14 10 2017 EL LEGADO DEL TIEMPO Y EL ARTE
El legado del tiempo y el arte
Faltan
pocos días, algo más de una semana, para que eche el cierre o baje el telón de
la excelente exposición que durante todo el verano ha estado ocupando las salas
de la recuperada Casa Zavala. “Legado” es su título y si comienzo con esa
directa alusión al corto tiempo que le queda de vigencia es porque, con cierta
sorpresa -si es que a estas alturas quedan huecos para tal cosa- he podido
comprobar que algunas personas habitualmente consumidoras de ofertas culturales
no solo no la han visto, sino que ni siquiera tenían noticias de que existiera,
lo cual, por otro lado, debería hacer pensar en la utilidad o conveniencia de
los mecanismos de difusión que se están aplicando. Este es un viejo tema que
merece tratamiento diferenciado.
“Legado”
se forma con una serie de obras artísticas, fundamentalmente pintura y
escultura, que pertenecen al patrimonio municipal y que por desidia o
ignorancia (o ambas cosas a la vez) están almacenadas en distintas
dependencias. En realidad, lo que aquí se ve es una mínima parte del
considerable fondo que posee el Ayuntamiento de Cuenca, procedente de diversas
vías, desde las adquisiciones propias que en un tiempo se hicieron con bastante
buen criterio hasta las repetidas donaciones recibidas sin olvidar las etapas
en que el consistorio convocaba concursos cuyas obras premiadas pasaban a
formar parte de ese patrimonio acumulado. Con paciencia de hormiguita y con
unos propósitos siempre difusos, cambiantes al compás de los tiempos volanderos
de la acción política, se ha ido formado esa ingente colección artística, de la
que solo en ocasiones muy contadas salieron a la luz pública algunos elementos
agrupados en varias muestras monográficas (Colección Chávarri, mosaicos de Real
Alarcón, placas cerámicas de Mercedes) pero esta es la primera vez (creo yo) en
que se ofrece al público una exposición que, siendo limitada en su alcance,
adaptada lógicamente al espacio disponible, permite contemplar con perspectiva
global las características generales del patrimonio artístico municipal.
Hay
de todo, como es natural. Esta no es la colección privada organizada por un
mecenas cuyos gustos personales son perceptibles en la simple enumeración de
las obras. Estos fondos se han ido formando por acumulación desordenada y eso
se manifiesta en la disparidad del contenido. Hay cuadros sencillamente
magníficos junto a otros de tendencia academicista que siguen la moda del
momento en que se hicieron, sobre todo los de corte religioso, vinculados a las
tendencias devocionales de cada época y esculturas en que predominan imágenes
de este tipo, con la llamativa excepción de la sala dedicada a Marco Pérez en
su dimensión profana, verdaderamente admirable. Podemos encontrar paisajes, un
interesante apartado de retratos, algunas cosas curiosas (incluyendo unas
vitrinas con libros y documentos) pero, sobre todo, lo que importa es ese
reencuentro con un riquísimo y variado repertorio artístico injustamente
condenado al encierro en dependencias no accesibles para la generalidad del
público. El valor de esta exposición debería animar a los responsables
municipales a acometer lo que vienen postergando desde siempre pero, sobre todo,
desde hace un siglo, porque fue a comienzos de los años 20 de la pasada
centuria cuando surgió, teóricamente desde luego, el Museo Municipal de Arte,
que apenas si llegó a concretarse en unas salas del convento de la Merced,
antes de desaparecer por completo y pasar al olvido.
Lamentaciones
aparte, que en esta ciudad siempre tienen que ser frecuentes, vuelvo la mirada
a “Legado” y reitero el paseo por esas salas de blancas paredes y amplia
visibilidad en las que se han distribuido los cuatro grupos temáticos que
forman el engranaje de la exposición. Estos seres inanimados (cuadros,
esculturas) están dotados de una sorprendente expresividad. Cada uno de ellos
nos habla de una época, de unas circunstancias, unos momentos que el artista
(hay tantos anónimos) quiso captar seguramente sin pretensiones ambiciosas,
solo para dejar constancia de esa inmediatez que ahora recobramos y que debería
poder prolongarse más allá del marco temporal de una exposición.
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