñadas estaciones que cruzan un
mínimo territorio de la provincia de Cuenca. El otro día me tocó la lotería y
en un momento inesperado apareció el tren circulando por los campos de la
Alcarria, en las inmediaciones de la estación (abandonada, claro) de Cuevas de
Velasco. Y con la presteza propia de un antiguo reportero, tiré de la cámara y
aún me dio tiempo a captar media docena de imágenes, que no ganarán ningún
concurso fotográfico pero sí recogen un momento entrañable, de esos que
alientan la esperanza de que, quizá, no todo está definitivamente perdido.
Hemos
entrado en mayo y, por tanto, en el quinto mes desde que el ferrocarril dejó de
circular entre Cuenca y Utiel. Esto, dicho así, de forma escueta y directa, es
inadmisible e intolerable. Pero lo es, en demostración palpable de la pavorosa
incompetencia de todos los que están implicados en semejante negocio. Por más
que digan, es imposible que con la capacidad técnica disponible no se pueda
limpiar y recuperar la línea en cinco meses. Y es verdaderamente lamentable que
las tres instituciones: autonómica, provincial y locales, no hagan ningún
esfuerzo por exigir de la otra, la central, el cumplimiento de una obligación
esencial. Yo se que ahora voy a ser demagógico, pero es que no puedo evitar la
referencia a lo que pasaría en otras Comunidades Autónomas si en ellas
ocurriese una cosa semejante. El escándalo reivindicativo hubiera arreglado el
problema en cuatro días. Aquí todo se va en callar, aguantar y reírle las
gracias al gobierno. Y tampoco quiero eludir el hecho, anecdótico pero cierto,
de que semejante despropósito está ocurriendo cuando el ministro responsable es
originario de uno de los pueblos castigados por este desafuero. Los que creen
que tener un ministro del pueblo ayuda en algo tienen ahora la respuesta.
A
este hecho, perfectamente conocido, se une la torpeza inaudita de la Diputación
abandonando el programa Serranía en Vía, que mientras duró supuso un aliento de
esperanza para estos pueblos, ahora innecesariamente postergados. Al parecer,
al organismo provincial no le sirven otros excelentes ejemplos que se están
aplicando en España y que ahora se disponen a recuperar la actividad turística,
dando por hecho que llega ya el momento de superar la crisis epidemiológica que
estamos padeciendo. Esa era una bonita propuesta para conseguir hacer útil una
línea abandonada y unas estaciones que, además de su utilidad como tales, son
excelentes modelos arquitectónicos, con la firma del gran Secundino Suazo, y de
otro grande, en los viaductos, cuyos
proyectos originales son de Torres Quevedo pero varios quedaron inacabados
durante la guerra civil, por lo que al reanudarse las obras, ya en los años 40
del siglo XX, fue preciso retocar algunos de los que estaban pendientes cosa
que hicieron Luis Valdés y Demetrio Ullastres. Estaciones y viaductos que
ennoblecen el paisaje natural que proporciona la Serranía de Cuenca con méritos
suficiente para trazar una maravillosa ruta viajera. Pero quienes deberían
verlo con claridad no lo ven así. Lástima.
Seguiremos, pues, esperando la suerte de que en cualquier
momento aparezca un tren renqueante, pero maravilloso, cruzando los campos
solitarios de la provincia.
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