17 10 2020 UN RITUAL RECORRIDO POR LAS CALLES DE MOYA
Acudir periódicamente a visitar Moya forma parte de un ritual que, en mi caso, se inició hace mucho tiempo, cuando el nombre de ese lugar aparecía envuelto entre neblinas misteriosas en que se entremezclaban los hilos de la historia cierta con las malignas influencias de hados adversos conjurados para llevar a la ruina, casi desaparición, al que había sido lugar emblemático y seña de identidad del marquesado. Desde entonces han ocurrido muchas cosas y se han despertado algunas sensibilidades, pero las calles siguen ofreciendo el mismo aspecto de abandono, sin viviendas en las que refugiarse, con únicamente en pie los edificios emblemáticos del Ayuntamiento y la Iglesia, uno frente al otro, como señal indeleble de supervivencia simbólica.
Pasear por el empedrado desmochado de
estas calles ha sido siempre, lo sigue siendo, un paseo por la nostalgia y la
tristeza, entre paredones caídos que apenas dejan entrever los rastros y el
trazado de las casas que allí hubo. La iglesia de San Bartolomé ha sido
reconstruida y su espadaña vuelta a poner completa en su lugar, borrando así la
imagen, tantos años vista cuando su inestable equilibrio hacía temer en
cualquier momento su derrumbe lastimoso. Otra iglesia, la del convento de la
Trinidad, ha sido recuperada también para transformarla en una hospedería,
restaurante incluido, al que debe irle muy bien porque cuando quisimos comer ya
estaba completo y es lógico, teniendo en cuenta el alto número de visitantes
que había en esos momentos, fenómeno un tanto extraño para quienes hemos
consumido muchas horas de visita en solitario. Por ello quizá sorprende el
considerable descuido en la información turística, que no existe; en los paneles
distribuidos por el lugar solo hay abandono y deterioro, ni una sola palabra de
orientación para quienes estén paseando por esas calles, detalle más lamentable
porque Moya necesita, quizá como ningún otro lugar, muchas explicaciones a
quienes todo, o casi, ignoran.
También en el poderoso castillo, cuya
imponente mole domina en amplitud todo el valle inmediato, se aprecia la
actuación de manos cuidadoras que están acudiendo a remediar el paso del
tiempo. Lástima que, como compensación, una reja fuertemente cerrada impide el
paso al corazón del recinto, del que conservo, como una imagen imperecedera, la visión de la pavorosa
procesión con el Cristo de la Caída, avanzando desoladamente a través de estos
campos para llegar hasta la cumbre y recorrer las calles empedradas de Moya.
Quienes tanto gustan ahora de hablar de
la España vacía (vaciada, dicen otros, no se por qué) tienen aquí un excelente
ejemplo de información y meditación. En Moya se puede comprobar y aprender
cómo, en apenas unos años, un lugar próspero y habitado, con iglesias,
conventos, oficinas, notarías, tiendas, gente en fin, pudo llegar a cero en
población y a vacío en todo lo demás. Los moyanos se distribuyeron por las
aldeas y otros muchos emigraron a distintos lugares, con especial predilección
por las tierras levantinas. Más allá de consideraciones demográficas o
socio-económicas, los conquenses deberían valorar la presencia de Moya como un
símbolo emblemático de la provincia y los centros escolares de toda la
provincia deberían incluir en sus programas una excursión a este increíble
cerro pelado en cuya cumbre se alza una de las más potentes fortalezas que hubo
en el reino, con amparo inmediato sobre una villa tranquila pero dinámica,
desde la que se gobernaba tan amplio territorio que era imposible captarlo a
simple vista desde las almenas de la fortaleza. Este lugar, dormido o
adormecido, merece la visita ritual que nos ayuda a conocer y comprender.
Muchas gracias por el reportaje. Soy moyano y aunque me duelen algunos comentarios, reconozco que son verdad. Confio que lo lean las autoridades municipales y pongan freono estos desatinos.
ResponderEliminarSaludos.
R. Coronas
Un lugar tan admirable como Moya merece que se le cuide de manera constante.
EliminarMuy interesante el articulo y cuanta verdad hay en el.
ResponderEliminarFelicidades de parte de un Moyano de corazón.
Gracias por sus amables palabras
ResponderEliminarMuy bueno, José Luis Muñoz Ramírez. Me quedo con esto: ....."porque Moya necesita, quizá como ningún otro lugar, muchas explicaciones a quienes todo, o casi, ignoran."
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