05 08 2017 LAS VERJAS DEL PARQUE DE SAN JULIÁN
Las verjas del parque de San Julián
Una
de las últimas tonterías oídas por aquí (seguramente ya hay alguna otra que ha
venido a sustituirla) es la que nos informa de que existe un proyecto
encaminado a eliminar las verjas del parque de San Julián y del recinto
ajardinado de la Diputación provincial. El pretexto banal que se nos pretende
colocar es que así se facilitaría el libre y cómodo acceso de todos los
ciudadanos, incluidos aquellos que, por algún motivo, tienen dificultades para
poder moverse libremente. Me temo que, en esto, como en tantas otras cosas, se
produce un exceso verbal y que quien está detrás de este disparate, a falta de
argumentos objetivos y racionales, se inventa una necesidad donde no la hay y
así justifica su propio capricho.
Si
mis notas no andan revueltas, creo que la última modificación estructural del
parque de San Julián corresponde al año 2005 en el que, justamente, se hicieron
practicables las cuatro puertas esquinadas por las que ahora puede acceder
cómodamente cualquier tipo de vehículo, desde un cochecito de bebé hasta un
camión-grúa, pasando, naturalmente, por sillas de ruedas; también entonces se
modificaron los paseos perimetrales, ahora muy cómodos para este tipo de
necesidades. Razonamiento que se puede extender sin ningún problema al jardín
del Palacio provincial, situado al nivel de la acera y por consiguiente, sin
ningún obstáculo que impida el facilísimo acceso a su interior como, en efecto,
viene sucediendo.
Para
no reducir este comentario al nivel teórico solamente he estado un buen rato en
el interior del parque de San Julián observando el ir y venir de las gentes, el
trasiego humano que sigue haciendo de este espacio céntrico de la ciudad un
punto elegido por muchos para pasar el rato. Había, como siempre suele suceder,
un par de personas mayores sentadas en los bancos, leyendo, una escena que
siempre me conmueve porque no hay espectáculo más estimulante que el de la
lectura ni utilidad mayor para el banco de un parque que servir de acomodo a un
lector (por cierto: más le valía al Ayuntamiento recordar su antigua promesa de
reabrir la biblioteca pública que tuvo acomodo en el sótano del quiosco. Eso sí
sería una aportación útil). Y había, por retornar al tema que aquí interesa,
mamás paseando a sus bebés en cochecitos, alguna silla de ruedas, patines,
patinetes y bicicletas infantiles, es decir, un variopinto catálogo de
elementos rodantes que habían podido llegar, sin ninguna dificultad, hasta el
interior del recinto.
Hay
algo más, que también es importante tener en cuenta. Eliminado el argumento
fundamental queda otro no menos valioso, aunque parece que aquí no se quiere
tener en cuenta. No soy experto en jardinería, desde luego, pero sí hay
personas que lo son, en jardinería y en urbanismo, y ellas podrán emitir una
opinión más sólida. Si alguien cree que todos los parques y jardines son
iguales y que cualquier cosa sirve para todos, sin más, se equivoca. Hay
conceptos y estilos que necesitan tratamiento diferenciado. El parque de San
Julián y el Palacio de la Diputación son jardines de estructura clásica e
inspiración decimonónica, concebidos y trazados con el requerimiento de estar
circundados por un recinto enrejado que, por cierto, era de altura mayor a la
actual, reducida a estos niveles precisamente en la reforma antes citada.
Quitar las verjas a este parque es tan absurdo como querer ponérselas a los de
Moralejos, San Fernando o Villa Román, que sí son espacios abiertos, concebidos
estéticamente de esa forma de acuerdo con el estilo que inspiró su trazado.
Cada cosa tiene su propia personalidad y lo que es adecuado para uno no tiene
por qué aplicarse a otro. ¿Alguien imagina que a un concejal madrileño se le
ocurra eliminar la verja del parque del Retiro? Me divierto pensando en lo que
caería sobre él.
Yo
espero que esta peregrina idea sea sólo un calentón debido a las altas
temperaturas veraniegas y que el sentido común (si queda algo de él) devuelva
las cosas a su ser natural. Si al Ayuntamiento le sobra tanto el dinero para
gastar, podría dedicar algunos cientos de euros a repintar las rayas de las
calles, incluidos los pasos de cebra; eso sí que es una necesidad palmaria para
garantizar el cómodo transitar de los peatones. Lo de quitar las rejas de los
jardines es lo que digo al principio, o sea, una solemne tontería.
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