03 08 2019 LO QUE PUEDE SER EL PANTEÓN DE MOLINOS DE PAPEL
Lo que
puede ser el panteón de los Molinos de Papel
Suele ser
una costumbre arraigada que cada corporación, cuando llega de nuevas a una
institución, sienta el deseo de hacer tabla rasa de la herencia que recibe de
la anterior. No diré yo que no hay motivos para actuar así en algunas
ocasiones, pero también diré que antes de hacerlo de manera radical, sin
encomendarse a nadie, conviene estudiar las cosas y los casos para actuar en
consecuencia de una manera razonable, opción que incluye, desde luego, la
posibilidad de enmendar el proyecto que ha sido puesto en marcha.
En los
últimos días de su estancia al frente de la Diputación Provincial, el
presidente Benjamín Prieto firmó un documento por el que la entidad se hace con
la propiedad del histórico panteón de los Molinos de Papel y sus fincas,
mientras pasa a ser de la diócesis la iglesia anexa, dando así ambas
instituciones carpetazo a la que ya era, desde hace años, languideciente
fundación puesta en marcha por doña Gregoria de la Cuba y Clemente a finales
del siglo XIX con una evidente intencionalidad educativa y de promoción social
y laboral de los vecinos de la pequeña aldea, situada a mitad de camino entre
Cuenca y Palomera. La fundación, inútil e inoperativa hace ya muchos años, pasa
así a la historia, donde se unirá a otras de parecida naturaleza; los lamentos
nostálgicos por esta pérdida pueden ser compensados si, como prevé el documento
firmado hace apenas un par de meses, el lugar entra en una nueva fase cargada
de posibilidades y proyectos. A la nueva corporación provincial corresponde
decidir ahora qué hacer con la herencia recibida.
Nos cuentan
los cronistas de Cuenca que el primer molino de papel instalado aquí fue el del
genovés Juan de Otonel, en 1626, quien dio trabajo a 30 personas, consiguiendo
desde el primer momento el favor de la corona con lo que fue posible
desarrollar una próspera industria, que alcanzó prestigio nacional, mientras el
pequeño caserío situado al borde del Huécar emprendía un periodo de bienestar.
La felicidad, en este mundo, tiene una vigencia limitada y por ello llegaron
después los años de desavenencias, desentendimiento y penurias, hasta que los
Clemente de Aróstegui, familia singularmente benemérita, les dio un nuevo
impulso, ya a finales del siglo XVIII. Fue la última descendiente de esta
estirpe, ya citada, cuya estatua de matrona regia se encuentra en el parque de
San Julián, la que ideó poner en marcha la fundación que ahora se extingue,
como con ella desaparecía también el apellido, al carecer de descendientes que
pudieran continuar la saga familiar.
El
palacio-panteón es un edificio de grandes proporciones y magnífico aspecto
visual, con valiosos elementos arquitectónicos y artísticos en su interior, que
sobreviven con cierta dignidad al destructor paso del tiempo cuando lo acompaña
el abandono. Quienes pasan diariamente por delante de la fachada apenas si le
dirigen una mirada distraída y pocos sienten el deseo de parar unos minutos
para echar un vistazo a esta melancólica y romántica imagen, en cuyo interior,
la Virgen del Trapo revive cada año cuando sale en procesión una de esas
leyendas tradicionales de tanto encanto como dudosa certeza. Este es el lugar
que ahora pasa a ser propiedad de la Diputación que tiene ante sí el desafío de
compensar estos años de tristeza y abandono con otros que pueden ser de atractivo
turístico y cultural. Como la corporación tiene técnicos y políticos
cualificados, ellos sabrán, sin duda, encauzar debidamente esta herencia que
puede resultar molesta, pero que ofrece considerables posibilidades futuras.
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