23 09 2021 ALGO DE CULTURA PARA ENVOLVER A LA FIESTA

 


Las palabras se desgastan por el uso, sobre todo si se producen repeticiones de sonidos y conceptos. En este año y medio que llevamos acongojados bajo el peso considerable de una pandemia con la que nadie contaba dos días antes de que empezara a actuar, el vocabulario de nuestro idioma, generalmente amplio y variado, se ha visto abrumado por la repetición incansable de tópicos, lugares comunes que una y otra vez salen de los labios de políticos, gestores, periodistas (sobre todo los que hablan más que en los que escriben) y que al comienzo del desastre acuñaron una serie de frases que luego se ha venido repitiendo a todos los niveles. De las muchas que hay, dos creo que figuran en cabeza de una hipotética clasificación. La primera de todas, “no hay que bajar la guardia”. El que la inventó estará muy satisfecho con su aportación a la riqueza conceptual del idioma; si la hubiera registrado como cosa propia, se estaría cubriendo de oro cobrando derechos cada vez que alguien la dice. Claro que no le va a la zaga el que tuvo la idea de hacer “un llamamiento a la responsabilidad”, ejemplar artilugio verborreico de singular fortuna e irónica aplicación, porque generalmente suele decirse cuando se produce justo lo contrario, o sea, un multitudinario desplante con la ejecución masiva de comportamientos responsables.

            No es menos llamativo el descubrimiento de la “no fiesta” que acabamos de celebrar, dejando detrás el desconsuelo de tantas personas por no haber podido disfrutar plenamente de las célebres corridas de vaquillas y sus actividades complementarias, lo que ha dado lugar a la implantación de unas “fiestas atípicas”, otro concepto tan repetido como los anteriores y que, sin embargo, han aportado algunos hechos francamente notables, que deberían ser tenidos en cuenta para el futuro, cuando vuelva la normalidad, esa que parece nos van a devolver muy pronto, quizá mañana mismo. Porque la disminución del jolgorio callejero ha dejado libre el lugar para que se hayan planteado otras iniciativas que, de manera aproximada podríamos encajar en el territorio de la cultura, por lo común tan maltratado entre nosotros, sobre todo cuando de fiestas se trata. La exposición de fotografías en la Plaza Mayor y aledaños, la de carteles y piezas relacionadas con el toro, en la sala de la Escuela de Arte Cruz Novillo y la de elementos visuales vinculados a los tiempos de la conquista, en la iglesia de San Andrés, han sido tres convocatorias muy valiosas, desde luego interesantes, cada una en los suyo, pero coincidentes en ofrecer una condición añadida a lo que venía siendo una celebración estrictamente callejera y estruendosa.

            Así ha venido ocurriendo en los últimos años, pero no siempre fue así. En el año 1966, el Ayuntamiento tuvo la brillante idea de promover la convocatoria de unos premios denominados Ciudad de Cuenca; primero fue solo en la modalidad de Periodismo, al año siguiente se añadió la de Poesía y un poco más tarde la de Investigación Histórica. Aunque en estas cosas siempre hay matices y nunca llueve a gusto de todos, creo poder decir, simplificando, que fue un concurso muy prestigiado a nivel nacional, en el que participaron y fueron premiados una destacada nómina de escritores en esas especialidades (a las que más tarde se incorporó también la Fotografía). Pues bien, la entrega de los premios se hacía coincidir con la celebración de San Mateo, lo que daba lugar a organizar en la iglesia de San Miguel un acto sobrio, pero digno, una importante cita cultural que aportaba a la fiesta una dimensión de elegancia y calidad. Aquello duró 25 años. En 1992 el Ayuntamiento borró la convocatoria y ahí sigue, eliminada, en espera de que un día de estos el sentido común vuelva al seno de la corporación municipal y se recupere tan inocente como valiosa costumbre.

            La cita tenía entonces, y podría volver a tener en cualquier momento futuro, el sentido de dignificar la fiesta para que no todo fuera pan con chorizo y panceta y algo de toros, sino que debería existir también un hueco para ofrecer acomodo a la cultura, porque en ningún sitio se ha escrito que ambas cosas son incompatibles. Lo de este año ha estado bien. Puede continuar e incluso mejorarse.

 

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