18 04 2020 NO SOLO DE PAN VIVE EL HOMBRE
No sólo de
pan vive el hombre
Este próximo jueves, 23 de abril, debería celebrarse el Día del
Libro, pero no se celebrará. De esa manera, no habrá ocasión de proceder a la
ritual lectura del Quijote (aunque alguien lo hará por vía telemática, como
está de moda), los políticos perderán la oportunidad de pronunciar uno más de
sus bonitos discursos ensalzando el valor de la lectura como actividad lúdica
necesaria y enfatizando (hipócritas) la importancia de las maltratadas
bibliotecas públicas y los libreros no podrán sacar a la Plaza de la Hispanidad
los sencillos tenderetes en los que ofrecer inexistentes novedades, volúmenes
de fondo almacenados durante tiempo en sus anaqueles o la montonera de libros
infantiles que se produce de manera continua. Quienes nos dedicamos, entre
otras cosas, a publicar y editar, estaríamos por allí husmeando si nuestras
obras están en todos los sitios colocadas de manera visible, sentiríamos un
íntimo placer si vemos a alguien hojeando, no digo ya comprando, uno de esos
títulos y, a lo mejor, en el colmo del éxtasis, se acerca para pedir la firma
del autor, lo que viene finalmente a satisfacer la inocente vanidad que uno
tiene.
No habrá Día del Libro y, sin necesidad
de presumir de augur, se puede predecir ya que, salvo espectacular milagro de
la naturaleza, tampoco habrá Feria del Libro, que debería llegar a mediados de
mayo. Y lo que viene detrás, Estival Cuenca en junio, los Veranos culturales a
continuación, están a expensas de lo que digan los pétalos de las margaritas. Y
ello no solo por las terribles circunstancias sanitarias en que estamos
inmersos y que todo el mundo conoce sino también porque el gobierno, con su
inmensa capacidad decisoria, ha establecido qué es esencial para la vida y qué
no lo es. De todas las suertes de discriminaciones que la organización del
mundo ha ido estableciendo a lo largo de la historia, esta es ciertamente
novedosa. Quienes creemos que el ser humano corresponde a una totalidad de
acciones y sentimientos, debemos aprender ahora que hay cuestiones esenciales y
otras que no lo son.
Es una tesis que comparte el ministro de
Cultura, llamado de nombre José Manuel Rodríguez Uribes, cuya actuación más
conocida desde que tomó posesión del cargo en el actual gobierno de coalición
ha sido la de aparecer como florero silencioso en la gala de entrega de los
premios Goya. Sus desafortunadas palabras, compartiendo la idea de que el mundo
de la Cultura debe permanecer en el ostracismo más absoluto mientras se recuperan
las actividades “esenciales” provocó una tormenta en el seno de quienes se
dedican a ello, y que tienen, no sólo la necesidad de trabajar y obtener algún
beneficio material, sino también su corazoncito sensible, porque están
-estamos- muy orgullosos de nuestra aportación tanto al PIB nacional como a
producir estados de complacencia en quienes, y son millones, acuden de manera
sistemática a la variada oferta que las inestables industrias culturales de
este país ponen a disposición de los ciudadanos. Los afectados por este
desprecio, en un arranque de indignación, amenazaron con hacer algo tan
insólito como una huelga de brazos caídos, disparatada idea rápidamente
cancelada.
No solo de pan vive el hombre, contestó
Jesús al maligno que le tentaba en la soledad del desierto. No solo de trabajar
a destajo y ganar dinero se conforma la vida de un ser humano. Cuando los
políticos consideren que el ocio, la cultura, la sociabilidad colectiva, son
también actividades esenciales para desarrollar una vida completa y no la de un
robot, este país habrá entrado en otra dimensión más razonable y humana. A lo
mejor, incluso, entonces habrá un ministro de Cultura que defienda y proteja la
Cultura como actividad esencial e imprescindible. Y no sólo él, claro, también
otros de la misma cuerda.
Magnífico artículo. Gracias
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en que en este gobierno que, si sale a la calle, parece más una manifestación que aquello otro, el nombramiento del ministro de Cultura ha sido el más desafortunado. Y también he de estarlo en la mala elección del adjetivo de esencial y no esencial (en la esencia del ser humano está la cultura tanto como la industriosidad y cuántas veces es la cultura la que distingue a unos grupos humanos de otros e incluso a individuos entre sí). Pero, en el orden práctico de las cosas, ya nos temíamos que si de lo que se trata es de estar a dos metros unos de otros, a los conciertos habríamos de ir por turnos o cancelarlos. Y ya veremos qué pasa con la educación.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, que ilustra y perfecciona el mío. Se ve venir que deberán pasar muchos meses, estará todo el mundo trabajando y bebiendo cañas, mientras que auditorios, cines, teatros, museos y demás seguirán cerrados.
Eliminar